Dedicada a los docentes

Revista Digital de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas, un proyecto de la Conferencia Episcopal de Bolivia.

jueves, 11 de febrero de 2016

La vieja polémica por las calificaciones escolares ¿sirven o no?




El sistema educativo tradicional no evalúa los aciertos de los estudiantes, sino los fallos.  ¿Qué mide un examen? ¿Los aciertos o los fallos? ¿Lo que sabe o lo que no sabe un alumno? Está demostrado que el bolígrafo rojo causa daño y sufrimiento en los estudiantes.

¿Qué valora el docente en el proceso de aprendizaje? ¿Cómo determina el docente el alcance obtenido en un proceso de aprendizaje?

Son preguntas cada vez más frecuentes dentro de los círculos educativos.
Para el pedagogo Javier Bahón, la proliferación de rankings escolares o exámenes que definen el posicionamiento educativo de un centro escolar “matan” el sentido verdadero del aprendizaje. En los últimos años hemos considerado que las clasificaciones de calidad educativa, como el sistema PISA, reflejaban una realidad de la educación. En parte, ayudan a dibujar el panorama de un sistema educativo clásico. Pero es necesario considerar el aprendizaje más allá de los condicionantes medibles.

“El sistema educativo actual no evalúa los aciertos de los estudiantes, sino los fallos” insiste Bahón.  ¿Qué mide un examen? ¿Los aciertos o los fallos? ¿Lo que sabe o lo que no sabe un alumno? Cuestiona Javier Bahón, al mismo tiempo que denuncia que “está demostrado que el bolígrafo rojo causa daño y sufrimiento”.


Javier Bahón reclama sistemas educativos que atiendan otro tipo de inteligencias en los estudiantes. Defensor de la tesis de las inteligencias múltiples, considera que la escuela está llamada para potenciar los diversos tipos de inteligencias que definen a los estudiantes. Describe como ejemplo de lo que debe ser un proceso educativo moderno la anécdota del nadador Michael Phelps. Tras ganar sus primeras medallas de olímpicas, dedicó las mismas a su maestro “por haber dicho de él que nunca llegaría a nada. Su perseverancia era un talento que nadie en su escuela supo adivinar”.

En este sentido, para el pedagogo “existen muchas maneras de ser inteligente, pero a la escuela sólo parece importarle una”. Este planteamiento renueva el perfil del docente, pues minimiza la labor de juez evaluador o fiscalizador que, con frecuencia, asumen los profesores. LE nuevo docente se convierte en un profesional que impulsa las cualidades de cada estudiante, descubre sus potencialidades expresivas y las desarrolla para que alcancen su máxima expresión. Este papel docente es calificado por Javier Bahón como el verdadero educador.

El aprendizaje llegará a través de experiencias. El reto del docente radica en emocionar e intrigar a los estudiantes, empujarlos para que experimenten nuevas formas de expresión.


“La pasión se contagia y el profesor que trabaja con pasión crea un 
vínculo con su alumnado y engancha”, describe Bahón al nuevo docente 
escolar. “Y, cuando todo falla, la técnica pedagógica que siempre 
funciona es la cercanía, el cariño y la confianza”.


LAS CALIFICACIONES NO IMPORTAN


Expertos de la facultad de educación de la universidad de Harvard ofrecen algunos consejos para entender mejor el proceso de evaluación.

Muchos padres de familia anhelan ver a sus hijos con buenas calificaciones y en los cuadros de honor de sus colegios. Estos méritos, consideran, son exponentes de un éxito profesional y humano. Este pensamiento desvirtúa el objetivo de la educación y confunde a los padres sobre el verdadero sentido del aprendizaje.

Los educadores de Harvard consideran que la formación de valores y principios son lo más valioso que la escuela puede proponer.

1.    Necesitan un claro ejemplo a seguir
Ningún padre será perfecto, y no es necesario, pero sí es importante que haya una concordancia con lo que se enseña, y que sea un ejemplo moral en este sentido para que cada aprendizaje de valores sea reforzado con la actitud que quien se lo dice.

2.    Dales oportunidades de equivocarse
Los niños aprenden rápido, absorbiendo lo que les rodea. Así será con la amabilidad como con cualquier otra cosa. Es importante realizar pequeñas acciones que guíen este aprendizaje, como ayudar a sus amigos o preocuparse por los animales. Poco a poco se volverá algo natural para él.

3.    Ayúdales a tener perspectiva
La reflexión sobre las consecuencias de sus actos permite consolidar el sentido crítico. Hay diversos puntos de vista y nadie es dueño de una verdad absoluta. Hay que alentar ejercicios para abrir su mente y que sean más tolerantes ante las opiniones diferentes.

4.    Relájate como padre
No sea demasiado duro en expectativas académicas o sociales. Los niños van creciendo y cambiando, y en vez de exigirle a él que resuelva todo, apoye ese proceso con sus consejos de padre. El foco es que sea una buena persona. Es mejor eso a que tenga las mejores notas, pero sea despectivo con el resto. Los padres tienen siempre responsabilidad a la hora de determinar el foco de prioridades.

5.    Enséñale a manejar sus emociones
Todas las sensaciones están permitidas, y eso lo deben saber: que frustrarse o tener pena no es algo malo, pero sí deben controlarlo, y no proyectarlo en el resto.



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Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"
Una producción de la Casa Editorial Bienaventuranzas

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