Dedicada a los docentes

Revista Digital de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas, un proyecto de la Conferencia Episcopal de Bolivia.

lunes, 20 de abril de 2015

Qué aprenderán y cómo lo harán los niños del futuro



El paradigma es la autonomía del aprendizaje. El estudiante debe definir qué contenidos son útiles y significativos para resolver sus problemas y los de su entorno. Además debe elegir las herramientas a su disposición para acceder al conocimiento.

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El estudiante se ha convertido en el protagonista de los procesos de aprendizaje. Las nuevas corrientes educativas realzan el papel del aprendiz como centro del proceso de enseñanza. En este marco, la autonomía del aprendizaje se presenta como la tendencia innovadora en las aulas.

La teoría constructivista ofrece un protagonismo especial al estudiante. El profesor actúa como un facilitador en el aprendizaje, un acompañante en el viaje educativo que desarrolla el alumno. La clase se diseña, dentro de este paradigma educativo, en una organización didáctica que aliente el aprendizaje significativo en el estudiante. El objetivo final que se traza para la educación consiste en formar a los futuros profesionales preparados para desenvolverse en los contextos de cambios permanentes que caracterizan a la sociedad moderna.


El profesor de didácticas especiales de la Universidad de La Laguna, José Luis Vera, enfatiza la necesidad de formar a estudiantes para que puedan afrontar los cambios constantes que se producen en nuestro entorno. Las revoluciones tecnológicas, los avances médicos y las innovaciones en áreas técnicas reclaman a los docentes un criterio de enseñanza más dinámico. El fundamento educativo que ilumina al docente se centra en formar estudiantes capaces de afrontar los cambios de la vida.

La pedagoga Marta Navarro, de la universidad Católica San Antonio refuerza esta necesidad. De acuerdo a la catedrática, “el aprendiz está en disposición a hacerse cargo del propio aprendizaje”.

Ambos expertos proponen el “aprender a aprender” como la máxima que alumbrará el proceso de enseñanza aprendizaje.

Si le das un pescado a un hombre, lo alimentas por un día.
Si lo enseñas a pescar, lo alimentas para toda la vida.
Confucio 551- 479 AC

El proceso de aprendizaje no responde a una lógica acumulativa. Algunos docentes plantean sus prácticas con metodologías basadas en la memorística o la acumulación de saberes que deben replicarse, casi literalmente, en los exámenes. En estos casos, el estudiante se siente en la obligación de acumular las lecciones para demostrar, al final del proceso, su capacidad de almacenamiento.

El aprendizaje significativo establece diversas relaciones entre los conceptos que se desarrollan en el aula. Para considerar el aprendizaje como útil, el docente debe alentar en el estudiante la necesidad de vincular los aprendizajes nuevos con los saberes ya asimilados. En este contexto germina la idea de autonomía del aprendizaje, un contexto que propone al estudiante diversos caminos para construir el aprendizaje, de acuerdo a los ritmos, a los mecanismos y a los métodos de cada estudiante.

Uno de los principales exponentes de esta corriente pedagógica, el francés Henry Holec define la autonomía del aprendizaje como “la creación y potenciación de estrategias individuales en el alumno traducido en una responsabilidad sobre su propio proceso de aprendizaje”. En este sentido, la autonomía se proyecta como una capacidad del estudiante para determinar su proceso de aprendizaje con responsabilidad. Así lo refuerza Navarro cuando considera que “la autonomía se caracteriza por la disposición a hacerse cargo del propio aprendizaje al servicio de las propias necesidades y propósitos”.


La determinación personal del estudiante dentro del marco del aprendizaje se compagina con el acompañamiento docente. La autonomía del aprendizaje no significa el alejamiento del profesor; reclama, más bien, la interconexión entre las planificaciones académicas del docente y las necesidades propuestas por el estudiante. El reto docente se centra en inducir en el estudiante los criterios de responsabilidad necesarios para alentar el aprender a aprender y aprender a pensar, como facetas necesarias para la vida.

Ninguna institución educativa, explica José Luis Vera, puede proporcionar a sus estudiantes los conocimientos y destrezas necesarios para el desempeño en la vida. Por ello, la meta educativa se establece en educar para la vida, creando las bases para que el estudiante aprenda a formarse en cada una de las etapas de la vida.
Alcanzar la autonomía del aprendizaje requiere un adiestramiento progresivo. Los estudiantes ejercitan en el aula diversas dinámicas para lograr esa autonomía que les otorgue la claridad en la determinación. Vera recurre a un ejemplo para mostrar la importancia del entrenamiento. Propone la metáfora del aprender a nadar como muestra. El profesor de natación irá preparando paso a paso al nadador hasta que pueda acceder a la piscina sin ayuda externa. Así, plantea Vera, se ejercita la autonomía del aprendizaje: el profesor acompañará al estudiante en el proceso y, de manera paulatina, se irá retirando para que pueda asumir de manera más libre el aprendizaje que requiere.

La consolidación de la  autonomía provoca un cambio de actitud en el aula. Tanto docente como estudiante asumen un papel de colaboración mutua como dinámica para alcanzar los objetivos. La co-responsabilidad de profesor y estudiante permitirá delimitar las metas y objetivos de la materia, así como las dinámicas para alcanzarlas y las pautas de evaluación para mediarlas. Ambos son responsables de trazar el camino y de marcar el ritmo de aprendizaje requerido.

El proceso de implementación de autonomía es gradual y se debe asumir los riesgos que la acompañan. El principal problema del fortalecimiento de la autonomía del aprendizaje radica en su imposibilidad para retornar a un sistema tradicional. Una vez que el estudiante conquista la posibilidad de determinar, aunque sea parcialmente, sus necesidades de aprendizaje, no hay como volverse atrás. Es un camino sin retorno en el cual crece el protagonismo del estudiante y se relega, en parte, el papel del docente como centro del aprendizaje. El docente coordina y desarrolla los saberes que aporten al estudiante, partiendo de sus realidades para alcanzar los objetivos establecidos en común. Durante los cursos iniciales, el papel decisorio del docente estará más marcado. Poco a poco cederá el terreno a los estudiantes en la determinación de los aprendizajes.

Algunos profesores han criticado esta propuesta argumentando que supone la sustitución del docente en el aula. Marta Navarro matiza el alcance de la autonomía y lo diferencia del proceso de “independencia”. No se trata de “abandonar” al estudiante. El docente acompaña el aprendizaje del estudiante cediendo los espacios para que cree sus propios sistemas de aprender. En caso de que se trate de un ejercicio alentará al estudiante para que lo resuelva autónomamente, a pesar de estar presente para apoyar el trabajo. Refuerza la idea de la autonomía como un proceso paulatino que el estudiante debe ir transitando y así prepararse para la vida después de la escuela.

Es deseable que se inicie el entrenamiento de la autonomía del aprendizaje por aquello que resulte más fácil y sencillo para el estudiante. De manera gradual se cederán espacios para el control, la reflexión o crítica constructiva. Un camino que conviene recorrer poco y bien antes que rápido y mal.


PARECIDOS PERO NO IGUALES

El estudio elaborado por Marta Navarro descubre diversos términos similares a autonomía del aprendizaje. Diferenciar los alcances de cada uno de ellos permitirá conocer adecuadamente el valor de la autonomía del aprendizaje.

Navarro resalta la noción de responsabilidad como elemento recurrente en todas las acepciones. El estudiante asume en plenitud su nuevo protagonismo educativo y, fruto de ello, su actitud determinará el éxito de cualquier proceso de aprendizaje.

1.    Auto- instrucción
Identifica a las situaciones de aprendizaje en las cuales el estudiante, solo o acompañado de sus semejantes, asume la actividad sin la participación del docente.

La autonomía del aprendizaje no excluye al docente del proceso, más bien le posiciona como el garante del proceso.

2.    Auto-dirección
Hace referencia a la definición de la dirección que asume el proceso de aprendizaje. El estudiante, en el marco de su responsabilidad, negocia con el docente el rumbo que deberá seguir la clase o el tema asignado. La implementación de dirección asumida es independiente de la toma de decisión. El docente puede asumir el desarrollo de la clase si así se determina por parte de los estudiantes.

Navarro considera que la actitud responsable en el aprendizaje propio apela a una actitud mental. Tomar decisiones supone una parte del proceso de autonomía, pero no la única. Llevar adelante las decisiones asumidas y ser responsable por el cumplimiento de las mismas amplia el concepto de auto-dirección.

3.    Aprendizaje auto-dirigido
La amplitud que abarca el concepto de este término es tan amplia que  muchos autores consideran la autonomía del aprendizaje como una parte de esta idea.

El aprendizaje auto-dirigido señala el control que el estudiante tiene del proceso, desde su planificación hasta su evaluación y conclusión. En definitiva, “construyen e implementan su propio programa de aprendizaje”

4.    Individualización
En los años 70 se identificaba con la individualidad para referirse a los planes de trabajo propuesto por el docente y que se desarrollaban de manera individual por los estudiantes. En estas planificaciones era el docente quien definía las necesidades académicas.

A partir de los 80, se asemeja más al concepto de educación personalizada. De este modo, el docente considera la diversidad del aula para atender a cada estudiante de manera individualizada.



LOS PILARES DE LA AUTONOMÍA DEL APRENDIZAJE

El doctor en pedagogía y educación, Ernesto Martín Peris establece los tres pilares de la autonomía del aprendizaje

La negociación, que puede darse en relación con los objetivos, los contenidos y los procedimientos. La negociación se concibe en dos dimensiones. La idea de “pacto asambleario” ayudará a determinar las pautas genéricas de interacción. Aspectos como las condiciones de trabajo o las pautas de respeto serán consideradas entre docente y estudiantes para concretar unas reglas consensuadas.
En un segundo momento, negociación se plantea como el mecanismo para definir los aspectos o necesidades que se deben cubrir entre todos. En este sentido, el docente comprenderá que los intereses expresados por los estudiantes (referidos al tema de trabajo) serán fundamentales para alentar la motivación de los mismos.

La autoevaluación, del proceso de aprendizaje. Los estudiantes implementarán actividades de autoevaluación para medir sus esfuerzos y sus avances. El docente escuchará también las percepciones que los estudiantes hayan plasmado referentes al proceso de aprendizaje desarrollado. El proceso de autoevaluación permitirá replantear y mejorar las dinámicas dispuestas para así alcanzar las metas trazadas.

El desarrollo de técnicas y estrategias de aprendizaje y de comunicación.
Cada estudiante desarrolla los mecanismos y estrategias de aprendizaje que mejor se amolden a su experiencia. El docente identifica y conoce estas estrategias y trata de adaptarse para lograr los resultados óptimos en cada uno de los procesos. Para alcanzar los objetivos, es factible ampliar el espacio de aprendizaje fuera del aula y adaptarse a los ritmos y mecanismos de aprendizaje.



Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"
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viernes, 17 de abril de 2015

La sobreprotección de los niños conduce al fracaso escolar



Diversos estudios realizados en el marco de la educación primaria resaltan que a mayor protección de los padres de familia, menor es el nivel de autoestima que desarrollan los hijos. La atención desmedida de los padres de familia al comportamiento y desempeño escolar del hijo limita las experiencias de autonomía y libertad necesarias para su crecimiento.

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“La familia es la primera escuela del ser humano” declaran Carola Flores y Francisco Javier Maldonado en la presentación de la investigación desarrollada en México y con el aval de la Universidad de Guadalajara. En el contexto familiar se establecen las pautas de interacción con la sociedad, se forja la personalidad del menor. El entorno familiar actúa como instancia mediadora entre el ser humano y la sociedad.
Los padres acompañan la integración con un sentido de protección natural. Cuidan de sus hijos para que no sufran daños en este primer contacto con la vida en común. Como padre, guían los pasos de sus hijos durante los primeros años de vida.

Flores y Maldonado resumen esta etapa inicial en la cual la familia cumple “la función natural y original de ser una comunidad de vida y amor, la primera escuela de valores humanos y sociales”.

La incorporación de los hijos a la escuela obliga  a los padres de familia a adecuarse a unas nuevas condiciones. La escuela contribuye en la formación y crecimiento educativo de los estudiantes. Complementa la guía que reciben en la familia y asumen el primer nexo de los hijos con la sociedad lejos de la observación directa de los padres.

El especialista en psicología escolar, Arturo Rodríguez considera que los niños requieren ciertos cuidados en relación con su edad. La escuela presenta un marco de relacionamiento social primario en el cual los niños “deben alentar su independencia y reducir la necesidad de sus padres”.

Para la gran mayoría de los padres, esta etapa de desprendimiento es compleja. El primer día de colegio, como padres, sentimos la mano de nuestro hijo aferrada a la nuestra; entre lágrimas, ruegan continuar bajo la protección de los padres y no alterar su comodidad pasando toda la jornada en el aula. Al cabo de unas semanas, la mayoría de los niños abandona a sus padres, sin siquiera mirar atrás, para reunirse con sus compañeros de aula. El hijo comienza a asumir sus decisiones propias, relegando a un segundo plano a los padres.

Esta etapa resulta traumática tanto para padres de familia como para los hijos. En algunos casos, la sobreprotección de los padres impide una transición adecuada. Las consecuencias de esta sobreprotección han sido ampliamente consideradas.
El psicólogo Heike Freire considera que la sobreprotección genera el efecto contrario al deseado: “Cuando, para proteger a los niños, no se les permite hacer las cosas por sí mismos, se saltan etapas fundamentales del aprendizaje, no se responsabilizan de las consecuencias de sus acciones, ni son capaces de evaluar los riesgos; la probabilidad de que sufran accidentes se multiplica por 100. El miedo y la desconfianza tienden a retroalimentarse: el exceso de protección deja, paradójicamente, desprotegidos a nuestros hijos. Su autoestima, su confianza en sí mismos y su creatividad se resienten”.

Un planteamiento similar propone la docente de primaria Consuelo Hernández. Considera que la fobia escolar, el miedo intenso para asistir a las clases, se presenta de manera recurrente en los niños sobreprotegidos.

La investigación desarrollada por Carola Flores y Francisco Javier Maldonado identifica algunas consecuencias derivadas de la sobreprotección. Según el estudio, situaciones como la falta de confianza, la dificultad para adaptarse a entornos sociales nuevos, el rechazo a compartir materiales didácticos, o la falta de predisposición para el trabajo colaborativo son comportamientos recurrentes cuando los padres de familia se involucran en las actividades escolares del hijo.

Flores y Maldonado concluyen asumiendo que “un niño que ha crecido en un ambiente de excesiva atención, preocupación asfixiante; puede encontrarse en su edad adulta con graves problemas”. El psicólogo escolar Arturo Rodríguez amplía esta situación al destacar la actitud de rechazo y aislamiento social que se produce en un niño sobreprotegido. Identifica  el perfil del menor como alguien miedoso, inseguro y reacio a afrontar y resolver problemas de aprendizaje.

De acuerdo a los estudios realizados por Rodríguez, “la sobreprotección que algunos padres ejercen sobre sus hijos, y que se manifiesta sobre todo en resolver todo tipo de problemas y apartarlos de cualquier dificultad, unida a la permanente atención sobre ellos, contribuye a hacer crónica la dependencia más absoluta de los niños y a impedir el logro de la autonomía suficiente y de la seguridad en sí mismos”.

En este periodo de transición, es fundamental que la familia reflexiones sobre su nuevo papel en materia educativa. La conexión entre padres de familia y escuela se fortalece con un diálogo fluido cuya finalidad se centra en el crecimiento del estudiante. Los expertos recomiendan alentar positivamente al menor con demostraciones de cariño, comprensión y comunicación. Se pretende crear un ambiente de bienestar que favorezca las actitudes de seguridad y confianza en el niño.

El crecimiento físico, emocional y educativo del niño le otorga mayores espacios de autonomía y determinación. Poco a poco irá asumiendo una relación diferente con los padres. El clima ideal para fortalecer un crecimiento ordenado requiere respeto y tolerancia en las decisiones que se asuman. Paralelamente, es importante conocer y aceptar las limitaciones, así como encauzar adecuadamente los sentimientos de pérdida, dolos o rabia.

Los padres de familia deben discernir hasta qué punto se involucran en la formación de sus hijos, saber cuándo se debe intervenir y cuándo dejar que el niño construya sus propias soluciones.

La protección de los padres hacia sus hijos supera, en ocasiones, los parámetros normales. Algunos padres quieren revertir sus experiencias de infancia y se involucran intensamente en las actividades de sus hijos. Con argumentos como “no quiero que mi hijo sufra lo que yo he sufrido” o “esto compensa la ausencia de un padre”, se interviene directamente en la fase de crecimiento de los hijos con una presencia permanente y agobiante para el desarrollo del menor.

Arturo Rodríguez considera que “a los niños sobreprotegidos se les transmite cierta inseguridad, la cual se manifiesta cuando se encuentran sin la compañía de sus padres”. Destaca que en esta etapa de crecimiento educativo del niño, es importante alentar la confianza y el fortalecimiento de su autonomía.

EFECTOS DE LA SOBREPROTECCIÓN EN LOS HIJOS

·            Timidez y dependencia excesiva
·            Inadecuado e insuficiente desarrollo de habilidades sociales
·            Inseguridad en sí mismo y de su relación con los demás.
·            Falta de confianza.
·            No asume la responsabilidad de sus actos; son los padres los que asumen la responsabilidad.
·            Inestabilidad emocional, pasa de un estado de alegría a uno de tristeza y lloro son motivo aparente.
·            Miedos y fobias al separarse de sus padres.
·            Desarrollo insuficiente de habilidades y capacidades.
·            Desarrollo inadecuado de la empatía.
·            Falta de iniciativa propia y ausencia de creatividad.
·            Sentimiento de inferioridad e inutilidad.
·            Asume actitudes tiránicas con su entorno, un fuerte sentido de posesión.
·            Manifiesta dificultades y retraso en el aprendizaje.
·            Le cuesta tomar decisiones de manera independiente y sin el respaldo explícito de sus padres.
·            Inclinación hacia el pensamiento negativo y pesimista.
·            En casos más extremos, se observa tendencia a la depresión y a los trastornos afectivos.


CÓMO FORTALECER LA AUTONOMÍA DEL NIÑO.

·            Plantearle problemas y dificultades para que los afronte de manera individual y encuentre las soluciones adecuadas. La cantidad y profundidad del problema será gradual. 

·            Prestarle ayuda para solucionar los problemas no equivale a solucionarlos directamente.

·            Considerar al hijo como semejante a los de su edad. Invitarle para que haga las cosas que sus compañeros hacen, evitando diferenciarlo en su comportamiento o capacidades

·            Propiciar encuentros con otros niños sin la presencia de los padres. Relacionarse con otras personas (familiares o vecinos) ayuda al menor para ganar en confianza.

·            Consolidar un ambiente propio, íntimo, en el que goce de un creciente margen personal.

·            Dialogar con él de manera abierta, eludiendo los “interrogatorios” o las preguntas permanentes.

·            Establecer límites claros que se deben respetar.
·            Comprender que alcanzar las cosas requiere un esfuerzo para conseguirlas.

·            Aceptar al niño tal y como es, con sus virtudes y con sus limitaciones.



Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"
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