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Revista Digital de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas, un proyecto de la Conferencia Episcopal de Bolivia.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Deje respirar a sus estudiantes: Cómo administrar el tiempo en el aula



Planificar el desarrollo de una clase consiste tanto en la preparación de un contenido educativo como en la distribución adecuada del mismo. La celeridad del mundo actual ha impuesto ritmos cortos de atención y concentración. El reloj de los 20 minutos se establece como un sistema de distribución de actividades en aula que alienta la respiración intelectual.

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La academia Deustche Welle impulsa un esquema de trabajo para organizar la actividad del aula de acuerdo a los ritmos y atenciones de los estudiantes. A esta dinámica, la califica como respiración intelectual, puesto que hace una analogía con la función básica de la respiración.

Los procesos de educación se organizan en unidades temáticas. Con frecuencia estos bloques contemplan actividades pedagógicas que asienten el aprendizaje. La rutina normal de trabajo consiste en disponer el aprendizaje teórico en una sesión para aprovechar al máximo el tiempo de aula. Mientras que las acciones más operativas quedan destinadas como “tarea para la casa”.

La implementación de una clase teórica en la cual el docente desglosa el conocimiento referido a la unidad temática plantea una relación unidireccional. El docente se comunica con los estudiantes en una sola dirección, sin proponer sistemas de interacción. Los expertos definen este método como aprendizaje receptivo o de adsorción.


Este tipo de aprendizaje resulta poco llamativo para un grupo de jóvenes que viven en un contexto de interacción permanente. Una clase expositiva, por más que apele a recursos visuales, provoca la desidia y el aburrimiento de los estudiantes.
Los estudios planteados por la academia Deutsche Welle proponen una similitud entre la respiración humana y la respiración intelectual. La comparación propuesta nace de un concepto base que percibe el aprendizaje como una actividad natural, al igual que la respiración.

A partir de este modelo, el proceso de aprendizaje se consolida en dos tiempos de acción. La inspiración y la expiración, fortaleciendo la similitud con los ritmos de la respiración.

Las actividades receptivas equivalen a la inspiración. El estudiante se predispone a recibir un conocimiento nuevo y por ello abre sus vías de atención. El reto del docente radica en atrapar esa puerta de la atención para compartir el aprendizaje dispuesto en la unidad temática.


La inspiración apela a acciones como oír, observar, leer; y también copiar o imitar. Son dinámicas de adsorción y captación de contenido.

Conjuntamente con las actividades propias de la “inspiración” pedagógica, se debe promover la expiración, la devolución por parte del estudiante del aprendizaje asumido. Por ello, es necesario plantear actividades que ayuden al estudiante a manifestar y expresar el conocimiento adquirido. Algunas pautas para validar esta segunda parte consisten en hablar, escribir, realizar, dibujar o expresar por uno mismo.

Al igual que en un proceso de respiración normal, la inspiración y la expiración son complementos inmediatos. La planificación del trabajo de aula involucra actividades y ritmos que compaginen ambas etapas: inspiración y expiración académica.

¿Cómo distribuir las actividades? La Academia Deutsche Welle plantea una distribución de tiempo en aula de acuerdo a la regla de los 20 minutos.

La participación del docente se condensa en una actividad expositiva que no debe durar más de 20 minutos. En el desarrollo de esta primera etapa de enseñanza, el docente imparte el aprendizaje de manera ordenada. Puede apelar a dinámicas como la conferencia o la clase teórica. Un espacio en el cual el docente se convierte en el responsable del trabajo de aula y tiene que despertar las ganas de aprendizaje de los estudiantes para que “inspiren” el conocimiento dispuesto. Es importante que se respeten los tiempos de “absorción” naturales, para no forzar a los estudiantes y garantizar la atención plena durante la primera etapa del proceso.


Inmediatamente conectada a esta primera fase expositiva, viene la espiración. Durante los siguientes 20 minutos de trabajo, el docente cede el protagonismo a los estudiantes para que ellos sean los responsables de demostrar lo captado en aula. En esta segunda etapa, los estudiantes se convierten en el centro de la clase y adquieren un protagonismo activo.

El estudiante plasmará en dinámicas individuales o grupales el fruto de su aprendizaje. Las alternativas con variadas: dibujos, gráficos, resúmenes, diálogos, acciones en equipo. En esta segunda fase, el estudiante tiene que madurar y consolidar sus propios conceptos. Al expresarlo de manera pública, al “expirar”, el docente evalúa, de manera ágil, la pertinencia de lo aprendido.

Los últimos minutos de la clase permiten un espacio de intercambio más activo para asentar y corregir aquellos aspectos que han quedado pendientes.


Lo destacado de esta dinámica de distribuir los ritmos del aula de acuerdo a los periodos de la respiración parte de la naturalidad misma del proceso. Para los estudiantes, la interacción es un proceso habitual fruto del contexto en el que se desenvuelven. Esta predisposición  a intercambiar conceptos e ideas se valida en una clase en la cual ambos, estudiantes y docentes, disponen del tiempo y el espacio para intercambiar sus impresiones.

Fuente: Redacción Diálogo Educativo

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