Dedicada a los docentes

Revista Digital de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas, un proyecto de la Conferencia Episcopal de Bolivia.

viernes, 18 de noviembre de 2016

PASIÓN POR LA DOCENCIA: más allá de las estadísticas y los paradigmas


-       El ejercicio de la docencia conlleva una responsabilidad en la construcción educativa actual. Para muchas autoridades, la docencia se mide a través de parámetros de medición estadísticos. Desde las aulas se describe la docencia como una pasión hecha profesión.

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Fuente: Redacción "Diálogo Educativo". 
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas 

Recuerdo a mis docentes de primaria como unos seres extraordinarios. A veces los confundimos como una prolongación de nuestros padres, que velan por nosotros y nos guían por la senda de la vida. Con el tiempo, los recordamos como unos héroes, ¡cuánta paciencia!

Ser docente va más allá de trabajar como docente. Ser docente requiere cualidades como el amor, la entrega y la dedicación. Supone renovarse constantemente para alentar un proceso de crecimiento humano, académico y social en cada uno de los estudiantes.

Las políticas educativas han forjado un perfil docente sistémico. Desde las autoridades educativas se trata de reglamentar la labor del docente controlando la cantidad de horas, los contenidos que debe disponer, las metodologías y ritmos de aprendizaje. Incluso, hasta las métricas de valoración y evaluación están “impuestas” desde una oficina aislada.



El espíritu de la enseñanza queda relegado ante el rigor del cumplimiento.
Dejemos algo muy claro: saber de una disciplina no significa que uno sepa enseñarla. La docencia, como profesión, se distingue por tener un conocimiento especializado: el de la Didáctica. 

Como tal requiere de estudio y formación, como cualquier otro campo de conocimiento. La formación en el conocimiento especializado es indispensable. Es necesario dejar de confundir el hecho de ser “buenos transmisores o divulgadores” con ser docentes.

La enseñanza como transmisión es parte de un modelo ya agotado. Recuerdo una de mis primeras experiencias como docente de aula, cuando veía a “las maestras” rellenar cuidadosamente los cuadernos de los estudiantes para que repliquen el ejercicio hasta el cansancio.  En la era de Internet, la información se obtiene más rápido y mejor en segundos, que escuchando en vivo y en directo. Todo lo que se puede decir como exposición dentro de una clase se puede grabar y subir a Youtube, claro que nunca podríamos tener la misma interacción aunque todos dejaran sus comentarios.

Las estrategias de enseñanza además no se restringen al intercambio: promover, sostener y coordinar un buen debate respecto de los contenidos que se abordan. Observo cantidad de docentes que creen estar haciéndolo pero solamente alientan las “buenas respuestas” y descartan las que no les gustan, haciendo sentir muchas veces a sus estudiantes que son incapaces de aprender o comprender y obturando toda posibilidad de continuar avanzando en el conocimiento. 




El profesor apasionado descubre en cada estudiante una historia, un potencial por explotar. Conocedor de una variedad de estrategias didácticas, organiza las sesiones para despertar el potencial de cada uno de ellos. El docente centra su pasión en el crecimiento de cada uno de los estudiantes.

Trabajar con grupos no es tarea fácil: algunos docentes parecen conformarse con que uno o dos estudiantes los “sigan” sin importarle qué pasa con el resto, o atribuyéndoles a ellos el “fracaso” debido a condiciones personales. Esto puede verse sencillo solamente si el docente no se preocupa por el aprendizaje de sus alumnos y cree que la enseñanza se reduce a sus “excelentes explicaciones” y a aplicar exámenes. Lamentablemente luego sufrimos en todos los sentidos las consecuencias de estos modelos didácticos.

Las habilidades prácticas que debe desarrollar un docente, provienen sustancialmente de su enfoque didáctico: cómo concibe al estudiante, al conocimiento y cómo plantea la enseñanza en función de ello. Este posicionamiento requiere necesariamente de un análisis desde modelos teóricos: las prácticas pedagógicas no son homólogas, sencillamente porque ni los grupos a los que se atiende ni los docentes son iguales y, como si fuera poco, varían de acuerdo al contenido a enseñar. ¿Es acaso posible saber de todo esto sin haberse formado?
 
La subestimación con que algunos profesionales de otros campos se acercan a la enseñanza es la raíz de muchos problemas que tenemos en el sistema educativo. Muchos “especialistas en educación” se han quedado dentro de las universidades o se han instituido en funcionarios del sistema, habiendo perdido hace rato la referencia de lo que pasa en un aula real y desde allí “evangelizan en verdades absolutas” y frases crípticas de carácter inaplicable.




En la era de la transdisciplinariedad es imposible pensar el avance del conocimiento desde compartimientos estancos. Resulta raro que conservemos las mismas mañas y prejuicios de ambos lados y no logremos tender puentes para poder usar lo mejor de cada campo de manera complementaria e integrada. 

Quienes ocupamos de la enseñanza tenemos mucho para ofrecer desde la Didáctica y quienes trabajan desde las disciplinas o campos del conocimiento tienen la expertiz del contenido específico. El “combo” depende indudablemente de un trabajo de equipo. Tener un trabajo docente en el que se enseña, sin contar con la formación específica para hacerlo, es un exceso de confianza o tal vez un acto de poca conciencia. Los profesionales responsables lo saben y por eso buscan contar con el conocimiento especializado. Espero que los profesionales de la educación estemos a la altura de sus necesidades para poder enseñarlo.

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Fuente: Redacción "Diálogo Educativo". 
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas 


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