Dedicada a los docentes

Revista Digital de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas, un proyecto de la Conferencia Episcopal de Bolivia.

jueves, 17 de diciembre de 2015

La educación del “Yo puedo” o cómo aprovechar el error en el aprendizaje




DESIGN FOR CHANGE propone un nuevo sentido de la educación. A partir de una experiencia familiar, la diseñadora india Kiran Bin Sethi ha aplicado las claves del diseño al proceso educativo. El error se convierte en una oportunidad de aprendizaje, afirma. El modelo se aplica en 35 países.

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Todo comenzó una jornada al retornar del colegio. Raag, el hijo de Kiran, llegó triste de su escuela. Se había esforzado para elaborar una redacción sobre las vacas. Sin embargo, la calificación del docente no valoró el esfuerzo y le devolvió una pésima calificación. Para Raag, de sólo 5 años, eso suponía un mensaje rotundo: “no puedo”.

Kiran Bin Sethi se sintió desolada al descubrir el desánimo de su hijo. En ese momento consideró la necesidad de proponer un modelo educativo que despertase las capacidades de los estudiantes. Como diseñadora, creía firmemente que “cada situación no es un problema, sino una oportunidad”. Quería implementar esa idea en la educación.  

En 2001 inició su proyecto educativo Design for Change desde el centro educativo Riverside School, en la India. Su modelo educativo rescata los cuatro pasos del diseño como eje de la formación académica. Quiere, ante todo, posicionar al estudiante como el centro de la educación, hacerle creer y crecer en sus posibilidades.


“La visión era la sencillez: todos los días tendríamos que conseguir que nuestros niños creyeran que podían. Que tenían este súper poder de “yo puedo”, no para navegar en el mundo, sino para darle forma y hacerlo mejor”, cuenta Kiran.

El proceso de formación trata de despertar la creatividad de los estudiantes en cada una de las dinámicas de aula. El “yo puedo” que desea inspirar está vinculado al desarrollo de capacidades. Dentro del aula, aplica la lógica del diseño en cuatro pasos:

  1. Sentir: entender el presente y la situación, no se puede hacer algo sin entender lo que está sucediendo y detectar las necesidades más importantes. Así, se debe empezar con la empatía, algo que se ha perdido bastante en la educación.

  1. Imaginar: una vez que se cree que es posible hacer algo mejor, viene la imaginación, las ganas de idear algo que solucione un problema. Está acompañado de la responsabilidad ética del cambio, donde no se puede culpar más al sistema, al profesor, a la política o al gobierno. Es momento de que uno se haga cargo del desarrollo personal.

  1. Hacerse suele imaginar mucho en las clases, como ejercicio, pero se lleva poco a la realidad, al hacer. La idea es ejecutar, poner ese cambio en acción y en eso se mide la excelencia. Es importante inspirar a los niños a que desarrollen este concepto en vez de la perfección.

  1. Compartir: luego de haber generado un impacto con el proyecto, hacer que las otras personas sientan que también pueden lograr cosas, llevar las ideas para inspirar a los demás, elevación.


El modelo educativo Design for Change se identifica por estos cuatro pasos que van de la mano de 4 valores fundamentales para la vida: empatía, ética, excelencia y evaluación).

El proyecto se inició con sólo 25 estudiantes. El crecimiento de Desing for Change ha sido exponencial. Actualmente, esta metodología alcanza a más de 25 millones de niños a lo largo de 35 países. Y tan solo en 15 años. En Chile, uno de los países que ha implementado esta pedagogía en algunos colegios ya se destacan los resultados. Para Natalia Allende, una de las iniciadoras, Desing for Change “es un modo de enseñar, pero sobre todo, un modo de ver la vida y de entender a los niños”.


El detonante que alumbró a Kiran para revolucionar la educación partió del sistema de calificación. El docente dispone de la autoridad, muchas veces arbitraria, de evaluar a los estudiantes. El éxito, confiesa Kiran Bin Sethi, se mide de acuerdo a las calificaciones y no considerando el progreso de las personas.

Los niños tienen un potencial de aprendizaje increíble. Su capacidad de descubrir y experimentar el mundo que los rodea resulta asombrosa. Al llegar a la escuela, el sistema cambia el proceso. El profesor se convierte en el garante de la verdad y evalúa el desempeño de los estudiantes de acuerdo a parámetros de bien y mal. En definitiva, coarta la libertad de los estudiantes y les involucra en un sistema de obediencia. “Los profesores deben hablar menos y comenzar a escuchar a los niños”, sentencia Sethi.


El método Desing for Change considera cada situación como una oportunidad para generar aprendizaje. No es aceptable la idea de error o fallo. La diseñadora india valora que “nuestros niños deben remover la palabra pero de sus vocabularios”.  Cada actividad de aula permite al estudiante imaginar una forma de conquistar una meta. Y se debe proponer tantas alternativas como sea necesaria para solucionar cada situación. Como expresa su fundadora, el error es un constructo social.

En estos quince años de experiencia, los logros alcanzados por el programa han sido notorios. Destacan las experiencias impulsadas en La India donde los estudiantes organizaron un negocio de joyería que sirvió para financiar actividades en el hospital para niños con cáncer, o la iniciativa de un colegio en Brasil para limpiar las playas de su región. El modelo educativo, valora Natalia Allende, incita a los estudiantes a ser agentes de cambio, solo se requiere que los adultos insistamos en convencer a los niños de que ellos pueden lograrlo.


Estamos perdiendo nuestra habilidad de hacerle creer a nuestros niños que ellos pueden hacer del mundo un lugar mejor", reflexiona Kiran.

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Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"

martes, 15 de diciembre de 2015

Más allá de la currícula: atrévase a despertar la curiosidad de los niños



Marina Tristán, profesora de primaria en el colegio Santa María del Buen Aire (España), ha revolucionado el sistema de enseñanza. Su iniciativa ha sido bautizada como “Trasteando (en) la Escuela), un guiño humorístico que despierta la inquietud de los niños, un sentido natural de curiosidad.


La profesora de educación primaria, Marina Tristán plantea un sistema innovador para primaria. Los estudiantes dejan de lado los libros de texto y proponen un ritmo de trabajo propio. El resultado demuestra un mayor compromiso de los estudiantes con el proceso de aprendizaje.

La motivación del docente es clave para animar al grupo. Un docente entusiasta cautiva y transmite las ganas por aprender en los estudiantes. La libertad de acción alienta la actitud creativa tanto en el capacitador como en los aprendices.
Las condiciones para impulsar estos entusiasmos se ven truncadas por los lineamientos educativos dispuestos. Cada vez es más frecuente recibir un plan de trabajo anualizado con los pasos (demasiado concretos) para cubrir el objetivo diseñado en los currículos. Desde la perspectiva de las autoridades educativas, este método de  trabajo estructurado garantiza la equidad en la educación; un esfuerzo por estandarizar el sistema y dotar a todos de las mismas oportunidades.

Algunos docentes asumen el riesgo de innovar, de imponer metodologías diferentes de aprendizaje. Otros, llevados por el miedo, se mantienen dentro del esquema marcado por los ministerios de educación.


Marina Tristán, profesora de primaria en el colegio Santa María del Buen Aire (España), ha revolucionado el sistema de enseñanza. Su iniciativa ha sido bautizada como “Trasteando (en) la Escuela), un guiño humorístico que despierta la inquietud de los niños, un sentido natural de curiosidad.

Como docente especializada en música, Tristán destaca la importancia de la experimentación propia. Plantea rescatar las sensaciones que los estudiantes perciben en el aprendizaje musical e impulsarlas en la educación formal.

La vivencia educativa con grupos de aprendizaje musical durante ocho años permitió a Marina Tristán valorar las oportunidades creativas en el aprendizaje. Más allá de los libros de trabajo autorizados por los expertos en pedagogía, la profesora incentivaba el trabajo por áreas de aprendizaje. Se enseña lo mismo a través de tareas direccionadas y consensuadas con los estudiantes. El método, sintetiza Tristán, consiste en promover el amor por el aprendizaje propio.


La iniciativa de “trasteando” fortalece el aprendizaje a través de proyectos colaborativos que despiertan la inquietud de los estudiantes. La sistematización del trabajo de aula que se presentan en los libros provoca desidia en los estudiantes. Hacer lo mismo y al mismo tiempo convierte la formación en un trabajo en serie, un ejercicio de repetición que no provoca ni despierta las inquietudes de los jóvenes.

“Trasteando (en) la Escuela” centra su esfuerzo en los estudiantes de los primeros ciclos de primaria. Marina Tristán considera que el sistema educativo ha aceptado tradicionalmente que en estos primeros años de escuela, el reto educativo se concentra en la imposición de normas de comportamiento. El énfasis del currículum y las actividades dispuestas para ejecutarlo priorizan actitudes de obediencia y sumisión: hacer fila para entrar en clase, entregar cada mañana la tarea hecha, mirar a la pizarra durante clase, pedir permiso para levantarse del asiento.
Esta etapa de la educación primaria contrasta radicalmente con la trayectoria educativa del jardín de infancia. Los instructores interactuaban con los niños para alentar y descubrir las potencialidades creativas de cada uno.


El paso a la primaria impone un filtro mental socialmente aceptado: “te has hecho mayor”. Con esta frase, padres y profesores marcan una frontera entre el antes y el después. El ingreso a primaria supone una especie de acuartelamiento para los niños, un estilo semi marcial se apodera el aula. Ahora, su principal labor se basa en el cumplimiento de las disposiciones del docente.

Marina Tristán reclama esta fase traumática de transición porque corta las aspiraciones e inquietudes de los niños. Los profesores han olvidado preparar a los estudiantes para la labor primordial de los estudiantes: aprender a aprender.
El contexto educativo tradicional centra los ritmos educativos en la necesidad de cumplir el currículum dispuesto. Los libros de texto escolar, promocionados desde las autoridades educativas, desglosan los contenidos académicos en temas lineales con sus propias actividades de aula. Cualquier colegio replica el texto de aula proponiendo un comportamiento idéntico en miles de estudiantes.


La innovación creativa impulsada por los “trasteadores de la educación” desecha el libro de texto como guía única del aprendizaje. “Los niños se aburren tremendamente siguiendo los libros de texto”, describe Tristán. Sugiere un trabajo en virtud de proyectos educativos de aula para que germina la inquietud y curiosidad de cada estudiante. El currículum se adapta a las necesidades de los estudiantes. El diálogo permanente entre docente y estudiantes agiliza la toma de decisiones para alcanzar los objetivos pedagógicos marcados.

La implementación del trabajo por proyectos, descrita por Marina Tristán, se construye en cuatro etapas. La primera de ellas, la etapa de apertura (y quizá la más costosa en tiempo e ingenio) traduce el sistema de contenidos curriculares a un conjunto de proyectos de trabajo en equipo. El resultado de esta adecuación definirá un conjunto de  bloques de contenido unidos por actividades o proyectos de intervención.

Las siguientes etapas de trabajo implementan ese plan de acción en tres trimestres de actividades. Durante el primer trimestre, el docente asume el protagonismo para inducir a los estudiantes en las dinámicas de trabajo. Poco a poco se hace la transición hacia una segunda etapa más activa. En este proceso intermedio, los estudiantes van ganando protagonismo para definir las tareas y acciones que construyen las metas. La última etapa para concluir la “trastada” se concentra en el mes final de formación. Los estudiantes organizan un viaje (en la que también se incluyen sus familias). Es importante destacar el alcance de la organización del viaje, puesto que incluyen aspectos como el destino deseado, el costo que implica el viaje y la generación de recursos necesarios para cubrir los gastos del viaje. A partir de este proyecto, los estudiantes se lanzan a la etapa productiva que les permita alcanzar los recursos económicos presupuestados.


La profesora Marina Tristán destaca la motivación de los estudiantes “inmensamente mayor cuando trabajamos por proyectos que cuando sigues un libro”. La determinación y entusiasmo de los estudiantes ilumina el aula de trabajo con un espíritu colaborativo. El curso se convierte en un equipo que avanza colectivamente. Para Tirstán, también resulta clave posicionar su papel educativo en todo este proyecto. El docente, desde su capacidad propositiva, es capaz de guiar y apoyar las decisiones de los estudiantes para que vayan cumpliendo las etapas de trabajo diseñadas y, así, adquirir las competencias educativas diseñadas. Sintetiza con una frase impactante “el objetivo es llegar a donde yo quiero”, recordando la importancia de los proyectos de trabajo conjunto para cumplir con las disposiciones emanadas por el currículum.


Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"


lunes, 14 de diciembre de 2015

El profesor que apuesta por escuchar a los niños



El profesor César Bona, nominado al Global Teacher Prize (los llamados premios nobel de educación), narra su experiencia como docente. “Cada niño, afirma, es un universo que debemos explorar y conocer”.


Por fuera, se presenta como una persona normal, común. La emoción que nace de su relato refleja la cantidad de historias de vida que atesora gracias a su paso por las aulas. Narra diversos acontecimientos que ha vivido en el aula con la emoción propia del protagonista. Para él, cada niño, cada historia, ha sido un impulso para reafirmar su ser docente.

Ha trascendido a la escena internacional gracias a su nominación para el Global Teacher Prize, uno de los reconocimientos más importantes en educación a nivel mundial. La candidatura fue presentado por estudiantes y padres de familia en reconocimiento a la entrega y dedicación al frente del aula.

César Bona, un español que apenas supera los 40 años, describe detalladamente el acontecimiento por el cual “aprendió a ser docente”. Entregó el resultado de una prueba a un estudiante, Sergio, de 6to curso. La baja calificación no gustó para nada al joven. Como docente, se vio en la obligación de alentar de algún modo al estudiante, así que lo invitó para esforzarse más en los estudios.


La molestia del estudiante por el bajo rendimiento se manifestó en un acto de rebeldía. Al pasar junto a la moto del docente, dejó escapar un escupitajo hacia el asiento. “Ha sido sin querer” se justificó Sergio; “entonces límpialo sin querer” completó César.

El inicio del nuevo curso los volvió a reunir en un aula. En esta ocasión, César fue asignado como tutor de Sergio. Así que, como una de las primeras acciones, consideró conveniente conversar con el estudiante y limar asperezas del pasado. 

Sergio le comentó su gusto por contar cuentos e historias, crear narraciones le permitía acercarse de una manera más dinámica a la realidad. A partir de esa potencialidad, César “pactó” un plan conjunto de trabajo. Cada unidad lectiva contendría una historia; Sergio sería el responsable de transmitir esa historia a sus compañeros. Poco a poco, el comportamiento de Sergio fue mejorando y se convirtió en un estudiante más atento y comprometido. Al concluir el año, las calificaciones de Sergio destacaron positivamente. En un breve conversatorio con el docente, las palabras de este estudiante hicieron repensar la actitud de docente. “Gracias por darme tantas oportunidades”, fueron las sencillas palabras de un estudiante que se sintió escuchado.


El maestro deja una marca en el estudiante. Se convierte en un modelo de vida que los estudiantes, para bien o para mal, asumirán como enseñanza. A partir de esta experiencia, César Bona considera la necesidad de preguntarse cada día como mejorar su ser maestro y dejar un modelo de vida propositivo a los estudiantes.

La participación de un profesor en la escuela es opcional. Si perdió la vocación, puede postular a otra profesión. Pero los niños están obligados a permanecer 12 años en la escuela, ellos no pueden elegir otra alternativa. Y en este periplo escolar, solo cuentan con el apoyo de padres de familia y docentes.

Bona, que ha sido designado como “el mejor profesor de España”, valora el concepto de vocación como el detonante para convertirse en profesor. Sin embargo, esta vocación, por sí sola, no resuelve los dilemas del docente. La actitud se convierte en el valor fundamental que alimenta al profesor moderno. Y esa actitud es la principal enseñanza que el docente debe contagiar a los estudiantes.

El pequeño Sergio mostró el núcleo de la formación que se requiere en las escuelas. El docente se responsabiliza de educar la empatía, la sensibilidad y el respeto como comportamiento de vida tanto en la escuela como en la vida. Sólo con esa base sólida, el resto de los aprendizajes conseguirán un sentido de utilidad y practicidad para los estudiantes.


La escuela debe ser un lugar donde los niños disfruten. El ambiente de enseñanza deberá despertar las potencialidades de cada uno de los estudiantes, promover las actitudes creativas, tan natural en los niños. La experiencia observada por César Bona reclama por una mayor tolerancia al sistema educativo. Los planes de trabajo diseñados castigan la creatividad en favor los procesos de imitación colectiva. Suponen un candado educativo para el desarrollo de las potencialidades ocultas que los estudiantes atesoran.

El entorno escolar es el lugar idóneo para que los estudiantes sean ellos mismos. Al igual que la relación entre Sergio y César, el docente debe escuchar y conocer a sus estudiantes. Muchas veces, requiere revisar las cosas obvias, pues esas mismas son las primeras que damos por sobreentendido y dejamos de considerarlas.

“Cada niño es un universo” considera César para reflejar la gran cantidad de virtudes que los estudiantes de un aula acumulan. “Y cuanto más difícil sea el niño, mayor ha de ser el reto” concluye. Como docentes, frecuentemente ansiamos cambiar a los jóvenes para que se conviertan en personas útiles para la sociedad. Sin embargo, “el buen docente” está llamado a cambiar la perspectiva para atender a los niños e impulsar sus potencialidades, ayudarles a desarrollar esos aspectos que los convertirán en exitosos en un futuro próximo.

“Si queremos una sociedad mejor, debemos empezar por la escuela” concluye César Bona. Reivindica los centros escolares como el espacio ideal para fortalecer los valores como el respeto y la sensibilidad; las herramientas necesarias para que, en su vida adulta, reacciones de la mejor forma a los estímulos de la sociedad. En fin, tan solo aspira a devolver a la educación al lugar que se merece.


Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"