Dedicada a los docentes

Revista Digital de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas, un proyecto de la Conferencia Episcopal de Bolivia.

jueves, 30 de julio de 2015

Cómo ayudar a los niños a superar el miedo al colegio


El trayecto de la casa al colegio es, para Mateo, una tortura. Cada mañana, su cuerpo se resiente con síntomas como la fiebre o sudoración de las manos. Para su madre, es difícil dejar a Mateo en la puerta del colegio mientras llora desconsoladamente. El miedo al colegio afecta, alguna vez en la etapa escolar, a 7 de cada 10 niños.

 

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El miedo por ir al colegio es un síntoma muy común en los niños. Un pánico irracional envuelve a los niños cuando saben que tienen que ir al colegio. En algunos casos, el miedo se refleja en síntomas febriles o dolores intensos. Ante este cuadro, los padres optan por quedarse en casa con su hijo y retrasar el retorno a la escuela.


Los estudios elaborados por la psicóloga Blanca Betes Tejero muestran que este fenómeno de miedo a la escuela es más frecuente en los niños de primaria, sobre todo cuando inician su etapa de escolaridad. Betes apunta que en la secundaria este miedo es menos frecuente, pero responde a causas más profundas.


Blanca Betes Tejero considera la fobia escolar como “el rechazo prolongado que un niño experimenta a acudir a la escuela por algún tipo de miedo”. Junto a otros psicólogos, diferencian la fobia del rechazo escolar. Mientras la primera provoca un temor irracional en el niño y se manifiesta en síntomas clínicos, el rechazo escolar responde a una decisión consciente del estudiante que se niega a ir al colegio en un determinado momento. Los datos son reveladores. El 69% de los estudiantes ha sufrido algún tipo de miedo relacionado con el colegio. En algunos casos, los miedos dejan de ser transitorios y se convierten en fobias. El niño está dominado por el miedo descontrolado más allá de las explicaciones racionales. En estos casos dramáticos, es necesaria la ayuda psicológica para vencer el miedo.



Los datos recopilados por Blanca Betes relacionan el miedo escolar con tres causales. Un factor generador del miedo es la propia escolaridad. Los niños rehúyen de la escuela por conflictos con los docentes o con sus propios compañeros. También resulta frecuente los casos de bajo rendimiento escolar como detonante del miedo. En un segundo bloque de causas se puede incluir los sucesos vitales negativos que afectan al menor. Es llamativo como las separaciones familiares repercuten directamente en una desidia por la escuela. Finalmente, la sobreprotección familiar supone un tercer bloque de causas que generar o refuerzan el miedo a la escuela.

Los síntomas de la fobia escolar abarcan desde dolor de cabeza o estómago hasta vómitos, fiebre y trastornos del sueño. Estos síntomas se recrudecen en los momentos previos al salir de casa. Con frecuencia, las escenas de lloros y rabietas acompañan al miedo. Lo curioso es que, una vez que el niño percibe que no va al colegio, los síntomas decaen y recompone inmediatamente la salud.


Para José Antonio Marina, los niños anticipan consecuencias negativas antes de generar el miedo. Los docentes se convierten en los primeros aliados para detectar estos cuadros. Sin embargo, reclama, es frecuente ver docentes que apelan al miedo como herramienta pedagógica para establecer el orden; docentes limitados para consolidar propuestas educativas llenas de diversión y alegría.


Para los padres de familia se torna muy difícil actuar en estas situaciones, Por un lado identifican la importancia de llevar a su hijo a la escuela. Por otra están urgidos de llevarlos a un médico que valide la enfermedad. Betes recomienda a los padres de familia tratar de descubrir la causa del problema. Desde el colegio también se asume el reto de colaborar y contribuir en la búsqueda de soluciones al problema. El diálogo fluido entre padres y profesores servirá como elemento de detección y tratamiento ante le fobia escolar. Todos los expertos plantean la transición entre el hogar y la casa como el principal momento de tensión. Si se logra hacer esta transición en un ambiente agradable y amable es factible vencer rápidamente al miedo.



Los padres de familia pueden crear pequeños premios o reconocimientos que ayuden al menor a ver el lado positivo de la escuela. La consecución del premio o reconocimiento le impulsará a superarse y lograr las metas trazadas. Al enfocarse en un aspecto puntual cada vez, logrará las metas grandes sin percatarse de ellas.

Los casos prolongados de fobia requieren tratamiento psicológico.

 


¿Cómo actuar ante la fobia escolar?


1.- Enfrentar la fobia acudiendo diariamente a la escuela. La mejor forma de afrontar el temor es combatirlo directamente. La asistencia diaria a la escuela hará que los síntomas remitan y que se recupere la normalidad.


2.- Mantener la firmeza cada mañana. La “obligación” del niño es asistir a la escuela cada día. Si los síntomas se agravan, el colegio dispone de los mecanismos de atención para ayudar al niño. La actitud sobreprotectora refuerza el temor del niño por ir a la escuela.


3.- Acudir al médico para que ratifique los síntomas el mismo día. Antes de conceder un día de descanso, es bueno que se certifiquen médicamente los síntomas.


4.- Solicitar ayuda en la escuela para que el docente intervenga. El apoyo que reciban los padres desde todas las instancias es necesario para superar el miedo.


5.- Hablar con el niño sobre el temor que le genera la escuela. La conversación debe realizarse en un momento de calma y nunca aleccionado por la rabieta. Los padres revelarán la importancia de la escuela y buscarán en este diálogo las causas que han provocado el miedo. Entre todos, se asume el compromiso de revertir la situación.



6.- Ayudar al niño para que pase más tiempo con otros niños y pueda de estar manera sociabilizar con sus pares.

 

 

 

“LOS MIEDOS ENTORPECEN EL DESARROLLO DEL NIÑO”


El reciente libro de José Antonio Marina, pedagogo y filósofo español, indaga en el terreno de los miedos infantiles. El título “los miedos y el aprendizaje de la valentía” está destinado para padres y profesores.


El miedo es un sentimiento natural en el ser humano. Marina identifica “miedos que nos protegen y miedos que nos destruyen. Estos últimos, aclara, son nuestros enemigos y como tal hay que declararles la guerra”.


Los miedos se convierten en frenos que retienen el crecimiento del niño, “pueden llegar a entorpecer su desarrollo”, sentencia Marina. En su libro plantea la pedagogía del coraje como mecanismo para afrontar y vencer los miedos.

Los niños “copian” los miedos que los padres les inculcan. La actitud sobreprotectora de los padres se convierte en el principal generador de miedos. Como afirma Marina “si quiere un hijo miedoso, protéjale y resuelva sus problemas”. Destaca el papel de la familia como un espacio de resolución de problemas, una escuela de valentía donde el niño enfrenta los problemas.


La sobreprotección familia enseña al niño a validar el miedo como comportamiento. Antes de lanzar a resolver problemas nuevos, se oculta y justifica su comportamiento. El niño que no quiere ir a la fiesta, valida su respuesta afirmando que le gusta quedarse en casa, evadiendo el problema.


La comunicación fluida entre padres e hijos es fundamental para superar los miedos. La sensación de miedo se produce, generalmente, ante lo desconocido. El diálogo de padres con hijos esclarecerá muchas de las sensaciones nuevas que pueda tener el niño. El acompañamiento y la invitación a descubrir cosas nuevas serán vitales para afrontar los miedos con valentía.

 


Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"

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martes, 28 de julio de 2015

Siete cosas que jamás debe hacer con sus estudiantes




Ser docente requiere una vocación especial. Cada una de las actividades que afronta están cargadas de un amor especial. Con frecuencia, los profesores se convierten en unos padres dentro de la escuela. Más allá de este amor y dedicación a la educación, las tensiones y los problemas externos irrumpen en el aula y perjudican la actuación docente.

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El escritor brasileño Augusto Cury revela los siete pecados capitales de los educadores en un libro titulado “Padres brillantes, profesores fascinantes”.

1

Corregir al alumno públicamente.

La corrección es una parte importante del aprendizaje. El estudiante interpreta el error y construye, desde ese punto, el nuevo conocimiento. ¿Cómo indicar al estudiante que ha cometido una equivocación y dar paso al aprendizaje? El docente no debe exponer a un estudiante ante el conjunto de la clase. La observación de un error se plantea a partir de la actividad. En todo momento, es preferible anteponer el valor de la persona ante la equivocación.

2

Expresar autoridad con agresividad.

El docente construye una relación de autoridad en el aula. La forma de consolidar esta voz de mando es múltiple. Se recomienda que el diálogo permanente construya un ambiente de confianza donde todos los estudiantes se desarrollen con libertad y responsabilidad.  Los educadores que imponen su autoridad con actitudes agresivas y prepotentes son aquellos que le tienen miedo a sus propias fragilidades. Suplen con cierto despotismo la falta de confianza. Para que se tenga éxito en la educación, es necesario considerar que el diálogo es una herramienta educacional insustituible.



3

Obstruir a la infancia del niño  con actitudes críticas.

Estar al frente de un grupo de 25 estudiantes es complejo. Como docente, tratamos de encarrilar las actividades bajo una programación previamente dispuesta. Nos cuesta replantear las cosas para generar nuevas propuestas.
La creatividad de los estudiantes rompe las líneas acordadas para el trabajo del aula. La reacción del profesor es clave en estos momentos. Cury identifica dos perfiles para atender estos casos. Los débiles condenan, los fuertes comprenden, los débiles juzgan, los fuertes perdonan. Los débiles imponen sus ideas a fuerza, los fuertes las exponen con afecto y seguridad.

4

Castigar cuando se esté con rabia y poner límites sin dar explicaciones.

La madurez de una persona se revela por la manera inteligente con que corrige a alguien. El orden dentro del aula corresponde al docente y debe saber disciplinar los comportamientos. En cada acción de orden se refleja un valor de convivencia. La reacción del docente será un espejo donde los estudiantes maduren sus comportamientos.
Las reacciones hormonales, airadas proyectan un comportamiento irritable. El estudiante se retraerá y desconfiará del docente. En la educación, es aconsejable guardar silencio primero y después proponer las acciones de disciplina. Es bueno exponer los argumentos para que se comprenda la relación causa efecto dentro del aula.
Augusto Cury aconseja elogiar al estudiante y realzar la importancia de su participación correcta en los procesos. La receptividad del estudiante será más amable ante este comportamiento que ante un docente que lo observa, resalta sus defectos y lo corrige.


5

La impaciencia no educa.

El ambiente de trabajo colaborativo resulta clave en el aula. El docente impone un estilo de relacionamiento. La capacidad de comprensión permite conocer las individualidades y tratar a cada estudiante de una manera diferente. El afecto es la herramienta ideal para ablandar los comportamientos difíciles. El docente descubre los problemas que acechan a los estudiantes “difíciles” y con afecto busca resolverlo.
La impaciencia que nos desborda en algunas ocasiones tensa la relación entre estudiante y docente. Detenerse un instante, recuperar la calma y actuar con sabiduría ayudará a revertir las situaciones desagradables que se padecen en las aulas.

6

Incumplir con la palabra ofertada.

El margen de actuación del docente está establecido por la credibilidad que provoca en los estudiantes. La honestidad y la franqueza son exámenes que todos los días evalúan la relación. La coherencia entre lo predicado y lo actuado será la pauta de comportamiento que los estudiantes asuman.
Cumpla lo que promete. La confianza, expresa el libro “Padres brillantes, profesores fascinantes”, es un edificio difícil de ser construido, fácil de ser demolido y muy difícil de ser reconstruido.

7

Destruir la esperanza y los sueños.

La mayor falla que los educadores pueden cometer es destruir la esperanza y los sueños de los jóvenes. Sin esperanza no hay caminos, sin sueños no hay motivación para caminar. El mundo puede caer sobre una persona, ella puede haber perdido todo en la vida, pero, si tiene esperanza y sueños, ella tiene brillo en los ojos y alegría en el alma.


  Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"

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