Dedicada a los docentes

Revista Digital de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas, un proyecto de la Conferencia Episcopal de Bolivia.

viernes, 5 de junio de 2015

La misión del maestro



El sabio: una luz, una tea,
una gruesa tea que no ahúma.

Un espejo horadado, 
un espejo pulido por ambos lados.
Suya es la tinta negra y roja,
de él son los códices,
de él son los libros de pinturas.

Él mismo es escritura y sabiduría.
Es camino, guía veraz para otros.
Conduce a las personas y a las cosas,
es guía en los negocios humanos.

El sabio verdadero es cuidadoso 
(como un médico),
 y guarda la tradición.

Suya es la sabiduría transmitida,
él es quién la enseña, 
sigue la verdad.
Maestro de la verdad, no deja de amonestar.

Hace sabios los rostros ajenos,
hace a los otros tomar una cara (una personalidad), 
los hace desarrollarla.
Les abre los oídos, los ilumina.
Es maestro de guías,
les da su camino,
de él uno depende.
Pone un espejo delante de los otros,
los hace cuerdos, cuidadosos;
hace que en ellos aparezca una cara (una personalidad).

 Se fija en las cosas,
regula su camino,
dispone y ordena.
Aplica su luz sobre mundo.
Conoce lo (que está) sobre nosotros
(y) la región de los muertos.

El sabio es hombre serio.
Cualquiera es confortado por él,
es corregido, es enseñado.
Gracias a él la gente humaniza su querer
y recibe una estricta enseñanza.
Conforta el corazón,
conforta a la gente,
ayuda, remedia,
a todos cura.


Antiguo poema de la cultura Anauak (México)

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