El paradigma
es la autonomía del aprendizaje. El estudiante debe definir qué contenidos son
útiles y significativos para resolver sus problemas y los de su entorno. Además
debe elegir las herramientas a su disposición para acceder al conocimiento.
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El estudiante se ha convertido en el protagonista de los procesos de
aprendizaje. Las nuevas corrientes educativas realzan el papel del aprendiz
como centro del proceso de enseñanza. En este marco, la autonomía del
aprendizaje se presenta como la tendencia innovadora en las aulas.
La teoría constructivista ofrece un protagonismo especial al estudiante.
El profesor actúa como un facilitador en el aprendizaje, un acompañante en el
viaje educativo que desarrolla el alumno. La clase se diseña, dentro de este
paradigma educativo, en una organización didáctica que aliente el aprendizaje
significativo en el estudiante. El objetivo final que se traza para la
educación consiste en formar a los futuros profesionales preparados para
desenvolverse en los contextos de cambios permanentes que caracterizan a la
sociedad moderna.
El profesor de didácticas especiales de la Universidad de La Laguna, José
Luis Vera, enfatiza la necesidad de formar a estudiantes para que puedan afrontar
los cambios constantes que se producen en nuestro entorno. Las revoluciones
tecnológicas, los avances médicos y las innovaciones en áreas técnicas reclaman
a los docentes un criterio de enseñanza más dinámico. El fundamento educativo
que ilumina al docente se centra en formar estudiantes capaces de afrontar los
cambios de la vida.
La pedagoga Marta Navarro, de la universidad Católica San Antonio
refuerza esta necesidad. De acuerdo a la catedrática, “el aprendiz está en
disposición a hacerse cargo del propio aprendizaje”.
Ambos expertos proponen el “aprender a aprender” como la máxima que
alumbrará el proceso de enseñanza aprendizaje.
Si le das
un pescado a un hombre, lo alimentas por un día.
Si lo
enseñas a pescar, lo alimentas para toda la vida.
Confucio
551- 479 AC
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El proceso de aprendizaje no responde a una lógica acumulativa. Algunos
docentes plantean sus prácticas con metodologías basadas en la memorística o la
acumulación de saberes que deben replicarse, casi literalmente, en los
exámenes. En estos casos, el estudiante se siente en la obligación de acumular
las lecciones para demostrar, al final del proceso, su capacidad de
almacenamiento.
El aprendizaje significativo establece diversas relaciones entre los
conceptos que se desarrollan en el aula. Para considerar el aprendizaje como
útil, el docente debe alentar en el estudiante la necesidad de vincular los
aprendizajes nuevos con los saberes ya asimilados. En este contexto germina la
idea de autonomía del aprendizaje, un contexto que propone al estudiante diversos
caminos para construir el aprendizaje, de acuerdo a los ritmos, a los
mecanismos y a los métodos de cada estudiante.
Uno de los principales exponentes de esta corriente pedagógica, el
francés Henry Holec define la autonomía del aprendizaje como “la creación y
potenciación de estrategias individuales en el alumno traducido en una
responsabilidad sobre su propio proceso de aprendizaje”. En este sentido, la
autonomía se proyecta como una capacidad del estudiante para determinar su
proceso de aprendizaje con responsabilidad. Así lo refuerza Navarro cuando
considera que “la autonomía se caracteriza por la disposición a hacerse cargo
del propio aprendizaje al servicio de las propias necesidades y propósitos”.
La determinación personal del estudiante dentro del marco del aprendizaje
se compagina con el acompañamiento docente. La autonomía del aprendizaje no
significa el alejamiento del profesor; reclama, más bien, la interconexión
entre las planificaciones académicas del docente y las necesidades propuestas por
el estudiante. El reto docente se centra en inducir en el estudiante los
criterios de responsabilidad necesarios para alentar el aprender a aprender y
aprender a pensar, como facetas necesarias para la vida.
Ninguna institución educativa, explica José Luis Vera, puede proporcionar
a sus estudiantes los conocimientos y destrezas necesarios para el desempeño en
la vida. Por ello, la meta educativa se establece en educar para la vida,
creando las bases para que el estudiante aprenda a formarse en cada una de las
etapas de la vida.
Alcanzar la autonomía del aprendizaje requiere un adiestramiento
progresivo. Los estudiantes ejercitan en el aula diversas dinámicas para lograr
esa autonomía que les otorgue la claridad en la determinación. Vera recurre a
un ejemplo para mostrar la importancia del entrenamiento. Propone la metáfora
del aprender a nadar como muestra. El profesor de natación irá preparando paso
a paso al nadador hasta que pueda acceder a la piscina sin ayuda externa. Así,
plantea Vera, se ejercita la autonomía del aprendizaje: el profesor acompañará
al estudiante en el proceso y, de manera paulatina, se irá retirando para que
pueda asumir de manera más libre el aprendizaje que requiere.
La consolidación de la autonomía
provoca un cambio de actitud en el aula. Tanto docente como estudiante asumen
un papel de colaboración mutua como dinámica para alcanzar los objetivos. La
co-responsabilidad de profesor y estudiante permitirá delimitar las metas y
objetivos de la materia, así como las dinámicas para alcanzarlas y las pautas
de evaluación para mediarlas. Ambos son responsables de trazar el camino y de marcar
el ritmo de aprendizaje requerido.
El proceso de implementación de autonomía es gradual y se debe asumir los
riesgos que la acompañan. El principal problema del fortalecimiento de la
autonomía del aprendizaje radica en su imposibilidad para retornar a un sistema
tradicional. Una vez que el estudiante conquista la posibilidad de determinar,
aunque sea parcialmente, sus necesidades de aprendizaje, no hay como volverse
atrás. Es un camino sin retorno en el cual crece el protagonismo del estudiante
y se relega, en parte, el papel del docente como centro del aprendizaje. El
docente coordina y desarrolla los saberes que aporten al estudiante, partiendo
de sus realidades para alcanzar los objetivos establecidos en común. Durante
los cursos iniciales, el papel decisorio del docente estará más marcado. Poco a
poco cederá el terreno a los estudiantes en la determinación de los aprendizajes.
Algunos profesores han criticado esta propuesta argumentando que supone
la sustitución del docente en el aula. Marta Navarro matiza el alcance de la
autonomía y lo diferencia del proceso de “independencia”. No se trata de
“abandonar” al estudiante. El docente acompaña el aprendizaje del estudiante cediendo
los espacios para que cree sus propios sistemas de aprender. En caso de que se
trate de un ejercicio alentará al estudiante para que lo resuelva
autónomamente, a pesar de estar presente para apoyar el trabajo. Refuerza la
idea de la autonomía como un proceso paulatino que el estudiante debe ir
transitando y así prepararse para la vida después de la escuela.
Es deseable que se inicie el entrenamiento de la autonomía del
aprendizaje por aquello que resulte más fácil y sencillo para el estudiante. De
manera gradual se cederán espacios para el control, la reflexión o crítica
constructiva. Un camino que conviene recorrer poco y bien antes que rápido y
mal.
PARECIDOS PERO NO
IGUALES
El estudio elaborado
por Marta Navarro descubre diversos términos similares a autonomía del
aprendizaje. Diferenciar los alcances de cada uno de ellos permitirá conocer
adecuadamente el valor de la autonomía del aprendizaje.
Navarro resalta la
noción de responsabilidad como elemento recurrente en todas las acepciones.
El estudiante asume en plenitud su nuevo protagonismo educativo y, fruto de
ello, su actitud determinará el éxito de cualquier proceso de aprendizaje.
1.
Auto- instrucción
Identifica a las
situaciones de aprendizaje en las cuales el estudiante, solo o acompañado de
sus semejantes, asume la actividad sin la participación del docente.
La autonomía del
aprendizaje no excluye al docente del proceso, más bien le posiciona como el
garante del proceso.
2.
Auto-dirección
Hace referencia a la
definición de la dirección que asume el proceso de aprendizaje. El
estudiante, en el marco de su responsabilidad, negocia con el docente el
rumbo que deberá seguir la clase o el tema asignado. La implementación de
dirección asumida es independiente de la toma de decisión. El docente puede
asumir el desarrollo de la clase si así se determina por parte de los
estudiantes.
Navarro considera
que la actitud responsable en el aprendizaje propio apela a una actitud
mental. Tomar decisiones supone una parte del proceso de autonomía, pero no
la única. Llevar adelante las decisiones asumidas y ser responsable por el
cumplimiento de las mismas amplia el concepto de auto-dirección.
3.
Aprendizaje
auto-dirigido
La amplitud que
abarca el concepto de este término es tan amplia que muchos autores consideran la autonomía del
aprendizaje como una parte de esta idea.
El aprendizaje
auto-dirigido señala el control que el estudiante tiene del proceso, desde su
planificación hasta su evaluación y conclusión. En definitiva, “construyen e
implementan su propio programa de aprendizaje”
4.
Individualización
En los años 70 se
identificaba con la individualidad para referirse a los planes de trabajo
propuesto por el docente y que se desarrollaban de manera individual por los
estudiantes. En estas planificaciones era el docente quien definía las
necesidades académicas.
A partir de los 80,
se asemeja más al concepto de educación personalizada. De este modo, el
docente considera la diversidad del aula para atender a cada estudiante de
manera individualizada.
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LOS PILARES DE LA AUTONOMÍA DEL APRENDIZAJE
El doctor en pedagogía y educación, Ernesto
Martín Peris establece los tres pilares de la autonomía del aprendizaje
La negociación, que
puede darse en relación con los objetivos, los contenidos y los
procedimientos. La negociación se concibe en dos dimensiones. La idea de
“pacto asambleario” ayudará a determinar las pautas genéricas de interacción.
Aspectos como las condiciones de trabajo o las pautas de respeto serán
consideradas entre docente y estudiantes para concretar unas reglas
consensuadas.
En un segundo momento, negociación se plantea como el
mecanismo para definir los aspectos o necesidades que se deben cubrir entre
todos. En este sentido, el docente comprenderá que los intereses expresados
por los estudiantes (referidos al tema de trabajo) serán fundamentales para
alentar la motivación de los mismos.
La autoevaluación,
del proceso de aprendizaje. Los
estudiantes implementarán actividades de autoevaluación para medir sus
esfuerzos y sus avances. El docente escuchará también las percepciones que
los estudiantes hayan plasmado referentes al proceso de aprendizaje
desarrollado. El proceso de autoevaluación permitirá replantear y mejorar las
dinámicas dispuestas para así alcanzar las metas trazadas.
El desarrollo de técnicas
y estrategias de aprendizaje y de comunicación.
Cada estudiante desarrolla los
mecanismos y estrategias de aprendizaje que mejor se amolden a su
experiencia. El docente identifica y conoce estas estrategias y trata de
adaptarse para lograr los resultados óptimos en cada uno de los procesos.
Para alcanzar los objetivos, es factible ampliar el espacio de aprendizaje
fuera del aula y adaptarse a los ritmos y mecanismos de aprendizaje.
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Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"
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