Los padres de familia son el vértice en el que se
sostiene el proceso educativo. Asumen la responsabilidad de elegir el colegio
en el cual será formado su hijo. Acompañan a los profesores como supervisores y
soporte para el desarrollo adecuado de los aprendizajes.
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El primer día
de clase marca el cambio de etapa evolutiva fundamental en el niño. Al
traspasar la puerta del colegio, los padres comparten con los profesores la
responsabilidad educativa del menor. A partir de este momento, el entendimiento
entre docentes y padres de familia será clave en la formación. Con la
matriculación e ingreso del niño en el sistema escolar regular, se podría
pensar que los padres ya cumplieron su etapa de formación. Los docentes,
profesionales especializados en la educación, deberían ser quienes impulsen y
acompañen esta nueva etapa.
Nada más
alejado de la realidad. El compromiso formador de los padres los convierte en
profesores permanente.
La familia
constituye el espacio natural para la formación del niño. Los padres son
responsables de su educación, de su preparación para integrarse en la sociedad.
El continuo crecimiento del niño revela nuevas necesidades de atención. Es en
esta etapa cuando los padres buscan la ayuda de los profesores para fortalecer
el proceso educativo.
La educación
formal y estructurada recae en la escuela. El ambiente escolar propicia un
entorno compartido para el desarrollo cognitivo de los niños. La tarea de
formación, más allá de centrarse en la labor escolar, integra la familia, la
escuela y la sociedad. La corresponsabilidad educativa de padres y profesores
se torna primordial para el desarrollo del ser humano.
El pedagogo
José Antonio Marina rescata la importancia de los tres actores fundamentales de
la educación – familia, escuela y sociedad- y dimensiona la participación de
cada uno. Para Marina, “los
padres solos no pueden educar a sus hijos, hagan lo que hagan, porque no pueden
protegerlos de otras influencias muy poderosas”. Las mismas limitantes siente
el profesor, para quien la labor educativa se torna cada vez más compleja. La
educación implica la integración activa de padres y docentes como actores imprescindibles,
junto al acompañamiento de la sociedad que envuelve este proceso formador. Con
un ilustrativo ejemplo, José Antonio Marina
sintetiza la participación social: “Para educar a un niño hace falta la
tribu entera”.
Los padres de familia son el vértice en el que se
sostiene el proceso educativo. Asumen la responsabilidad de elegir el colegio
en el cual será formado su hijo. Acompañan a los profesores como supervisores y
soporte para el desarrollo adecuado de los aprendizajes.
Las investigadoras de la Universidad Católica de
Chile, Maritza Rivera y Neva Milicic consideran a la escuela como el nuevo
contexto formador. La comunidad educativa involucra de manera directa a los
padres para mejorar el rendimiento escolar. Ya sea desde el seguimiento en casa,
o desde una participación más directa en los consejos escolares, el rol de los
padres de familia se mantiene vigente como educadores.
La empatía entre profesores y padres de familia
sugiere el contexto ideal para el desarrollo educativo del niño. Entre ellos,
un diálogo abierto y permanente para beneficio de cada estudiante.
La escuela colabora íntimamente con la familia en
la labor de educar. Completa y amplia las experiencias de formación recibidas
en el seno familiar para ofrecer un aprendizaje más estructurado. Los colegios
abren su espacio para incluir a los padres en esta etapa de formación. Urge,
como plantean Rivera y Milicic, la superación a la dualidad educadora entre la
familia y la escuela.
“La relación
padres e hijos tiene una alta incidencia en el rendimiento académico y en la
conducta escolar, pudiendo convertirse en un marcador psicológico positivo o
negativo”, sentencian Rivera y Milicic en su investigación. La alianza entre padres y profesores se sustenta en una fluida
comunicación en favor del acompañamiento co-responsable del proceso educativo.
El ingreso a la escuela genera, en algunos padres,
una desvinculación de la responsabilidad educativa. Con la “entrega” de su hijo
a la escuela, describen las investigadoras chilenas Rivera y Milicic, los
padres delegan en el profesor la labor de educar y enseñar. Más que un
complemento para consolidar la formación, ven en el maestro una liberación de
su responsabilidad.
Los resultados de la investigación mencionada
revelan una actitud reiterativa en los padres de familia despreocupados del
proceso educativo. Es recurrente ver a padres de familia acudir a los centros
escolares para responder a las citaciones del colegio. Esta presencia se
vincula con situaciones de indisciplina o bajo rendimiento de los hijos. El
sentido negativo que envuelve a estas participaciones, distancia más a los
padres de su corresponsabilidad educativa. Antes que reconocer su débil
participación en la formación escolar de sus hijos, se defienden acusando a los
docentes por “trabajo mal hecho que faltó a la confianza depositada”.
Otra actitud descrita para justificar el poco
acompañamiento escolar de los progenitores se centra en la dedicación al
trabajo de los padres. Proyectan las insuficiencias y dificultades de su niñez
en el rendimiento que esperan de sus hijos. Estos padres concentran sus
energías en permitir la oportunidad de estudiar que ellos no gozaron. Para
enseñar, argumentan estos padres, ya está el colegio. Mientras, se conforman
con cancelar las mensualidades y aportar los implementos solicitados por los
profesores.
Rivero y Milicic destacan el perfil paternalista
sobreprotector como otra amenaza al equilibrio educativo. Si bien abogan por la
presencia activa de los padres en la escuela,
ésta debe respetar ciertos límites de la autonomía cognitiva del menor.
La sobreprotección de padres genera niños débiles y perezosos. Los padres se
vuelcan tanto en colaborar con la formación de sus hijos que deciden
suplantarlos ellos mismos en sus tareas. De esta manera, los estudiantes se
convierten en espectadores y consolidan una actitud pasiva y apática frente a
la escuela.
El papel que los padres desempeñan en la
educación de sus hijos influye en la actitud final de los menores. La
investigación realizada por la Universidad Católica de Chile desvela que, cada
vez con mayor frecuencia, los padres delegan la labor educativa en la escuela y
los profesores, desligándose de su responsabilidad fundamental. Esta situación
de despreocupación también ha sido descrita por el filósofo español Fernando
Savater.
Savater percibe que el abandono familiar de las
obligaciones educativas ha dejado a los profesores como los responsables únicos
y directos de la función disciplinar. Como tutores directos de los menores, los
maestros orientan a los estudiantes en la vida. “El eclipse de autoridad”
formadora de la familia, como define Savater a la actitud poco colaborativa de
los padres, perjudica notoriamente al desempeño académico y el desarrollo
social de los hijos. “La escuela demanda a la familia
el cumplimiento de tareas y obligaciones que extienden lo escolar al hogar”
complementa el filósofo ibérico. Y rescata un consejo de otro gran pedagogo
europeo, Epstein, para remarcar que “la calidad de
la educación se beneficia cuando los padres se dedican más a la educación
formal de sus hijos”.
La metáfora de
la familia como “aula primordial” es rescatada por la licenciada Silvia Baeza,
catedrática de la Universidad de Salamanca. Para Baeza, “los recursos que posee
la familia, a veces totalmente insospechados, arrojan una luz de
esperanza” para reestablecer el
equilibrio educativo. Realza la función de la familia como transmisora de
valores y pensamientos fundamentales para el crecimiento personal, académico y
social del hijo. La participación activa de padres y profesores embarcados en
el proyecto de la educación complementaria es el mejor escenario para una
educación de calidad.
EDUCAR EN LA CASA
·
Acondicionar un espacio agradable para que
realice sus tareas y estudios.
·
Apoyar constantemente el proceso educativo,
facilitando los materiales requeridos y aportando el apoyo emocional
requerido.
·
Presentar las tareas y labores académicas como
un reto personal de superación, no como una forma de castigo.
·
Revisar conjuntamente la ejecución de las
tareas.
·
Plantear claramente los tiempos para las
diversas actividades: televisión, videojuegos, descanso, tareas y estudio.
·
Ser consecuente con la aplicación de las normas
establecidas, educando en la responsabilidad.
·
Alentar los sueños de superación y crecimiento.
·
Depurar el lenguaje para cargarlo de términos
positivos y motivadores.
·
Festejar los logros y metas alcanzados.
·
Desempeñar el rol de padre de familia y no
confundir con una interacción de amigo o compañero.
·
Elegir una escuela que goce de la confianza y posibilidades
para el desarrollo integral.
|
ACOMPAÑAR EN LA ESCUELA
·
Consultar diariamente las actividades avanzadas
en la escuela
·
Relacionarse periódicamente con el profesor
para conocer la evolución académica.
·
Dialogar abiertamente con el docente para identificar
las necesidades de aprendizaje que se deben reforzar.
·
Corregir los comportamientos indebidos con
autoridad, pero sin violencia o abuso, extendiendo la disciplina y el respeto
más allá del aula.
·
Asistir a reuniones de padres y poner en consideración como
prolongar en la casa las disposiciones de trabajo y comportamiento en el
aula.
·
Participar de las actividades de socialización
que realiza el colegio, como jornadas deportivas o festivales culturales.
·
Integrar el consejo escolar para promover un entorno
social y vecinal adecuado.
·
Agradecer y reconocer la labor de los
profesores y de la escuela en la formación de los menores.
·
Recordar las experiencias positivas que se
vivieron como escolar y así motivarlo. Los recuerdos negativos provocaran
temores.
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