Dedicada a los docentes

Revista Digital de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas, un proyecto de la Conferencia Episcopal de Bolivia.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

La ética y los valores ciudadanos se fomentan desde el aula para la convivencia democrática



-       El sistema educativo dedica poco espacio para la formación ética y ciudadana. La convivencia permanente con maestros, padres de familia y estudiantes promueve un ambiente idóneo para forjar los valores democráticos. Los contenidos pedagógicos de cada asignatura permiten una experiencia democrática interesante.


Fuente: Redacción "Diálogo Educativo".  
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas 

Se ha hablado mucho sobre la responsabilidad de la escuela para preparar a los estudiantes ante la vida. Términos como competencia, adaptación y capacidad han llenado muchos informes. “En las escuelas de hoy, se forma al hombre de mañana”, reiteran los expertos. Fruto de esta preocupación generalizada, se revisan una y otra vez los contenidos curriculares, se financia la integración digital dentro del aula, y muchas otras acciones en procura de “actualizar” la educación.
La escuela se dispone como un espacio inmejorable para abordar la reflexión y vivencia de los valores democráticos. La formación democrática también es parte de la educación para el futuro que se reclama. Sin embargo, se percibe una resistencia para profundizar en la enseñanza de la democracia. ¿Por qué se aparta el ejercicio democrático del aula?¿Por qué se restringen los momentos de debate e intercambio en las aulas?¿Cuál es el motivo por el cual la democracia apenas incide en el contenido curricular? 

Marcia Prieto, directora del Instituto de educación de la Universidad Católica de Valparaiso (Chile), remarca que “una de las funciones de la escuela es educar para la democracia”. Alienta el desarrollo de capacidades y habilidades para la convivencia social a través de la vivencia de valores como la solidaridad, la participación y el respeto. La escuela debería convertirse en un pilar fundamental para la enseñanza de la democracia, refuerza la idea Débora Kozak desde su blog “Pensar la escuela”.

Para ambas autoras, le escuela se convierte en el escenario de vivencia democrática más importante en la vida del estudiante. Tanto en primaria como en secundaria, los estudiantes conviven en un entorno de construcción colectiva.
En 1993, el director general de la UNESCO afirmaba que “la educación para la democracia implica el empoderamiento de todos los individuos para la práctica activa y responsable en todos los ámbitos de la vida política y social”. Resaltaba algunos beneficios derivados de la formación democrática en el aula.
  

Dos décadas después, seguimos transitando mundos paralelos: la realidad pasa por un lado y la escuela continúa defendiendo fuertemente su burbuja de contenidos y metodologías tradicionales. En la medida en que no se tiendan puentes entre ambos universos estaremos cada vez más lejos de solucionar uno de los principales problemas que aborda hoy la enseñanza: la falta de interés de chicos y jóvenes por aprender lo que se les quiere transmitir.

La integración de la democracia como parte del currículo escolar se percibe como un enriquecimiento de la experiencia escolar que los jóvenes deben vivenciar. Así lo considera Prieto en su informe “Educación para la democracia: un desafía pendiente”. 

Para la mencionada autora, la participación de los estudiantes, cualquiera sea su edad, constituyen principios orientadores de escuelas que desarrollan en sus alumnos sus capacidades creativas, incentivan su participación en la toma de decisiones y la generación demandas, favorecen la producción de comentarios analíticos y constructivos, y valoran sus acciones cuando les asignan responsabilidades.

Los autores consultados coinciden en resaltar una supuesta “neutralidad pedagógica” como argumento para relegar el tema. Incluso, se presentan argumentos relativos al exclusivo rol de los padres para asumir la orientación democrática (confundida como orientación política) de los padres.
La escuela está llamada para “organizar e implementar “prácticas educativas que fomenten procesos deliberativos y la participación activa conducente al desarrollo integral de los estudiantes y al cultivo de los valores democráticos” insiste Marcia Prieto.



La participación se vive con actos democráticos, desde la posibilidad 
de formar parte de un grupo expresando opiniones, cooperando en una 
actividad, situación u oportunidad. Por otro, se refiere a la posibilidad de 
hacerse parte de algo, la que se materializa en la capacidad de tomar 
decisiones acerca del propio destino y muy especialmente de las 
situaciones que les afectan en el contexto de su comunidad escolar. 

En efecto, la participación representa un proceso de comunicación, decisión y ejecución que permite el intercambio permanente de conocimientos y experiencias y clarifica el proceso de toma de decisiones y compromiso de la comunidad en la gestación, programación y desarrollo de acciones conjuntas.
La educación para la democracia es aplicable en todos los niveles educativos. Los estudiantes de secundaria, en muchos colegios, han experimentado, de alguna forma, el proceso de selección/elección de representantes de curso. Han avanzado en un proceso consciente de validación democrática. En el ciclo de primaria pareciera más complicada la experiencia de valores democráticos. Apelamos, desde una perspectiva de comodidad, la inmadurez de los estudiantes como argumento exculpatorio.

Prieto y Kozak coinciden en destacar que la actitud democrática primaria en el aula se centra en la capacidad de expresión de opiniones. La participación esencial en toda democracia, al igual que en el ejercicio de aula, consiste en el la cualidad de saber escuchar y expresarse en el margen del respeto y la tolerancia. 

Por ello, insisten ambas autoras, el docente promueve un espacio democrático en el acto de escucha al estudiante como paso previo al ejercicio permanente del diálogo. De esta manera, el aula recrea un espacio de vivencia similar al contexto social actual y futuro en el cual se desenvolverá el estudiante. La vivencia de valores como participación, respeto y tolerancia permite a los estudiantes actuar como sujetos solidarios y críticos ante la realidad escolar y social que los envuelve. 



Los docentes debemos superar el temor a perder el control del aula. 
Durante mucho tiempo se ha asentado la autoridad docente en criterios de madurez, responsabilidad y comprensión. Hoy en día, estos argumentos son contradictorios con los contenidos que se enseñan en el aula. 

Más allá de un discurso de renovación pedagógica que impera entre la mayoría de los docentes, el estudiante debe convertirse en el protagonista del proceso de enseñanza y aprendizaje. Y eso sólo se logrará si participa del mismo en plenitud de sus derechos.

La democracia no es un hecho externo a la escuela; es un ejercicio permanente que se plasma en cada acción efectiva o discursiva. Parece que en las instituciones educativas en algún momento nos desviamos un poco de estas ideas.


EN EL AULA



¿Cómo desarrollar el concepto y la vivencia de la democracia en el aula? ¿Cómo integrar las asignaturas en virtud de una trasversal tan relevante?

-       Área de comunicación y lenguaje.- como se planteó anteriormente, la capacidad de expresar la opinión de manera respetuosa y adecuada es la mejor forma de alentar la participación democrática. Como docentes tenemos que trabajar la cualidad de escucha activa. Otros ejercicios que se pueden implementar desde el área de comunicación plantean la oportunidad de replicar campañas y procesos de elección dentro del aula y del centro escolar. 

-       Área de ciencias sociales.- a lo largo de la historia se ha trasformado el concepto de democracia. Las múltiples culturas han sumado importantes valores a la vivencia democrática. Paralelamente, en ciertos momentos de la historia también se han vivido amenazas severas a la convivencia democrática. Desvelar este contenido ayuda sobremanera a repensar el valor de la democracia y el rol que, como ciudadanos, jugamos en ella.

-       Área de matemáticas.- el factor estadístico dentro de un proceso electoral es clave. Entender cómo se trabajan las estadísticas, los porcentajes y los niveles de asignación de la repartición de escaños permiten un desarrollo activo del concepto democrático.

-       Área de valores, espiritualidad y religiones.- indudablemente, siempre hemos considerado que el aprendizaje de los valores democráticos correspondía al área de desarrollo humano y espiritual. Se trata de proyectar el contenido teórico a experiencias reales de vida y convivencia.
¿Qué más acciones podemos provocar en el aula?

Fuente: Redacción "Diálogo Educativo".  
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas 


martes, 29 de noviembre de 2016

Bases y métodos para educar el talento artístico



Queremos que nuestros hijos se conviertan en personas con un talento artístico especial. Desde pequeños, los inscribimos en cursos y talleres de capacitación. Una de los métodos más exitosos en el desarrollo de talentos es el método Suzuki.


Fuente: Redacción "Diálogo Educativo".  
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas 


El debate sobre si el talento nace o se hace ha dado mucho qué hablar. A mediados del siglo XX, el maestro de violín Shinichi Suzuki propuso un método de enseñanza para alentar el aprendizaje temprano. Casi 70 años más tarde, muchas de sus experiencias han sido aplicadas en otros escenarios de educación más allá de la música.

Shinichi Suzuki (Nagoya,1898-Matsumoto,1998) fue un violinista, pedagogo, filósofo y humanitario japonés que revolucionó el mundo pedagógico con su método de enseñanza. La base que sustenta su sistema de enseñanza considera que la habilidad no es algo innato y que, por tanto, el talento puede ser fabricado. 

Cualquier niño es capaz de desarrollar habilidades superiores si se utilizan los métodos correctos en su entrenamiento, “de hecho, todos los niños del mundo crecen con un método educativo perfecto: su lengua materna. ¿Por qué no aplicar este método para enseñar otras facultades?”. Desde esta forma de ver las cosas, Suzuki analiza las dinámicas de aprendizaje que permite a los niños hablar una lengua a temprana edad. Si se logra aplicar las mismas técnicas a la enseñanza de un instrumento musical, el resultado ¡podría ser similar!
  

La base pedagogía del método Suzuki explora la capacidad cognitiva de 
los niños. Al igual que el aprendizaje de una lengua materna, pueden 
desarrollar las bases de un talento musical (y artístico) a tempranas edades.

La dedicación continua y sistemática sostienen los pilares del método.
La naturalidad con la cual los niños aprenden un idioma se traslada a la enseñanza de los lenguajes artísticos. La escucha, la imitación y la repetición son los ejercicios que permite adquirir el talento de manera natural.

La psicóloga Anna Garí Campos destaca los ritmos de aprendizaje que el método Suzuki dispone. El sistema diseñado por el maestro Shinichi Suzuki propone dos tipos de lecciones: las individuales y las grupales. En la lección individual se trabajan elementos específicos para hacerlos lo más fáciles posible. Por ejemplo, se trabaja la postura del cuerpo, el movimiento del arco (en los instrumentos de cuerda, como el violín o el violonchelo), la colocación de las manos (sobre el piano, sobre el violín), el trazo en las artes plásticas.

El complemente al trabajo individual se logra a partir de las clases de grupo. En estas sesiones el niño puede compartir la música con los otros niños, reforzando todo aquello que ha aprendido en la clase individual. Aprende a tocar junto con otras personas, actividad que le obliga a desarrollar estrategias diferentes a las utilizadas en la clase individual, por ejemplo, escuchar qué hacen los otros, seguir el ritmo de los demás, tocar más fuerte o más flojo según lo hace el grupo, etc..
A parte de esto, los beneficios sociales de las clases en grupo (pasárselo bien con sus compañeros, recibir la valoración de los otros) son un gran estímulo para practicar más en casa. La participación de la familia respalda el trabajo realizado y motiva al estudiante a superarse cada día más.




El método Suzuki concede una gran importancia al papel de los padres 
en el aprendizaje de su hijo. De hecho, se pide que cuando el niño 
es muy pequeño, uno de los padres acompañe en clase a su hijo y el 
profesor, formando de esta manera el llamado “Triángulo Suzuki“. 

En esta triple interacción se generan las condiciones adecuadas para formar el talento. En el manual pedagógico elaborado por la Federación del Método Suzuki se resalta que “el destino de los niños yace en manos de sus padres”. Y hace un llamado explícito: “Padres, debemos motivar constantemente a nuestros hijos”.

La mayor influencia que un niño puede tener proviene del entorno de los padres cuya responsabilidad mayor en la consecución de cualquier objetivo es la de infundir seguridad a sus hijos. Esta seguridad se traduce en alimento, abrigo, educación y en una inmensa ternura. En la familia, el padre o la madre y el niño ya tienen una relación establecida y desde antes de empezar a tener clases formales, le dan la entrada en su relación al profesor formando un equipo para que les guíe con el aprendizaje del instrumento y les ayude a crecer a muchos niveles”. (Formación de Profesores método Suzuki)

Shinichi Suzuki era hijo de un fabricante japonés de instrumentos musicales. A pesar del interés de su padre para que aprendiera a fabricar violines y continuar con el emprendimiento familiar, el joven Shinichi experimentó la magia del violín. Todo apunta a una pieza musical como la clave de la inspiración. El “Ave María” compuesto por Frans Schubert e interpretado por Mischa Elman despertó el impulso musical del maestro Suzuki.


Su formación musical se inició en el conservatorio de música de Tokio para completarse en Berlin. Tras su retorno a Japón inauguró un instituto de enseñanza musical que pronto se convertiría en el Centro de Investigación de la Educación del Talento, centro que en apenas 10 años logró en reconocimiento internacional.
Su impulso por dotar de oportunidades a los niños le permitió aliarse con la actriz Liza Minnelli y el premio Nobel de la Paz, Linus Pailing, para promover el Instituto para el Logro del Potencial Humano una organización sin ánimo de lucro que pretende mejorar el desarrollo neurológico de niños que han sufrido una lesión cerebral.

El método Suzuki desarrolla un plan de trabajo metódico. Primero se escucha la pieza que se debe interpretar. De esta manera el estudiante ya tiene una idea previa de cómo tiene que sonar la pieza antes de tocarla. Escuchar la pieza de manera reiterada, mientras sus padres le llevan en coche o cantando por la casa la canción que él está estudiando en aquel momento. El siguiente paso consiste en repetir e imitar la interpretación para adquirir los diversos matices que cada obra propone.

Las canciones y obras que los niños aprenden con el método Suzuki son muy atractivas, de forma que motivan al niño a aprender otras nuevas y así avanzar hacia obras más difíciles.


UN DECÁLOGO DE TALENTO


La Educación de Talentos, sintetiza la psicóloga Anna Garí Campos, prepara las condiciones necesarias para el desarrollo pedagógico:

·             El ser humano es un producto de su medio ambiente.

·             Cuanto más temprano, mejor. No sólo en la música, sino en todas las ramas del aprendizaje.

·             La repetición de las experiencias es importante para el aprendizaje.
·             Los maestros y padres (el ambiente adulto humano) debe estar al nivel más alto y continuar su crecimiento para proveer una mejor enseñanza para el niño.

·             El sistema o método debe incluir ilustraciones para el niño, basadas en el entendimiento del maestro del cuándo, qué y cómo. 

El decálogo del método Suzuki requiere un trabajo de confianza, entusiasmo, amor y respeto para lograr un aprendizaje exitoso: 

1. Todos los niños tienen talento.
2. Paciencia, cariño y aliento
3. Comienzo temprano (3-4 años)
4. El corazón del método es la familia
5. Nunca obligar, siempre disfrutar
6. Poco a poco y sin prisa
7. Escuchar
8. Repetir
9. Practicar y escuchar todos los días
10. Educación global


Fuente: Redacción "Diálogo Educativo".  
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas 



viernes, 25 de noviembre de 2016

La literatura se mete en las venas a través del ejemplo de padres y maestros




-       Son diversas las formas que tenemos para acercarnos a la lectura. Algunos llegan a una edad temprana, otros en su adolescencia. Pero todos, descubren en la lectura una forma de abrirse al mundo de la imaginación y crear nuevos espacios.


Fuente: Redacción "Diálogo Educativo".  
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas 

“Mi abuela nos reunía a todos en el salón y nos contaba multitud de historias. Algunas eran cuentos que leía, otras eran fabricados por su imaginación” recuerda Giovanna. “Sufría de asma cuando era niño. No podía salir a la calle a jugar con mis primos. Descubrí un libro de Julio Verne y empecé a leerlo. Sentí la emoción de la aventura” confiesa Federico.

Son diversas las formas que tenemos para acercarnos a la lectura. Algunos llegan a una edad temprana, otros en su adolescencia. Pero todos, descubren en la lectura una forma de abrirse al mundo de la imaginación y crear nuevos espacios.
El profesor de literatura Manuel Mena (Colegio Alemán en Santa Cruz) revela cómo provoca en los estudiantes la inquietud por la lectura. Durante la clase comparte con ellos un breve relato extraído de un libro. Trata de que el relato tenga la suficiente fuerza para que el estudiante proyecte una historia completa. La diversidad de historias que surgen en el aula impulsa a más de un estudiante a buscar el libro y “salir de la duda”. Así, logra despertar el gusto por la lectura en los jóvenes.




Los expertos consultados consideran que el cuento es el primer paso para 
el hábito de la lectura. Giovanna Rivero, escritora y periodista, 
valora la importancia del cuento por la intensidad que contiene.  

En pocas palabras se sintetiza un relato simple. El lector, en este caso el estudiante, completa las partes narrativas ausentes con el aporte de su imaginación. Sueña el cuento. Mena respalda esta propuesta y comenta el interés que despiertan las fábulas no solo para incentivar la lectura, sino también para reflexionar sobre la vigencia de valores. “El cuento es muy asequible al iniciante”, concluye el profesor Mena.

“El cuento gana a la novela por KO” declaraba orgulloso Cortázar. La fantasía vuela en la narración invitando al estudiante a sentir experiencias literarias como propias.

De sobra son conocidos los beneficios de la lectura. El enriquecimiento del vocabulario conlleva una mejora en la capacidad expresiva. La suma de ambos aporta al conocimiento de los recursos gramaticales y narrativos; fortalece la capacidad expresiva. La lectura también activa las competencias de comprensión. El estudiante que lee de manera habitual edifica un sentido de abstracción sustentado en la imaginación. La narrativa escrita, a diferencia de la audiovisual, “obliga” al estudiante a recrear los personajes, escenarios y ambientes.
Este ejercicio simple de construir las imágenes mentales de la historia repercute directamente en la capacidad de abstracción y, a la larga, en el sentido de observación. En resumen, la lectura abre la mente y alienta el espíritu crítico.




Violeta Adorno, asesora pedagógica de la Editorial Bienaventuranzas, 
detecta que los índices de lectura en los colegios han disminuido. 
“El cumplimiento del programa resta tiempo de lectura. Ya no es viable
 la hora de la lectura”, observa la licenciada.

Para la experta en educación infantil, el docente debe trabajar el hábito de lectura en el aula. Refuerza las ideas que expresó anteriormente el profesor Manuel Mena y sugiere promover espacios de lectura compartida. El reto docente consiste en provocar en los estudiantes el “gusto por la lectura”, un afecto hacia los libros y las historias que esconden.

El acceso a los libros suele ser el principal problema que nos encontramos en los centros educativos. Las bibliotecas carecen de libros y, rara vez, los ceden abiertamente para que los estudiantes dispongan de ellos. Adorno sugiere practicar la idea del “libro viajero”. Mediante esta dinámica, el aula dispone de un pequeño conjunto de libros que rotan de mano en mano entre los estudiantes. Cada día (o semana) un estudiante se lleva un determinado libro a casa y a su retorno comparte algo de la lectura con los compañeros. El libro, como un testigo de carrera de relevos, pasa a otro compañero que continua la lectura. En poco tiempo, los estudiantes sentirán la necesidad de leer en primera persona la historia, sin esperar a un turno futuro.




Los profesionales consultados coinciden en despertar la inquietud para lograr un buen hábito de lectura. La “técnica” de obligar y controlar la lectura mediante pruebas y controles es, ante todo, reactiva. Únicamente consigue enemistar a los estudiantes con la lectura. La sienten como un castigo, algo desagradable. 

La dotación de una biblioteca de aula se perfila como una actividad grupal integradora. Cada estudiante aporta un libro de su preferencia. La suma de todos los libros permitirá compartir gustos diferentes bajo un mismo criterio: el respeto.
La lectura de nuevas ofertas narrativas, diferentes a las elegidas por uno, ayuda a cada estudiante a expandir su conocimiento y forjar nuevas maneras de percibir el mundo. Poco a poco, se logrará nuevos lazos de interrelación entre los estudiante. Se pasará de compartir libros a compartir experiencia.

La biblioteca compartida de aula será un espacio gestado y gerenciado por los propios estudiantes. La lectura será, más que nunca, un tesoro que todos cuidarán celosamente.


UN LIBRO A MEDIDA


Incentivar la lectura es factible a cualquier edad. Violeta Adorno aconseja algunas pautas para diversas etapas del crecimiento. Eso sí, despertar el interés por la lectura es la única receta que garantiza los resultados.

-       Niños

El ejemplo que los padres puedan inculcar a los hijos es el principal incentivo para que vean la lectura como algo agradable. Un padre que lee transmitirá a sus hijos el gusto por los libros.
La lectura compartida es otra práctica interesante para incentivar el gusto por la lectura. En la actualidad existen libros direccionados para cada edad, llenos de dibujos e incluso interactivos. Permite a los niños sentir los libros.

Adorno sugiere que los niños toquen los libros, se apropien de ellos. Como padres de familia, y en un afán por conservar el libro, tratamos de prohibir al niño que acceda a los libros ¡sería una barbaridad que los manchen o rompan! Al alentar esta prohibición se despierta un temor en el niño hacia el libro, y por tanto, hacia la lectura.

-       Adolescentes

El joven ansía tomar sus decisiones propias. Conviene que disponga de un espacio propio donde conforme su biblioteca personal. Sus libros, su ambiente, su tiempo de esparcimiento. Debe ser un espacio divertido.
Más allá de ser un espacio de aislamiento del joven, los padres deben buscar un punto de encuentro. Cada jornada de lectura debe acompañarse de un momento de conversación. El diálogo servirá para fortalecer la comprensión del texto y extraer un aprendizaje de cada lectura.

Una forma de incentivar y motivar la lectura consiste en celebrar cada libro concluido. Un “premio” alentará al joven a continuar y disfrutar este espacio de lectura.

-       Adultos

Iniciarse en el hábito de lectura en la edad adulta resulta una labor compleja. La falta de tiempo, el exceso de obligaciones y las prioridades diversas reducen el espacio dedicado a la lectura.
Un detonante suele ser un buen inicio para empezar. Un libro sobre cómo encarar la paternidad, una novela compartida con el hijo o un libro sobre curiosidades pueden servir para despertar las sensaciones. Y es que resulta complicado competir con un recuerdo negativo provocado por algún libro (normalmente vinculado con la época escolar).  Despertar a la lectura supone abrirse a un mundo de maravillas. Nunca es tarde para dar el primer paso.

Fuente: Redacción "Diálogo Educativo".  
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas