Dedicada a los docentes

Revista Digital de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas, un proyecto de la Conferencia Episcopal de Bolivia.

lunes, 22 de agosto de 2016

Educar las emociones: las llave maestra para llegar al cerebro y las habilidades del niño



"Muchos casos de bajo rendimiento académico tienen su origen en problemáticas de tipo emocional y no en falta de capacidad cognitiva de los alumnos", afirma la psicóloga Begoña Ibarrola.

Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"

Una producción de la Casa Editorial Bienaventuranzas

La educación emocional, apoyada por los estudios de la neurociencia, ha incursionado en todos los ámbitos humanos. Cada vez es más frecuente encontrarse con especialistas en neuromarketing o neurolingüística. Los ámbitos políticos y empresariales han sido los primeros en asumir estas estrategias de acción basadas en la inteligencia emocional. La escuela es, todavía, reacia a incorporarla en sus dinámicas.

Begoña Ibarrola se ha destacado como investigadora en inteligencia emocional. Por más de 20 años ha enfocado sus estudios de psicología para aportar a la mejora de la formación docente. Sus indagaciones han sido acompañadas por libros que fomentan la educación emocional: 'Cuentos para sentir, Cuentos para educar a niños felices', o 'Cuentos para descubrir sus inteligencias' son un ejemplo de sus aportes.


De acuerdo a la experiencia de Ibarrola, se ha demostrado que “en los centros donde han incorporado educación emocional en las aulas prácticamente no hay problemas de conducta ni de acoso”. Los estudios revelan que muchos problemas de conducta y bajo rendimiento académico tienen su origen en problemáticas de tipo emocional y no en falta de capacidad cognitiva de los alumnos.

Para la investigadora, el sistema educativo no contempla la educación emocional como parte de la formación integral de los estudiantes. Como adultos no nos han formado en este ámbito del desarrollo humano y, quizá por ello, no le otorgamos la importancia que requiere.



La neurociencia ha demostrado como las emociones afectan al aprendizaje. Los científicos han explorado el mundo de las emociones y su influencia en el comportamiento humano. En ramas como el marketing se ha profundizado múltiples estudios que demuestran el valor determinante de las emociones en la toma de decisiones. Del mismo modo, hay emociones que dificultan el aprendizaje y otras ayudan a formarse. Como docentes, nos damos cuenta de que muchos niños se pueden bloquear ante una ansiedad y unos nervios por un examen y no poder demostrar lo que saben; otros tienen miedo a una asignatura y se enfrentan a su aprendizaje desde un punto de vista muy deficitario, con mucha tensión e incluso preparando su mente para no entender para que rechace esos contenidos por miedo al resultado. Ibarrola sintetiza los resultados de sus estudios al certificar la “interferencia de las emociones en la conducta y en el aprendizaje”.




La escuela ha centrado sus esfuerzos en profundizar la parte cognitiva del aprendizaje. Ha dejado de lado otras facetas y dimensiones del ser humano. La parte académica y los planes de estudio se enfocan en el desarrollo de la dimensión cognitiva, dejan de lado la parte emocional. Se debe enseñar a niños, desde bien pequeños, a regular sus emociones y a saberlas expresar y servirse de ellas para sentirse mejor y para convivir mejor con los demás. Esta parte formativa está fuera del sistema educativo.

Al trabajar con la educación de las emociones, los profesores dotan de herramientas útiles a los estudiantes para evitar problemas de conducta y fracaso escolar, que se perciben con mayor frecuencia en la secundaria. También ha mostrado un rendimiento aprovechable para capacitar a los estudiantes y combatir situaciones de bullying de manera responsable. Tanto desde el punto de vista del acosador, como del acosado, el cuidado de las emociones permite comprender y resolver estas situaciones.
 
Begoña Ibarrola ha desarrollado diversos cursos de capacitación a docentes. Detecta una preocupación creciente en colegios para considerar la educación emocional como parte de la labor integral de un docente. Por ahora “siguen siendo iniciativas particulares y debería estar incluso en el plan de estudios de la facultad de educación. Es necesario formar a los futuros maestros para que sepan educar las emociones en el aula”, confirma la psicóloga especializada.




La asertividad, la autoestima, la empatía y otras habilidades sociales pueden practicarse y aprenderse de la misma forma que otros tipos de conocimiento. No obstante, tradicionalmente no se ha tendido a darles la atención que se merecen, razón por la cual en la actualidad pueden llegar a ser competencias desconocidas y apenas desarrolladas en muchas personas.

Con actividades, juegos y dinámicas adaptadas a su edad, la etapa de infantil es fabulosa para empezar a entrenarles en determinadas habilidades emocionales. Lo ven como un juego, como algo divertido y lo van incorporando sin darse cuenta
El sistema educativo "estará cojo" mientras no incorpore esta asignatura pendiente, "porque el ser humano tiene que educar diferentes dimensiones, no solamente la cognitiva", concluye Begoña Ibarrola.


ENSAÑAR CON EMOCIÓN

El investigador Francisco Mora ha trabajado durante años en el área de la neurociencia en la Universidad estadounidense de Iowa. Desde su campo, es capaz de describir cómo funciona el cerebro durante el proceso de aprendizaje.

La figura del docente es clave en el aprendizaje de los estudiantes. Cuando el profesor está embargado por la pasión, transmite ese sentimiento a los estudiantes que, despierta la emoción, aprenden de manera más natural.

El aprendizaje es una actitud natural. De acuerdo a Mora, estamos programados genéticamente para aprender como parte de la supervivencia del individuo y de la especie. En esencia, aprender significa hacer asociaciones de eventos que producen cambios en las neuronas y sus contactos con otras neuronas en redes que se extienden a lo largo de mu-chas áreas del cerebro. Y, en su esencia, todos los cerebros usan los mismos mecanismos neurales de aprendizaje.

Los niños aprenden desde su nacimiento. En los primeros años, la forma de aprender se centra en mecanismos básicos como la imitación, la atención compartida y la empatía. “Sólo se puede aprender aquello que se ama”, corrobora Francisco Mora.

Los padres juegan un papel fundamental en el aprendizaje de actitudes y valores. Desde su lenguaje y conducta marcan el desarrollo del cerebro de su hijo. “El maestro, sentencia Mora, colabora en el proceso de aprendizaje de manera esencial”.


Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"

Una producción de la Casa Editorial Bienaventuranzas


lunes, 1 de agosto de 2016

Si los docentes no leen, son incapaces de transmitir el placer de la lectura



La educadora que revolucionó la lectoescritura, asegura que si los docentes no leen son incapaces de transmitir placer por la lectura. Dice que todos los chicos pueden aprender si los maestros se lo proponen.

Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"
Una producción de la Casa Editorial Bienaventuranzas

Emilia Ferreiro casi no necesita presentación. Para el mundo de la educación es un referente indiscutible, que revolucionó la enseñanza de la lectoescritura y que realizó numerosos aportes a la alfabetización en el mundo.
 
Es argentina, pero está radicada en México desde hace más de dos décadas. Su tesis de doctorado fue dirigida por Jean Piaget en la Universidad de Ginebra. Hace años que recorre América y Europa dando conferencias y capacitaciones a docentes; es autora de innumerables artículos científicos y libros y fue reconocida varias veces como doctora honoris causa por diversas universidades.
Para la investigadora, la escuela es muy resistente a los cambios porque siguen instaladas viejas ideas.

Ferreiro trabaja en el Centro de Investigación de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional de México. Desde su perspectiva, el docente no puede seguir haciendo tareas burocráticas, debe profesionalizarse. Considera que todos los chicos pueden aprender si tienen un maestro que crea que pueden lograrlo. También valora la resistencia de la escuela a los cambios que no genera ella misma. 



–¿Qué puede hacer la escuela para evitar el fracaso escolar?
–El fracaso escolar tiene varias caras (…) Voy a hablar de los aprendizajes vinculados con la lengua. La alfabetización inicial o tiene lugar en los primeros años de la primaria o es un déficit que se arrastra muy mal. Incluso en casos donde no hay percepción de fracaso puede haber fracaso con respecto a lo que significa alfabetizar. Hoy nadie puede considerarse alfabetizado si está en situación de comprender mensajes simples, saber firmar o leer libros con léxico y sintaxis simplificada. Desde finales del siglo XX estamos asistiendo a una revolución en la que la digitalización de la información es parte de la vida cotidiana y la escuela ni se ha dado cuenta. Entonces sigue preparando para leer un conjunto limitadísimo de textos, sigue haciendo una alfabetización para el pizarrón. Trabajar con la diversidad de textos y alfabetizar con confianza y sin temor a circular a través de los múltiples tipos de textos y de soportes textuales del mundo contemporáneo es indispensable.

–¿Se puede decir que la escuela sigue siendo demasiado conservadora para niños de la era tecnológica?
–El sistema escolar es de evolución muy lenta. Históricamente ha sido muy poco permeable a cambios que la afectaban. Dos ejemplos: cuando apareció la lapicera, la primera reacción del sistema educativo fue “eso no va a entrar acá porque arruina la letra”, y la escuela le hizo la guerra a ese instrumento: una guerra perdida de antemano (…) Lo mismo hizo cuando aparecieron las calculadoras de bolsillo y dijeron “eso va a arruinar el cálculo escolar y no van a entrar”. Y entraron con muchas dificultades, hasta que en algunos lugares descubrieron que podía hacerse un uso inteligente de la máquina de calcular. En ese contexto hay que ubicarse. La institución escolar siempre ha sido muy resistente a las novedades que no fueron generadas por ella.

–Ahora se resiste a la computadora.
–Es una tecnología de escritura y tiene ventajas innegables para la enseñanza. La primera reacción es de desconfianza. El primer acto reflejo es que si nos traen una, la ponemos con llave.

–¿Se puede alfabetizar igual en diferentes contextos sociales y culturales y con recursos distintos?
–Hay cosas que van a ser iguales y otras que son necesariamente distintas. Algo que les digo siempre a los maestros es: “¿Usted no sabe qué hacer el primer día? Lea en voz alta”. La experiencia de escuchar leer en voz alta no es una experiencia de todos los chicos antes de entrar a la escuela y es crucial para entender ese mundo insólito que tiene que ver con que hay estas patitas de araña (muestra las letras) en una hoja y que suscitan lengua.

–Es otra forma de enseñar a leer y escribir…
–Más que empezar con la pregunta típica de cómo hago para enseñar a leer y escribir, primero hay que enseñar algo acerca de lo que es la escritura y para qué sirve. El maestro tiene que comportarse como lector, como alguien que ya posee la escritura. La gran diferencia entre los chicos que han tenido libros y lectores a su alrededor y los que no los han tenido es que no tienen la menor idea del misterio que hay ahí adentro. Más que una maestra que empieza a enseñar, necesitan una maestra que les muestre qué quiere decir saber leer y escribir. Cuanta menos inmersión haya tenido antes, más hay que darle al inicio.


–¿El docente es consciente de que esta es una buena manera de enseñar a leer y escribir? Hay investigaciones que dicen que los maestros no leen.
–Ese es uno de los dramas del asunto porque se habla mucho del placer de la lectura, pero ¿cómo se transmite ese placer si el maestro nunca sintió ese placer porque leyó nada más que instrucciones oficiales, libros de “cómo hacer para”, leyó lo menos posible. Es muy difícil que ese maestro pueda transmitir un placer que nunca sintió y un interés por algo en lo que nunca se interesó. En toda América latina el reclutamiento de maestros viene de las capas menos favorecidas de la población. En muchos casos no hay aspiración a ser maestro. Y en ese sentido cambió, pasó de ser una profesión de alto prestigio social a una con relativo bajo prestigio social.

–¿Cuánto influye eso en la alfabetización de los niños?
–Mucho, porque si alguien está haciendo lo que hace porque no pudo hacer más, se va a sentir frustrado; y la frustración profesional no ayuda al ejercicio profesional.

–¿Se avanzó en el modo de alfabetizar?
–Hay una visión muy instrumentalista que piensa lo mismo desde hace tantas décadas que da hasta lástima decirlo. Dice: “Primero vas a aprender la mecánica de las correspondencias grafofónicas y para eso mejor que ni pienses porque es un ejercicio mecánico de asociación de correspondencias. Después vas a aprender de corrido, y después vas a entender lo que estás leyendo y después, quizá, te venga esa cosa desde algún milagro llamada placer por la lectura”. En realidad, el placer por la lectura entre los chicos que tienen lectores a su alrededor es lo primero que se instala (…) Es lo primero, no lo último.


–Esta tendencia del placer antes que lo instrumental no está en práctica; seguimos con las viejas teorías. ¿Cómo se revierte eso?
–No es fácil. Lo que no consigo es que me den la lógica de la visión opuesta. Por ese lado hice investigaciones que revelan que los chicos piensan sobre la escritura antes y que lo que piensan es relevante y que es bueno tenerlo en cuenta.

–¿Sigue en vigencia esa idea de que el maestro es la autoridad que les enseña a niñitos que no saben nada?
–Siguen instaladas viejas ideas que son parte de la lentitud del sistema para reaccionar. A veces con el razonamiento de que si siempre se hizo así para qué cambiar (…) Una de las tendencias es regalarle el fracaso a la familia o al niño y no asumir la responsabilidad de que todos los chicos pueden aprender y deben aprender. Andan buscando desde antes que empiece el año escolar quiénes van a repetir o quiénes son los disléxicos o los que tienen alguna patología por la cual la cosa no va a andar. Y realmente todo cambia muy fuerte cuando el maestro dice “aquí no va a haber repetidores” y cuando asume desde el inicio que “aquí van a aprender todos”. Eso exige un involucramiento fuerte del maestro con el aprendizaje; ahí entramos en otra vertiente, en la que el oficio del maestro se ha ido burocratizando cada vez más y desprofesionalizando al mismo tiempo. Recibe instrucciones y las ejecuta: esa es la definición de un burócrata. En tanto, el profesional es el que sabe lo que está haciendo, por qué lo está haciendo y tiene una racionalidad y una especificidad que puede defender profesionalmente.


–¿Cómo se hace para sacar adelante a niños que concurren a escuelas donde hay un libro cada 40 alumnos, sin biblioteca ni computadora y el docente, además, atiende situaciones familiares, psicológicas?
–Enseñar a leer y escribir bajo los bombardeos es difícil. Cuando un maestro está convencido de que puede hacer algo termina descubriendo la manera de hacerlo, y si deja que el malestar general lo apabulle no va a poder hacer nada. Si acepta estar ahí es porque cree que algo puede hacer. Si forma parte de la desesperación colectiva, si se deprime junto con el ambiente, no va a poder hacer nada. Pero hay maestros creativos que consiguen llevar adelante algo que da esperanza… El maestro tiene que decir “aprender es posible”, como el médico decir “la salud es posible”.

Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"
Una producción de la Casa Editorial Bienaventuranzas
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