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La
planificación es una de las actividades menos querida por los docentes.
Paradójicamente, es el pilar de la organización cotidiana y el único espacio
que tenemos para pensar realmente en lo que nos proponemos para la enseñanza.
¿Puede ser tan poco apreciado siendo tan relevante para la enseñanza?
Fuente: Redacción "Diálogo Educativo".
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas
La
planificación se ha convertido en una cualidad del mundo actual. Muchas
personas consideran que se debe planificar todo, incluso la vida misma. En
cierta parte se ha convertido en una “obsesión por la organización”, pero debo
decir que a mí me funciona. No todos los docentes perciben de la misma manera
la importancia de la planificación. Para algunos, la anticipación de las
acciones pedagógicas puede ser relativo.
Claro que la
planificación se ha ganado su mala prensa a costa de la larga tradición de
burocracia que la ha atravesado: se ha vuelto más un objeto “para entregar”;
“para que la aprueben”; “para mostrar”; que una herramienta concreta de trabajo
docente. Quienes la defienden han sido tachados, en más de una ocasión como “tecnócratas”
por querer sostener el valor de la planificación para la enseñanza.
Así se
percibe cuando se dedica mucho tiempo al “cumplimiento de su forma”. Desde
algunas visiones se supone que todo lo que aparece planificado deberá
sostenerse a rajatabla o bien que lo que fue escrito es el vaticinio de lo que
sucederá.
Se debe
revisar esa percepción. “La planificación es un documento
para debatir con
otros y para pensar antes de actuar, pero ni más
ni menos que eso” explica
Débora Kozak.
La
planificación nos permite entender exactamente cómo concibe la enseñanza cada
docente. Si bien es cierto que “en la práctica se ve la verdad”, este ejercicio
de anticipación da cuenta del enfoque didáctico y las formas en que conciben el
rol de quien enseña y quien aprende. Esta mínima ventana de pensamiento previa
a la acción, es la que nos da espacio para revisar lo que nos proponemos.
La pérdida
de sentido del proceso de planificación ha provocado un estado de repetición en
donde ciertamente olvidamos el factor fundamental: cada propuesta debe ser
adaptada a los grupos reales con los que trabajamos y por lo tanto resulta
intransferible de manera mecánica a otro. Entendido así, no hay riesgo de
“plagio” posible y sí garantía de adaptación de cada plan a su contexto real de
implementación.
En vez de
poner tanta preocupación por los “formatos” y por definir qué se dispone dentro
de la planificación (que eso dependerá del estilo de cada docente) es bueno
pensar otras cuestiones relevantes.
Otra
cuestión fundamental sobre la que no se observa mucho
debate tiene que ver con
el enfoque de la planificación. En este punto
se debería profundizar en una
reflexión extensa. Se pone en juego la
mirada didáctica con que se encara la
enseñanza.
Sin bien
existe abundante teoría que aborda el tema de los proyectos, la forma en que
éstos se plasman en planificaciones resulta bastante dudosa. Lejos de
representar una visión basada en principios globalizadores e
interdisciplinarios orientados a la producción, en base a un problema que provoque
el interés de los estudiantes, suelen darse simplemente como recortes decididos
por el docente y derivados de las unidades didácticas, de quienes no parecen
diferenciarse demasiado. Asimismo las unidades didácticas se ven muchas veces
como recortes curriculares arbitrarios y que reproducen de manera textual lo
que aparece en libros de texto o en el mejor de los casos en el propio diseño
curricular. De creatividad, poco y nada.
La
planificación se transforma así en la reproducción del discurso de otros
perdiendo nuevamente todo sentido. Ya no importa la unidad didáctica o
proyecto, sólo ejecutar lo que al docente le piden o lo que le resulta más
sencillo de reproducir. Con la mirada puesta más en distribuir los contenidos
en el año escolar que en el aprendizaje de los jóvenes, la planificación se
reduce a hacer que “todo lo que se quiere dar entre en el tiempo”, sin importar
si por el camino queda un grupo de estudiantes sin aprender nada. Mientras los
contenidos “se den”, las conciencias estarán tranquilas, resalta Zorak en su
blog “Pensar la escuela”.
Este poco
interés por hacer foco sobre los enfoques de la planificación se trasluce
también en la confusión acerca de las formas de entender cada uno de ellos.
Para algunos docentes, e incluso para ciertos diseños curriculares, planificar
proyectos o unidades didácticas pareciera no presentar demasiadas diferencias.
PAUTAS DE
PLANIFICACIÓN DIDÁCTICA
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- Los proyectos son organizaciones didácticas basadas en problemas que
reflejan el interés de un grupo o de una comunidad. Son
interdisciplinarios por definición, porque articulan saberes de
diferentes áreas para abordar el problema desde todas sus perspectivas de
estudio posibles.
- Los estudiantes juegan un papel central en el diseño e implementación
de los proyectos: no son meros espectadores de lo que el docente pensó para
ellos sino que desarrollan juntos el plan de trabajo. La participación es
un principio fundamental dentro de ellos.
ü La producción es uno de los ejes principales de los
proyectos: se trata de poner manos a la obra en el desarrollo de propuestas
que permitan indagar, conocer, experimentar, comunicar, etc. las temáticas
que se derivan del problema seleccionado como eje del proyecto.
- Los contenidos curriculares se abordan desde los problemas y temas
planteados, buscando dotarlos de un significado y un sentido para
quienes los están aprendiendo. No se dan fragmentados y aislados, sino al
servicio del interés que dio origen al proyecto.
- Buscan desarrollar la autonomía de los estudiantes en
su puesta en práctica: promueven el compromiso, la colaboración y el trabajo
en equipo.
- El docente es quien guía el proceso de conocimiento,
análisis, investigación, experimentación, producción, etc. y pone a
disposición los materiales y recursos, colaborando en la organización y
resolución de las diferentes actividades de aprendizaje.
- Se inicia por una evaluación diagnóstica como punto
de partida; luego se evalúa el proceso y las producciones finales en relación
con él.
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REENCONTRARNOS CON LA PLANIFICACIÓN
La
burocratización de la planificación llevó a menospreciarla y a alejarse de
ella. Tampoco ayudó su reducción a un mero listado de contenidos, en donde la
única tarea relevante pareció ser cómo ubicarlos en el tiempo escolar.
Volver a
valorar la planificación implica entonces generar un espacio sistemático de
reflexión sobre las prácticas de enseñanza y el aprendizaje de los estudiantes.
En la medida en que se recuperan los espacios, será factible romper con las
inercias que impulsan a hacer siempre las cosas de la misma manera.
La
planificación no debería ser un acto en solitario sino el producto de un
trabajo colaborativo entre pares y con los equipos de conducción. Si somos
capaces de compartir y debatir, la riqueza de nuestras ideas podrá verse
potenciada por el aporte de la mirada del otro y, por qué no, por el trabajo
colectivo y articulado con los colegas.
La
planificación es sin duda el momento más creativo del trabajo docente, ponemos
a volar nuestra imaginación y pensamos todos los escenarios posibles para la
enseñanza; por lo tanto es donde proyectamos los deseos y los sueños sobre todo
aquello que nos proponemos en el aula. ¿Acaso podríamos conferirle tan poca
relevancia a algo tan importante para nuestra tarea docente?
Fuente: Redacción "Diálogo Educativo".
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas