El perfil de emprendedor se ha consolidado como
una de las competencias más buscadas por la sociedad moderna. Se identifica
como emprendedor a la persona capaz de innovar y gestar proyectos de
desarrollo, promover negocios propios y gozar de iniciativa para impulsar
nuevas oportunidades de vida. Sintetiza las cualidades de líder desde una
perspectiva propositiva y productiva.
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“Desarrollar capacidades y habilidades
emprendedoras - considera Francisco
Barredo, Director del Centro Europeo de Empresas e Innovación en España – es
una forma de caminar hacia una sociedad más competitiva, con más talento y con
mayores posibilidades en un entorno cada vez más globalizado”. El contexto
empresarial ha requerido, durante mucho tiempo, perfiles profesionales para
cubrir necesidades laborales específicas. Con el tiempo, se han dado cuenta que
este sistema de enseñanza técnica abandonó la implementación de competencias
profesionales. Ahora, desde el sector productivo, se busca la formación de emprendedores
que promuevan dinámicas innovadoras para afrontar las situaciones de crisis y
recesión que viven muchos países.
Las empresas apelan a los centros educativos para
que implementen programas de estudios que fortalezcan estas actitudes. Tanto
las universidades como las escuelas gozan del marco ideal para promover estas
actitudes de emprendimiento en los estudiantes y, así, aportar a una formación
profesional acorde con las necesidades sociales actuales.
Este reto lanzado por los empresarios ha sido recogido
por diversos centros educativos y universidades para plantear dinámicas reales
de fortalecimiento del espíritu emprendedor. Un proyecto elaborado en la
Universidad de La Rioja, España, propone la importancia de Aprender a
emprender. El director de la propuesta, José Eduardo Rodríguez, considera que
“se puede enseñar a emprender, y como el deporte, la música y otras
disciplinas, conviene hacerlo desde la temprana edad”. Su postura es compartida
por muchos educadores quienes afirman que el emprendedor no sólo nace, también
se hace.
La actitud de emprendimiento se perfila como un
aprendizaje útil para los contextos económicos y sociales en los que se
desenvuelve el estudiante. Por ello, los diseños académicos deben integrar el
valor de emprender como una trasversal más en la educación. El espíritu
innovador debe cultivarse mediante actividades que impulsen competencias de
emprendimiento.
Un profesor emprendedor se caracteriza por salir
de su zona de comodidad, dejar de lado las seguridades que ofrecen los procesos
tradicionales. Emprender desde el aula reclama una renovación de las formas de
enseñanza para alentar a los estudiantes a afrontar retos que lo involucren más
allá del aula. Rodríguez recalca que “educar desde la óptica del emprendimiento
supone pensar en nuevos sujetos de aprendizaje, y nuevas formas de vinculación
con el conocimiento”. En definitiva, un llamado para transformar los paradigmas
de comodidad establecidos.
Emprender desde el aula sugiere crear nuevos
contextos educativos. El diseño de actividades alienta actitudes como un sano
inconformismo, la asunción de retos o el trabajo en equipo. El aprendizaje
profesional se complementa con la formación humana. Saber afrontar los éxitos y
aprovechar el aprendizaje de los fracasos como máxima de valoración.
El Centro Europeo de Empresas e Innovación de
Castilla La Mancha ha impulsado una progresión de etapas para capacitar el
espíritu de emprendimiento. La sucesión de las etapas estimula aptitudes emprendedoras como alternativa válida a su futuro
desarrollo profesional.
De acuerdo a este
proyecto, la primera etapa consiste en romper los moldes y alentar a la actitud
emprendedora. El fortalecimiento del espíritu emprendedor parte de la
superación de los miedos a lo nuevo. Se recomienda que esta etapa sea
implementada en las etapas iniciales de la formación.
La segunda
etapa acoge la iniciativa emprendedora. La propuesta declara como “finalidad
básica de desarrollar el espíritu emprendedor del alumnado, así como relacionar
a éste con la realidad de su entorno socioeconómico y productivo”. Supone la
apertura a espacios de interacción externos al aula.
El siguiente paso consolida el equipo emprendedor al “afianzar el
espíritu emprendedor con actitudes de creatividad, flexibilidad, iniciativa,
trabajo en equipo, confianza en uno mismo y sentido crítico”. El emprendedor
asume rasgos de líder grupal y consolida el trabajo en equipo como la muestra
palpable del entorno socio laboral que les espera.
La cuarta y última etapa integra la formación profesional y
universitaria. En estas etapas, la comunidad educativa participa en la
elaboración y posterior gestión de un proyecto empresarial vinculado
directamente al proceso de formación que se desarrolla.
El espíritu emprendedor desarrolla, desde los contextos escolares, experiencias que
vinculan a entornos profesionales. La educación asume un enfoque de utilidad
para generar el sentido de ser empresario que se quiere imprimir al estudiante.
La actitud de innovar es consustancial al ser humano.
ESCUELA DE EMPRENDEDORES
América Latina ha impulsado numerosos ejemplos de escuelas de
formación vinculadas al entorno profesional. Las escuelas rurales han acogido
centros técnicos de enseñanza para capacitar a los estudiantes en las
competencias profesionales que les permitan desempeñarse en el mercado
laboral.
Un ejemplo de educación integral ha sido recientemente reconocido en
Uruguay. El presidente José Mújica alabó la labor que desempeña la Estancia
Santa Ana en la diócesis de Melo y Treinta y Tres. Además de reconocerlo como
un centro educativo modelo para el país, el mandatario uruguayo destacó la
conservación de los valores que este proyecto educativo alienta. “A pocas
cuadras de los liceos y las escuelas en las ciudades, hay alumnos que faltan
y profesores que no van a trabajar. En campaña (refiriéndose al área rural)
no ocurre eso… y eso es cultura” señaló el presidente.
La Iglesia Católica de Uruguay recibió en 2010 la estancia Santa Ana
como una herencia. En acuerdo con las autoridades locales y varios padres de
familia de la zona, orientaron la estancia como un centro educativo para los
jóvenes de la zona. “Había
chicos que no querían saber de estudiar y aquí han encontrado un lugar.
Además, tienen muy buenas calificaciones", destaca el padre Freddy, vicario
pastoral de la Diócesis.
En la actualidad, el centro acoge a 40 estudiantes. En
colaboración con la Universidad del trabajo de Uruguay, se propuso un ciclo
básico de formación agraria que dotase a los estudiantes de los conocimientos
necesarios para poder emprender sus propios proyectos agrícolas. Gracias a
esta iniciativa, se logró detener la migración de jóvenes a los centros
urbanos, despoblando de juventud el departamento de treinta y Tres. Con
cierto humor, Pepe Mújica ironizaba “si no capacitamos a los jóvenes rurales,
en la campaña no queda ni un loro”.
La estancia Santa Ana ha ampliado sus actividades con cursos de
gastronomía para los adultos. Con estas iniciativas se convierte en un motor
del desarrollo de la región, promoviendo alternativas de negocios innovadoras
entre la población.
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Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"
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