Dedicada a los docentes

Revista Digital de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas, un proyecto de la Conferencia Episcopal de Bolivia.

viernes, 25 de noviembre de 2016

La literatura se mete en las venas a través del ejemplo de padres y maestros




-       Son diversas las formas que tenemos para acercarnos a la lectura. Algunos llegan a una edad temprana, otros en su adolescencia. Pero todos, descubren en la lectura una forma de abrirse al mundo de la imaginación y crear nuevos espacios.


Fuente: Redacción "Diálogo Educativo".  
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas 

“Mi abuela nos reunía a todos en el salón y nos contaba multitud de historias. Algunas eran cuentos que leía, otras eran fabricados por su imaginación” recuerda Giovanna. “Sufría de asma cuando era niño. No podía salir a la calle a jugar con mis primos. Descubrí un libro de Julio Verne y empecé a leerlo. Sentí la emoción de la aventura” confiesa Federico.

Son diversas las formas que tenemos para acercarnos a la lectura. Algunos llegan a una edad temprana, otros en su adolescencia. Pero todos, descubren en la lectura una forma de abrirse al mundo de la imaginación y crear nuevos espacios.
El profesor de literatura Manuel Mena (Colegio Alemán en Santa Cruz) revela cómo provoca en los estudiantes la inquietud por la lectura. Durante la clase comparte con ellos un breve relato extraído de un libro. Trata de que el relato tenga la suficiente fuerza para que el estudiante proyecte una historia completa. La diversidad de historias que surgen en el aula impulsa a más de un estudiante a buscar el libro y “salir de la duda”. Así, logra despertar el gusto por la lectura en los jóvenes.




Los expertos consultados consideran que el cuento es el primer paso para 
el hábito de la lectura. Giovanna Rivero, escritora y periodista, 
valora la importancia del cuento por la intensidad que contiene.  

En pocas palabras se sintetiza un relato simple. El lector, en este caso el estudiante, completa las partes narrativas ausentes con el aporte de su imaginación. Sueña el cuento. Mena respalda esta propuesta y comenta el interés que despiertan las fábulas no solo para incentivar la lectura, sino también para reflexionar sobre la vigencia de valores. “El cuento es muy asequible al iniciante”, concluye el profesor Mena.

“El cuento gana a la novela por KO” declaraba orgulloso Cortázar. La fantasía vuela en la narración invitando al estudiante a sentir experiencias literarias como propias.

De sobra son conocidos los beneficios de la lectura. El enriquecimiento del vocabulario conlleva una mejora en la capacidad expresiva. La suma de ambos aporta al conocimiento de los recursos gramaticales y narrativos; fortalece la capacidad expresiva. La lectura también activa las competencias de comprensión. El estudiante que lee de manera habitual edifica un sentido de abstracción sustentado en la imaginación. La narrativa escrita, a diferencia de la audiovisual, “obliga” al estudiante a recrear los personajes, escenarios y ambientes.
Este ejercicio simple de construir las imágenes mentales de la historia repercute directamente en la capacidad de abstracción y, a la larga, en el sentido de observación. En resumen, la lectura abre la mente y alienta el espíritu crítico.




Violeta Adorno, asesora pedagógica de la Editorial Bienaventuranzas, 
detecta que los índices de lectura en los colegios han disminuido. 
“El cumplimiento del programa resta tiempo de lectura. Ya no es viable
 la hora de la lectura”, observa la licenciada.

Para la experta en educación infantil, el docente debe trabajar el hábito de lectura en el aula. Refuerza las ideas que expresó anteriormente el profesor Manuel Mena y sugiere promover espacios de lectura compartida. El reto docente consiste en provocar en los estudiantes el “gusto por la lectura”, un afecto hacia los libros y las historias que esconden.

El acceso a los libros suele ser el principal problema que nos encontramos en los centros educativos. Las bibliotecas carecen de libros y, rara vez, los ceden abiertamente para que los estudiantes dispongan de ellos. Adorno sugiere practicar la idea del “libro viajero”. Mediante esta dinámica, el aula dispone de un pequeño conjunto de libros que rotan de mano en mano entre los estudiantes. Cada día (o semana) un estudiante se lleva un determinado libro a casa y a su retorno comparte algo de la lectura con los compañeros. El libro, como un testigo de carrera de relevos, pasa a otro compañero que continua la lectura. En poco tiempo, los estudiantes sentirán la necesidad de leer en primera persona la historia, sin esperar a un turno futuro.




Los profesionales consultados coinciden en despertar la inquietud para lograr un buen hábito de lectura. La “técnica” de obligar y controlar la lectura mediante pruebas y controles es, ante todo, reactiva. Únicamente consigue enemistar a los estudiantes con la lectura. La sienten como un castigo, algo desagradable. 

La dotación de una biblioteca de aula se perfila como una actividad grupal integradora. Cada estudiante aporta un libro de su preferencia. La suma de todos los libros permitirá compartir gustos diferentes bajo un mismo criterio: el respeto.
La lectura de nuevas ofertas narrativas, diferentes a las elegidas por uno, ayuda a cada estudiante a expandir su conocimiento y forjar nuevas maneras de percibir el mundo. Poco a poco, se logrará nuevos lazos de interrelación entre los estudiante. Se pasará de compartir libros a compartir experiencia.

La biblioteca compartida de aula será un espacio gestado y gerenciado por los propios estudiantes. La lectura será, más que nunca, un tesoro que todos cuidarán celosamente.


UN LIBRO A MEDIDA


Incentivar la lectura es factible a cualquier edad. Violeta Adorno aconseja algunas pautas para diversas etapas del crecimiento. Eso sí, despertar el interés por la lectura es la única receta que garantiza los resultados.

-       Niños

El ejemplo que los padres puedan inculcar a los hijos es el principal incentivo para que vean la lectura como algo agradable. Un padre que lee transmitirá a sus hijos el gusto por los libros.
La lectura compartida es otra práctica interesante para incentivar el gusto por la lectura. En la actualidad existen libros direccionados para cada edad, llenos de dibujos e incluso interactivos. Permite a los niños sentir los libros.

Adorno sugiere que los niños toquen los libros, se apropien de ellos. Como padres de familia, y en un afán por conservar el libro, tratamos de prohibir al niño que acceda a los libros ¡sería una barbaridad que los manchen o rompan! Al alentar esta prohibición se despierta un temor en el niño hacia el libro, y por tanto, hacia la lectura.

-       Adolescentes

El joven ansía tomar sus decisiones propias. Conviene que disponga de un espacio propio donde conforme su biblioteca personal. Sus libros, su ambiente, su tiempo de esparcimiento. Debe ser un espacio divertido.
Más allá de ser un espacio de aislamiento del joven, los padres deben buscar un punto de encuentro. Cada jornada de lectura debe acompañarse de un momento de conversación. El diálogo servirá para fortalecer la comprensión del texto y extraer un aprendizaje de cada lectura.

Una forma de incentivar y motivar la lectura consiste en celebrar cada libro concluido. Un “premio” alentará al joven a continuar y disfrutar este espacio de lectura.

-       Adultos

Iniciarse en el hábito de lectura en la edad adulta resulta una labor compleja. La falta de tiempo, el exceso de obligaciones y las prioridades diversas reducen el espacio dedicado a la lectura.
Un detonante suele ser un buen inicio para empezar. Un libro sobre cómo encarar la paternidad, una novela compartida con el hijo o un libro sobre curiosidades pueden servir para despertar las sensaciones. Y es que resulta complicado competir con un recuerdo negativo provocado por algún libro (normalmente vinculado con la época escolar).  Despertar a la lectura supone abrirse a un mundo de maravillas. Nunca es tarde para dar el primer paso.

Fuente: Redacción "Diálogo Educativo".  
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas 



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