Dedicada a los docentes

Revista Digital de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas, un proyecto de la Conferencia Episcopal de Bolivia.

jueves, 10 de agosto de 2017

ES POSIBLE LOGRAR UN AULA MÁS DIVERTIDA



 
- El interés y la motivación despiertan las ganas de aprender. Los estudiantes reclaman un espacio de estudio que despierte sus emociones positivas. Los docentes estamos llamados para convertir las aulas en espacios agradables.


Fuente: Redacción "Diálogo Educativo".  
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas 

Con demasiada frecuencia, los estudiantes reclaman cierto desinterés por el trabajo de aula. Para muchos, las asignaturas se convierten en algo tedioso. Las aulas, aburren. Los indicadores de fracaso escolar señalan como causal esta desmotivación en los estudiantes.

Los docentes debemos revertir este panorama. Está en nuestras manos animar la clase para elevar los indicadores de rendimiento escolar y disminuir los casos de fracaso escolar. “Debemos, como docentes, cambiar el aburrimiento por diversión, por curiosidad y por entusiasmo” reitera la psicóloga y pedagoga Celia Rodríguez Ruiz. El aprendizaje responde a una necesidad natural del ser humano. La curiosidad de un niño le lleva a descubrir los sonidos. “Aprender puede y debe ser natural”, sentencia la mencionada psicóloga.

Las emociones influyen de manera directa en la actitud frente al estudio. Despertar emociones provocará un ambiente de aula agradable y propicio para el aprendizaje. Si logramos generar emociones positivas facilitaremos sensaciones de bienestar. De esta manera incidiremos beneficiosamente en los procesos educativos.



Como ha destacado Rodríguez Ruiz, el ser humano es un gran aprendiz por naturaleza. Gran parte de estos aprendizajes se producen de maneta natural, no reclaman un esfuerzo para adquirirlos. Lo llamativo de estos procesos de aprendizaje natural se sustenta en la sensación de agrado y placer que producen al asumirlos. Aprendemos de manera divertida.

Para Celia Rodríguez Ruiz resulta fundamental trasladar estas dinámicas de aprendizaje natural y divertido a los espacios de trabajo en el aula.
Las emociones positivas alientan un estado de ánimo activo y atento. Este tipo de emociones activan el interés por las actividades que se desarrollan en ese momento. Trabajar la motivación del estudiante por medio de emociones positivas repercute en un mejor desempeño.

La capacidad de incentivar dinámicas de disfrute en el aprendizaje provocará emociones positivas. A partir de ahí, el docente deberá trasladar esa emoción en motivación e interés por aprender. 



 
Un niño que se divierte es un niño despierto. Las emociones positivas, explica la psicóloga Celia Rodríguez Ruiz, contribuyen al bienestar. El docente debe construir un ambiente agradable en el aula, un ambiente de trabajo que provoque disfrute se transforma en un refuerzo para el aprendizaje. Los estudiantes se divierten en el aula mientras realizan actividades vinculadas al desarrollo escolar. Es normal para ellos acudir al aula con una actitud expectante.

El docente debe convertir la “fiesta por el aprendizaje” en una forma cotidiana de enseñanza. Tiene que normalizar esta forma de trabajar para que se aliente las ganas de acudir al aula. El estudiante descubrirá el atractivo de esta forma de aprender. Por consiguiente acudirá con una predisposición natural para estudiar.
De forma puntual, el docente puede transformar los procesos de aprendizaje con experiencias divertidas. Rodríguez Ruiz sugiere algunos aspectos que permiten aplicar estas experiencias:

·            Diseñar actividades de trabajo agradables que despierten curiosidad, el estado natural del aprendizaje.
·            Proponer ejercicios que mantengan a los estudiantes activos durante nuestro aprendizaje.
·            La exploración, la indagación y la práctica son exponentes comunes al aprendizaje.
·            Disponer actividades de aula que provoquen entusiasmo y no generen tensiones ni en el estudiante ni entre los estudiantes.
·            Animar a los estudiantes a construir significados y crear aprendizajes propios.
·            Escuchar activamente al niño o niña. Se trata de escuchar lo que dice y lo que no dice, de llegar a lo que siente.
·            Ceder el espacio de protagonismo a los estudiantes, que ellos mismos propongan acciones, provoquen ilusión e intervengan para definir ciertos temas de trabajo y aprendizaje.
·            Habilitar espacios para que los estudiantes hablen, pregunten y se expresen. Serán espacios sin límites que coarten la espontaneidad (dentro de ciertos márgenes de disciplina).
·             Alentar un clima de cordialidad que permita sentirse cómodos a los estudiantes. La acogida en el aula es clave para romper los miedos adquiridos. Saludar a los estudiantes, preocuparse por ellos, dedicarles un tiempo de atención ayuda a construir la confianza. Es importante remarcar que un estudiante en tensión no tiene una predisposición para el aprendizaje.
·            Provocar emociones positivas a través de bromas, humor y risas. Aprender es divertido, esa debe ser la constante dentro del aula. Las clases magistrales que refuerzan la autoridad del docente solo consiguen distanciar al docente del estudiante. Se trata de humanizar la relación de aula.
·            Evitar las tensiones innecesarias y desterrar las emociones negativas de la educación como el miedo, la vergüenza, la rabia. El docente actúa desde la comprensión, desde la empatía con los estudiantes.
·            Proyectar tiempo para la relajación, el descanso y la asimilación.


APRENDER LA FELICIDAD



El aula es un espacio que genera múltiples emociones. Parte del trabajo docente consiste acompañar a los estudiantes y guiarles para que asimilen naturalmente las emociones. Un curso en Harvard enseña a ser feliz. ¡Sí, como lo ha visto, clases para ser feliz!

El filósofo estadounidense Tab Ben-Shahar se ha convertido en un referente con su propuesta de clases sobre felicidad. Cada semestre, más de 1400 estudiantes asisten a su curso en la universidad de Harvard. Las experiencias han sido replicadas también en algunos centros escolares con un resultado interesante.



“La felicidad es una sensación general de placer y significado: una persona feliz disfruta las emociones positivas al mismo tiempo que considera que su vida está llena de significado”, afirma Ben-Shahar.
En Inglaterra, el colegio Wellington establece una hora semanal para “las clases de felicidad”. Los profesores, con ayuda de expertos, han implementado un contenido de trabajo que enseña a los estudiantes a gestionar sus emociones y sobrellevar la tensión y el estrés que se deriva de su accionar en el aula. El director del centro, Sir Anthony Seldon observa que “el Gobierno del Reino Unido, al igual que otros de todo el mundo, comete un error al plantear una disyuntiva entre los resultados académicos y la buena salud mental y el bienestar de los estudiantes. Las buenas escuelas son capaces de combinar ambas cosas”.



Efectivamente, el excesivo énfasis que se pone en las calificaciones provoca la tensión en los estudiantes por obtener un resultado satisfactorio. El espacio de aprendizaje queda a un segundo plano. Padres, docentes y estudiantes alientan una cultura de la competencia que aleja el valor verdadero de la educación.

El objetivo detrás de las clases que se imparten en el internado pretende dotar a los estudiantes de las herramientas necesarias para conocerse a sí mismos, además de enseñarles a autogestionarse. Seldon presume de que, en los últimos años, el rendimiento académico de su centro ha mejorado de manera notable.


Jeffrey Sachs, profesor de la Universidad de Columbia y uno de los autores del Informe Mundial de Felicidad, defiende que garantizar felicidad y bienestar debería estar en la agenda de todos los países. “La educación, incluida la educación moral, puede jugar un papel fundamental para conseguir una mayor satisfacción vital”. Al respecto, muchos especialistas sostienen que la verdadera felicidad es síntoma de una mente sana y equilibrada, al igual que el bienestar físico es signo de un cuerpo sano.
“La felicidad es íntima, no exterior; y por lo tanto no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos”, afirmó una vez el escritor estadounidense Henry van Dyke. 

Fuente: Redacción "Diálogo Educativo".  
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas 



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