Dedicada a los docentes

Revista Digital de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas, un proyecto de la Conferencia Episcopal de Bolivia.

martes, 5 de julio de 2016

Resiliencia, el valor de la superación: cómo incentivarlo en el aula




Se ha convertido en el término de moda. La resilencia ha pasado de considerarse como algo negativo a convertirse en la clave para la superación personal y social. Profesores de la Universidad Juárez (México) analizan esta transformación.

Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"
Una producción de la Casa Editorial Bienaventuranzas

Años atrás, los médicos pronunciaban la palabra resilencia en voz baja en los pasillos de los hospitales y psiquiátricos. Querían referirse a la necesidad de asumir el dolor con una actitud sumisa. Era un sinónimo de decepción.

Poco a poco, los psicólogos fueron trabajando el concepto de resilencia. No podían aceptar situaciones en la vida que el ser humano no pudiera luchar para revertirlas. La vida en blanco y negro no es una forma de explicar la realidad.
A raíz de estas reflexiones, diversos pedagogos aportaron también sus ideas al debate. ¿Será que podemos prepararnos para comprender los factores negativos de la vida y revertirlos como una enseñanza de vida?

La investigación encabezada por la catedráticas de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (México) reconceptualiza la idea de resilencia desde un contexto educativo. Guadalupe Noriega, Braulio Angulo y Giséle Angulo son los autores de este estudio.



Con respaldo argumental en diversos autores, los investigadores parten de una experiencia real. En la actualidad tanto docentes como estudiantes requieren un desarrollo de la resilencia para comprender y actuar en los contextos de vida. En verdad, todas las personas, niños, jóvenes, adultos y ancianos reclamamos estas actitudes de comprensión y superación.

Para los expertos franceses, resilencia es una actitud similar al “courage”. Hace referencia a la fortaleza para afrontar las diversas circunstancias que nos acontecen en los entornos personales, familiares, profesionales y sociales. Esta acepción plantea aspectos como invulnerable o resistente.

El equipo de investigación encabezado por Guadalupe Noriega considera que el concepto propuesto también puede asumir el carácter de invencible. De esta manera, “reconoce el dolor, la lucha y el sufrimiento implícitos en el proceso” como parte de algo superior. No es el final, sino el camino para alcanzar el objetivo. En un contexto educativo, consideran la resilencia como un ”modelo pedagógico proactivo basado en la búsqueda del bienestar por medio de la adquisición de competencias y eficiencias propias”.


El aporte sustancial se centra en el rechazo al concepto de aceptación y superación para comprender la resilencia como el desarrollo de actitudes y valores en su máximo potencial. Un aprendizaje que permitirá sobreponerse a los riesgos para avanzar en el crecimiento integral y armónico. Rescata la dinámica positiva, la capacidad de volver hacia adelante, a reconstruir nuevos escenarios de acción.
En el marco escolar, la resilencia no está considerada como parte del contenido de trabajo en aula. A pesar de eso, muchos centros educativos han aportado interesantes actividades para que los niños adquieran las competencias necesarias para sobreponerse a la adversidad y salir adelante.

Las escuelas que han implementado algún programa de trabajo que incluya la resilencia como dinámica han obtenido resultados exitosos. Se ha demostrado que los resultados académicos mejoran, se mejora la interacción dentro de la comunidad educativa y se evidencian posiciones de confianza y responsabilidad en los estudiantes. 


Los investigadores relatan en sus conclusiones que “los estudiantes resilientes encontraron a un docente favorito que se convierte en un modelo de rol positivo para ellos; un maestro especial que ejerce una fuerte influencia en sus vidas, brindándoles calidez, afecto, trato con tono humano, sobre todo les enseña a comportarse compasivamente”. El papel del docente se convierte en la figura clave para el trabajo con los estudiantes. Se expande el área de aprendizaje para salir del aula y extenderse a la vida misma. La clave, insisten los académicos, radica en una escuela capaz de ofrecer reforzadores de los factores protectores en la vida de los estudiantes. Al mismo tiempo, educar para identificar, trabajar y revertir los factores de riesgo. El docente está en relación directa con los ambientes de aprendizaje y convivencia del estudiante. En ese contexto, además de guía y facilitador en aprendizajes, se vuelve un acompañante en la aventura de la vida. En este ambiente, los estudiantes resilientes convierten en su “hogar fuera del hogar”, en un refugio de su ámbito familiar disfuncional.

La educación desde la resilencia se enfoca en preparar a los estudiantes para situaciones de vida que todos debemos afrontar. En cualquier rato de nuestra vida, o por cualquier circunstancia, enfrentamos situaciones adversas. En ocasiones, nos encontramos con situaciones de vulnerabilidad social, como la pobreza socioeconómica, que están asociadas al fracaso educativo: deserción del sistema y baja calidad e la educación. Son situaciones, a priori, insalvables.



La resilencia ayuda a las personas para dimensionar los factores de riesgo y sobreponerse a la adversidad potenciando los factores protectores. El gran logro consistirá en superar las circunstancias y alcanzar metas positivas en la vida. Los educadores se transforman en mediadores que generan la construcción de una pedagogía preventiva resiliente.
El informe sugiere a los educadores “fortalecer a los jóvenes para que no sucumban, al contrario, crezcan con mentes entusiastas motivadas a buscar alternativas ante las dificultades que la vida les plantea”. En resumen, una nueva mirada a los viejos problemas del hombre.

Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"
Una producción de la Casa Editorial Bienaventuranzas
ACCEDA AQUÍ A NUESTRA REVISTA ON LINE



No hay comentarios:

Publicar un comentario