Se ha convertido en el término de moda. La resilencia ha pasado de considerarse como algo negativo a convertirse en la clave para la superación personal y social. Profesores de la Universidad Juárez (México) analizan esta transformación.
Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"
Una producción de la Casa Editorial Bienaventuranzas
Años
atrás, los médicos pronunciaban la palabra resilencia en voz baja en los
pasillos de los hospitales y psiquiátricos. Querían referirse a la necesidad de
asumir el dolor con una actitud sumisa. Era un sinónimo de decepción.
Poco
a poco, los psicólogos fueron trabajando el concepto de resilencia. No podían
aceptar situaciones en la vida que el ser humano no pudiera luchar para
revertirlas. La vida en blanco y negro no es una forma de explicar la realidad.
A
raíz de estas reflexiones, diversos pedagogos aportaron también sus ideas al
debate. ¿Será que podemos prepararnos para comprender los factores negativos de
la vida y revertirlos como una enseñanza de vida?
La
investigación encabezada por la catedráticas de la Universidad Juárez Autónoma
de Tabasco (México) reconceptualiza la idea de resilencia desde un contexto
educativo. Guadalupe Noriega, Braulio Angulo y Giséle Angulo son los autores de
este estudio.
Con
respaldo argumental en diversos autores, los investigadores parten de una
experiencia real. En la actualidad tanto docentes como estudiantes requieren un
desarrollo de la resilencia para comprender y actuar en los contextos de vida.
En verdad, todas las personas, niños, jóvenes, adultos y ancianos reclamamos
estas actitudes de comprensión y superación.
Para
los expertos franceses, resilencia es una actitud similar al “courage”. Hace
referencia a la fortaleza para afrontar las diversas circunstancias que nos
acontecen en los entornos personales, familiares, profesionales y sociales.
Esta acepción plantea aspectos como invulnerable o resistente.
El
equipo de investigación encabezado por Guadalupe Noriega considera que el
concepto propuesto también puede asumir el carácter de invencible. De esta manera,
“reconoce el dolor, la lucha y el sufrimiento implícitos en el proceso” como
parte de algo superior. No es el final, sino el camino para alcanzar el
objetivo. En un contexto educativo, consideran la resilencia como un ”modelo
pedagógico proactivo basado en la búsqueda del bienestar por medio de la
adquisición de competencias y eficiencias propias”.
El
aporte sustancial se centra en el rechazo al concepto de aceptación y
superación para comprender la resilencia como el desarrollo de actitudes y
valores en su máximo potencial. Un aprendizaje que permitirá sobreponerse a los
riesgos para avanzar en el crecimiento integral y armónico. Rescata la dinámica
positiva, la capacidad de volver hacia adelante, a reconstruir nuevos
escenarios de acción.
En
el marco escolar, la resilencia no está considerada como parte del contenido de
trabajo en aula. A pesar de eso, muchos centros educativos han aportado
interesantes actividades para que los niños adquieran las competencias
necesarias para sobreponerse a la adversidad y salir adelante.
Las
escuelas que han implementado algún programa de trabajo que incluya la
resilencia como dinámica han obtenido resultados exitosos. Se ha demostrado que
los resultados académicos mejoran, se mejora la interacción dentro de la comunidad
educativa y se evidencian posiciones de confianza y responsabilidad en los
estudiantes.
Los
investigadores relatan en sus conclusiones que “los estudiantes resilientes
encontraron a un docente favorito que se convierte en un modelo de rol positivo
para ellos; un maestro especial que ejerce una fuerte influencia en sus vidas,
brindándoles calidez, afecto, trato con tono humano, sobre todo les enseña a
comportarse compasivamente”. El papel del docente se convierte en la figura
clave para el trabajo con los estudiantes. Se expande el área de aprendizaje
para salir del aula y extenderse a la vida misma. La clave, insisten los
académicos, radica en una escuela capaz de ofrecer reforzadores de los factores
protectores en la vida de los estudiantes. Al mismo tiempo, educar para
identificar, trabajar y revertir los factores de riesgo. El docente está en
relación directa con los ambientes de aprendizaje y convivencia del estudiante.
En ese contexto, además de guía y facilitador en aprendizajes, se vuelve un acompañante
en la aventura de la vida. En este ambiente, los estudiantes resilientes
convierten en su “hogar fuera del hogar”, en un refugio de su ámbito familiar
disfuncional.
La
educación desde la resilencia se enfoca en preparar a los estudiantes para
situaciones de vida que todos debemos afrontar. En cualquier rato de nuestra
vida, o por cualquier circunstancia, enfrentamos situaciones adversas. En
ocasiones, nos encontramos con situaciones de vulnerabilidad social, como la
pobreza socioeconómica, que están asociadas al fracaso educativo: deserción del
sistema y baja calidad e la educación. Son situaciones, a priori, insalvables.
La
resilencia ayuda a las personas para dimensionar los factores de riesgo y
sobreponerse a la adversidad potenciando los factores protectores. El gran
logro consistirá en superar las circunstancias y alcanzar metas positivas en la
vida. Los educadores se transforman en mediadores que generan la construcción
de una pedagogía preventiva resiliente.
El
informe sugiere a los educadores “fortalecer a los jóvenes para que no
sucumban, al contrario, crezcan con mentes entusiastas motivadas a buscar
alternativas ante las dificultades que la vida les plantea”. En resumen, una
nueva mirada a los viejos problemas del hombre.
Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"
Una producción de la Casa Editorial Bienaventuranzas
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