Dedicada a los docentes

Revista Digital de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas, un proyecto de la Conferencia Episcopal de Bolivia.

lunes, 1 de junio de 2015

Cómo lograr que los padres sean aliados del docente



Los padres de familia son el vértice en el que se sostiene el proceso educativo. Asumen la responsabilidad de elegir el colegio en el cual será formado su hijo. Acompañan a los profesores como supervisores y soporte para el desarrollo adecuado de los aprendizajes.

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El primer día de clase marca el cambio de etapa evolutiva fundamental en el niño. Al traspasar la puerta del colegio, los padres comparten con los profesores la responsabilidad educativa del menor. A partir de este momento, el entendimiento entre docentes y padres de familia será clave en la formación. Con la matriculación e ingreso del niño en el sistema escolar regular, se podría pensar que los padres ya cumplieron su etapa de formación. Los docentes, profesionales especializados en la educación, deberían ser quienes impulsen y acompañen esta nueva etapa.

Nada más alejado de la realidad. El compromiso formador de los padres los convierte en profesores permanente.

La familia constituye el espacio natural para la formación del niño. Los padres son responsables de su educación, de su preparación para integrarse en la sociedad. El continuo crecimiento del niño revela nuevas necesidades de atención. Es en esta etapa cuando los padres buscan la ayuda de los profesores para fortalecer el proceso educativo.

La educación formal y estructurada recae en la escuela. El ambiente escolar propicia un entorno compartido para el desarrollo cognitivo de los niños. La tarea de formación, más allá de centrarse en la labor escolar, integra la familia, la escuela y la sociedad. La corresponsabilidad educativa de padres y profesores se torna primordial para el desarrollo del ser humano.

El pedagogo José Antonio Marina rescata la importancia de los tres actores fundamentales de la educación – familia, escuela y sociedad- y dimensiona la participación de cada uno. Para Marina, “los padres solos no pueden educar a sus hijos, hagan lo que hagan, porque no pueden protegerlos de otras influencias muy poderosas”. Las mismas limitantes siente el profesor, para quien la labor educativa se torna cada vez más compleja. La educación implica la integración activa de padres y docentes como actores imprescindibles, junto al acompañamiento de la sociedad que envuelve este proceso formador. Con un ilustrativo ejemplo, José Antonio Marina  sintetiza la participación social: “Para educar a un niño hace falta la tribu entera”.
Los padres de familia son el vértice en el que se sostiene el proceso educativo. Asumen la responsabilidad de elegir el colegio en el cual será formado su hijo. Acompañan a los profesores como supervisores y soporte para el desarrollo adecuado de los aprendizajes.

Las investigadoras de la Universidad Católica de Chile, Maritza Rivera y Neva Milicic consideran a la escuela como el nuevo contexto formador. La comunidad educativa involucra de manera directa a los padres para mejorar el rendimiento escolar. Ya sea desde el seguimiento en casa, o desde una participación más directa en los consejos escolares, el rol de los padres de familia se mantiene vigente como educadores.

La empatía entre profesores y padres de familia sugiere el contexto ideal para el desarrollo educativo del niño. Entre ellos, un diálogo abierto y permanente para beneficio de cada estudiante.

La escuela colabora íntimamente con la familia en la labor de educar. Completa y amplia las experiencias de formación recibidas en el seno familiar para ofrecer un aprendizaje más estructurado. Los colegios abren su espacio para incluir a los padres en esta etapa de formación. Urge, como plantean Rivera y Milicic, la superación a la dualidad educadora entre la familia y la escuela.

“La relación padres e hijos tiene una alta incidencia en el rendimiento académico y en la conducta escolar, pudiendo convertirse en un marcador psicológico positivo o negativo”, sentencian Rivera y Milicic en su investigación. La alianza entre padres y profesores se sustenta en una fluida comunicación en favor del acompañamiento co-responsable del proceso educativo.

El ingreso a la escuela genera, en algunos padres, una desvinculación de la responsabilidad educativa. Con la “entrega” de su hijo a la escuela, describen las investigadoras chilenas Rivera y Milicic, los padres delegan en el profesor la labor de educar y enseñar. Más que un complemento para consolidar la formación, ven en el maestro una liberación de su responsabilidad.

Los resultados de la investigación mencionada revelan una actitud reiterativa en los padres de familia despreocupados del proceso educativo. Es recurrente ver a padres de familia acudir a los centros escolares para responder a las citaciones del colegio. Esta presencia se vincula con situaciones de indisciplina o bajo rendimiento de los hijos. El sentido negativo que envuelve a estas participaciones, distancia más a los padres de su corresponsabilidad educativa. Antes que reconocer su débil participación en la formación escolar de sus hijos, se defienden acusando a los docentes por “trabajo mal hecho que faltó a la confianza depositada”.

Otra actitud descrita para justificar el poco acompañamiento escolar de los progenitores se centra en la dedicación al trabajo de los padres. Proyectan las insuficiencias y dificultades de su niñez en el rendimiento que esperan de sus hijos. Estos padres concentran sus energías en permitir la oportunidad de estudiar que ellos no gozaron. Para enseñar, argumentan estos padres, ya está el colegio. Mientras, se conforman con cancelar las mensualidades y aportar los implementos solicitados por los profesores.


Rivero y Milicic destacan el perfil paternalista sobreprotector como otra amenaza al equilibrio educativo. Si bien abogan por la presencia activa de los padres en la escuela,  ésta debe respetar ciertos límites de la autonomía cognitiva del menor. La sobreprotección de padres genera niños débiles y perezosos. Los padres se vuelcan tanto en colaborar con la formación de sus hijos que deciden suplantarlos ellos mismos en sus tareas. De esta manera, los estudiantes se convierten en espectadores y consolidan una actitud pasiva y apática frente a la escuela.

El papel que los padres desempeñan en la educación de sus hijos influye en la actitud final de los menores. La investigación realizada por la Universidad Católica de Chile desvela que, cada vez con mayor frecuencia, los padres delegan la labor educativa en la escuela y los profesores, desligándose de su responsabilidad fundamental. Esta situación de despreocupación también ha sido descrita por el filósofo español Fernando Savater.

Savater percibe que el abandono familiar de las obligaciones educativas ha dejado a los profesores como los responsables únicos y directos de la función disciplinar. Como tutores directos de los menores, los maestros orientan a los estudiantes en la vida. “El eclipse de autoridad” formadora de la familia, como define Savater a la actitud poco colaborativa de los padres, perjudica notoriamente al desempeño académico y el desarrollo social de los hijos. “La escuela demanda a la familia el cumplimiento de tareas y obligaciones que extienden lo escolar al hogar” complementa el filósofo ibérico. Y rescata un consejo de otro gran pedagogo europeo, Epstein, para remarcar que la calidad de la educación se beneficia cuando los padres se dedican más a la educación formal de sus hijos”.

La metáfora de la familia como “aula primordial” es rescatada por la licenciada Silvia Baeza, catedrática de la Universidad de Salamanca. Para Baeza, “los recursos que posee la familia, a veces totalmente insospechados, arrojan una luz de esperanza”  para reestablecer el equilibrio educativo. Realza la función de la familia como transmisora de valores y pensamientos fundamentales para el crecimiento personal, académico y social del hijo. La participación activa de padres y profesores embarcados en el proyecto de la educación complementaria es el mejor escenario para una educación de calidad.


EDUCAR EN LA CASA

·                            Acondicionar un espacio agradable para que realice sus tareas y estudios.

·                            Apoyar constantemente el proceso educativo, facilitando los materiales requeridos y aportando el apoyo emocional requerido.

·                            Presentar las tareas y labores académicas como un reto personal de superación, no como una forma de castigo.

·                            Revisar conjuntamente la ejecución de las tareas.

·                            Plantear claramente los tiempos para las diversas actividades: televisión, videojuegos, descanso, tareas y estudio.

·                            Ser consecuente con la aplicación de las normas establecidas, educando en la responsabilidad.

·                            Alentar los sueños de superación y crecimiento.
·                            Depurar el lenguaje para cargarlo de términos positivos y motivadores.

·                            Festejar los logros y metas alcanzados.

·                            Desempeñar el rol de padre de familia y no confundir con una interacción de amigo o compañero.

·                            Elegir una escuela que goce de la confianza y posibilidades para el desarrollo integral.


ACOMPAÑAR EN LA ESCUELA
·                             Consultar diariamente las actividades avanzadas en la escuela

·                             Relacionarse periódicamente con el profesor para conocer la evolución académica.

·                             Dialogar abiertamente con el docente para identificar las necesidades de aprendizaje que se deben reforzar.

·                             Corregir los comportamientos indebidos con autoridad, pero sin violencia o abuso, extendiendo la disciplina y el respeto más allá del aula.

·                             Asistir a reuniones  de padres y poner en consideración como prolongar en la casa las disposiciones de trabajo y comportamiento en el aula.

·                             Participar de las actividades de socialización que realiza el colegio, como jornadas deportivas o festivales culturales.

·                             Integrar el consejo escolar para promover un entorno social y vecinal adecuado.

·                             Agradecer y reconocer la labor de los profesores y de la escuela en la formación de los menores.

·                             Recordar las experiencias positivas que se vivieron como escolar y así motivarlo. Los recuerdos negativos provocaran temores.


   Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"

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