La
educadora que revolucionó la lectoescritura, asegura que si los docentes no
leen son incapaces de transmitir placer por la lectura. Dice que todos los
chicos pueden aprender si los maestros se lo proponen.
Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"
Una producción de la Casa Editorial Bienaventuranzas
Emilia Ferreiro casi no necesita
presentación. Para el mundo de la educación es un referente indiscutible, que
revolucionó la enseñanza de la lectoescritura y que realizó numerosos aportes a
la alfabetización en el mundo.
Es argentina, pero está radicada en
México desde hace más de dos décadas. Su tesis de doctorado fue dirigida por
Jean Piaget en la Universidad de Ginebra. Hace años que recorre América y
Europa dando conferencias y capacitaciones a docentes; es autora de innumerables
artículos científicos y libros y fue reconocida varias veces como doctora
honoris causa por diversas universidades.
Para la investigadora, la escuela es
muy resistente a los cambios porque siguen instaladas viejas ideas.
Ferreiro trabaja en el Centro de
Investigación de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional de
México. Desde su perspectiva, el docente no puede seguir haciendo tareas
burocráticas, debe profesionalizarse. Considera que todos los chicos pueden
aprender si tienen un maestro que crea que pueden lograrlo. También valora la
resistencia de la escuela a los cambios que no genera ella misma.
–¿Qué puede hacer la escuela para evitar el fracaso
escolar?
–El fracaso escolar tiene varias
caras (…) Voy a hablar de los aprendizajes vinculados con la lengua. La
alfabetización inicial o tiene lugar en los primeros años de la primaria o es
un déficit que se arrastra muy mal. Incluso en casos donde no hay percepción de
fracaso puede haber fracaso con respecto a lo que significa alfabetizar. Hoy
nadie puede considerarse alfabetizado si está en situación de comprender
mensajes simples, saber firmar o leer libros con léxico y sintaxis
simplificada. Desde finales del siglo XX estamos asistiendo a una revolución en
la que la digitalización de la información es parte de la vida cotidiana y la
escuela ni se ha dado cuenta. Entonces sigue preparando para leer un conjunto
limitadísimo de textos, sigue haciendo una alfabetización para el pizarrón.
Trabajar con la diversidad de textos y alfabetizar con confianza y sin temor a
circular a través de los múltiples tipos de textos y de soportes textuales del
mundo contemporáneo es indispensable.
–¿Se puede decir que la escuela sigue siendo
demasiado conservadora para niños de la era tecnológica?
–El sistema escolar es de evolución
muy lenta. Históricamente ha sido muy poco permeable a cambios que la
afectaban. Dos ejemplos: cuando apareció la lapicera, la primera reacción del
sistema educativo fue “eso no va a entrar acá porque arruina la letra”, y la escuela
le hizo la guerra a ese instrumento: una guerra perdida de antemano (…) Lo
mismo hizo cuando aparecieron las calculadoras de bolsillo y dijeron “eso va a
arruinar el cálculo escolar y no van a entrar”. Y entraron con muchas
dificultades, hasta que en algunos lugares descubrieron que podía hacerse un
uso inteligente de la máquina de calcular. En ese contexto hay que ubicarse. La
institución escolar siempre ha sido muy resistente a las novedades que no
fueron generadas por ella.
–Ahora se resiste a la computadora.
–Es una tecnología de escritura y
tiene ventajas innegables para la enseñanza. La primera reacción es de
desconfianza. El primer acto reflejo es que si nos traen una, la ponemos con
llave.
–¿Se puede alfabetizar igual en diferentes
contextos sociales y culturales y con recursos distintos?
–Hay cosas que van a ser iguales y
otras que son necesariamente distintas. Algo que les digo siempre a los
maestros es: “¿Usted no sabe qué hacer el primer día? Lea en voz alta”. La
experiencia de escuchar leer en voz alta no es una experiencia de todos los
chicos antes de entrar a la escuela y es crucial para entender ese mundo
insólito que tiene que ver con que hay estas patitas de araña (muestra las
letras) en una hoja y que suscitan lengua.
–Es otra forma de enseñar a leer y escribir…
–Más que empezar con la pregunta
típica de cómo hago para enseñar a leer y escribir, primero hay que enseñar
algo acerca de lo que es la escritura y para qué sirve. El maestro tiene que
comportarse como lector, como alguien que ya posee la escritura. La gran
diferencia entre los chicos que han tenido libros y lectores a su alrededor y
los que no los han tenido es que no tienen la menor idea del misterio que hay
ahí adentro. Más que una maestra que empieza a enseñar, necesitan una maestra
que les muestre qué quiere decir saber leer y escribir. Cuanta menos inmersión
haya tenido antes, más hay que darle al inicio.
–¿El docente es consciente de que esta es una buena
manera de enseñar a leer y escribir? Hay investigaciones que dicen que los
maestros no leen.
–Ese es uno de los dramas del asunto
porque se habla mucho del placer de la lectura, pero ¿cómo se transmite ese
placer si el maestro nunca sintió ese placer porque leyó nada más que
instrucciones oficiales, libros de “cómo hacer para”, leyó lo menos posible. Es
muy difícil que ese maestro pueda transmitir un placer que nunca sintió y un
interés por algo en lo que nunca se interesó. En toda América latina el
reclutamiento de maestros viene de las capas menos favorecidas de la población.
En muchos casos no hay aspiración a ser maestro. Y en ese sentido cambió, pasó
de ser una profesión de alto prestigio social a una con relativo bajo prestigio
social.
–¿Cuánto influye eso en la alfabetización de los
niños?
–Mucho, porque si alguien está
haciendo lo que hace porque no pudo hacer más, se va a sentir frustrado; y la
frustración profesional no ayuda al ejercicio profesional.
–¿Se avanzó en el modo de alfabetizar?
–Hay una visión muy instrumentalista
que piensa lo mismo desde hace tantas décadas que da hasta lástima decirlo.
Dice: “Primero vas a aprender la mecánica de las correspondencias grafofónicas
y para eso mejor que ni pienses porque es un ejercicio mecánico de asociación
de correspondencias. Después vas a aprender de corrido, y después vas a
entender lo que estás leyendo y después, quizá, te venga esa cosa desde algún
milagro llamada placer por la lectura”. En realidad, el placer por la lectura
entre los chicos que tienen lectores a su alrededor es lo primero que se
instala (…) Es lo primero, no lo último.
–Esta tendencia del placer antes que lo
instrumental no está en práctica; seguimos con las viejas teorías. ¿Cómo se
revierte eso?
–No es fácil. Lo que no consigo es
que me den la lógica de la visión opuesta. Por ese lado hice investigaciones
que revelan que los chicos piensan sobre la escritura antes y que lo que
piensan es relevante y que es bueno tenerlo en cuenta.
–¿Sigue en vigencia esa idea de que el maestro es
la autoridad que les enseña a niñitos que no saben nada?
–Siguen instaladas viejas ideas que
son parte de la lentitud del sistema para reaccionar. A veces con el
razonamiento de que si siempre se hizo así para qué cambiar (…) Una de las
tendencias es regalarle el fracaso a la familia o al niño y no asumir la responsabilidad
de que todos los chicos pueden aprender y deben aprender. Andan buscando desde
antes que empiece el año escolar quiénes van a repetir o quiénes son los
disléxicos o los que tienen alguna patología por la cual la cosa no va a andar.
Y realmente todo cambia muy fuerte cuando el maestro dice “aquí no va a haber
repetidores” y cuando asume desde el inicio que “aquí van a aprender todos”.
Eso exige un involucramiento fuerte del maestro con el aprendizaje; ahí
entramos en otra vertiente, en la que el oficio del maestro se ha ido
burocratizando cada vez más y desprofesionalizando al mismo tiempo. Recibe
instrucciones y las ejecuta: esa es la definición de un burócrata. En tanto, el
profesional es el que sabe lo que está haciendo, por qué lo está haciendo y tiene
una racionalidad y una especificidad que puede defender profesionalmente.
–¿Cómo se hace para sacar adelante a niños que
concurren a escuelas donde hay un libro cada 40 alumnos, sin biblioteca ni
computadora y el docente, además, atiende situaciones familiares, psicológicas?
–Enseñar a leer y escribir bajo los
bombardeos es difícil. Cuando un maestro está convencido de que puede hacer
algo termina descubriendo la manera de hacerlo, y si deja que el malestar
general lo apabulle no va a poder hacer nada. Si acepta estar ahí es porque
cree que algo puede hacer. Si forma parte de la desesperación colectiva, si se
deprime junto con el ambiente, no va a poder hacer nada. Pero hay maestros
creativos que consiguen llevar adelante algo que da esperanza… El maestro tiene
que decir “aprender es posible”, como el médico decir “la salud es posible”.
Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"
Una producción de la Casa Editorial Bienaventuranzas
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