Dedicada a los docentes

Revista Digital de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas, un proyecto de la Conferencia Episcopal de Bolivia.

martes, 12 de mayo de 2015

Cómo contribuye la escuela a la formación de la personalidad de los niños



Como educadores, los docentes son los principales orientadores para interpretar los valores y costumbres característicos de una sociedad. El docente debe poner al educando en las condiciones de edificar incesantemente su propia personalidad.

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La edad escolar coincide con la etapa de consolidación de la personalidad del joven. Las actitudes de rebeldía o de sumisión se forjan en las aulas. El ejemplo de vida del docente influye en la concreción de valores por parte de los estudiantes. Más que ser profesores, en esta etapa, se convierten en educadores para la vida.

La convivencia permanente que envuelve a estudiantes y docente genera una relación especial. Además de la faceta de enseñanza, el docente representa para el estudiante una figura confiable a la que puede acudir para resolver diversos aspectos de su vida. Como educador, se transforma en asesor y confidente de estudiantes. Como docente, se convierte en modelo de disciplina y cumplimiento para el estudiante. Sin duda, una influencia en la consolidación de la personalidad del joven.

La doctora en pedagogía de la Pontificia Universidad Católica de Perú, Giovan María Ferrazzi indaga en la conformación de la personalidad del joven desde una perspectiva de aula. En su estudio “El acompañamiento del educador en la edificación de la personalidad” describe las etapas que se desarrollan para forjar el carácter.

De acuerdo a sus investigaciones, el docente actúa como “un compañero” en el crecimiento del joven. Esta etapa, desde la preadolescencia hasta la juventud, se caracteriza por la búsqueda de valores y principios sobre los que sustentar la personalidad. Tras liberarse de la protección paterna, comienza un proceso de autodeterminación de la identidad. Junto a sus compañeros, comienzan a experimentar comportamientos y actitudes para afrontar la vida. La observación de comportamientos cercanos, tanto en la escuela como en el entorno social, suponen un aliciente para la imitación.

Como educadores, los docentes son los principales orientadores para interpretar los valores y costumbres característicos de una sociedad. Para Piero Viotto, autor del libro “Pedagogía de la persona”, el docente debe “poner al educando en las condiciones de edificar incesantemente su propia personalidad”. Define la personalidad como la integración de conductas y experiencias de vida.

El término carácter alude al concepto griego de “grabado”. Era usado, explica María Ferrazzi, como identificativo de la herencia biológica recibida por el hijo. Aludía tanto a aspectos físicos como al comportamiento. Actualmente, el término carácter ha evolucionado para referirse a la “adherencia de la persona a los valores y costumbres de la sociedad en la que vive”.

El proceso de desarrollo de la personalidad se produce en un entorno de múltiples influencias. Contrariamente a la percepción griega, la herencia genética no es la única influencia en la conformación del carácter personal. Los contextos de convivencia de los jóvenes se convierten en los espacios formadores que definen la personalidad.


El educador manifiesta una actitud de acompañamiento en el proceso de consolidación de personalidad. La relación cotidiana de aula convierte al docente en modelo de profesional y de persona. Formar a los estudiantes como seres humanos es parte del proceso educativo. Las actividades de aula se tornan en oportunidades para crear sinergias educativas que aporten al crecimiento del estudiante. El aula representa un espacio ideal para sembrar los valores morales.
La labor desarrollada en la escuela supera la acción instructiva. El pedagogo Denis Santana considera que “enseñar es crear las condiciones para que quien aprende pueda desarrollar todo su potencial como ser humano, ayudando a los demás en su crecimiento personal”.

Los espacios de interacción y convivencia escolar crean un entorno microsocial. La actitud y comportamiento de los estudiantes refleja los hábitos sociales. Como docente, el reto consiste en hacer partícipe a los estudiantes de la reflexión de estos hábitos. La imposición de valores y comportamientos resulta contraproducente. La formación de la personalidad del joven se consolida mediante la convicción de las decisiones asumidas. El docente acompaña la reflexión colectiva sobre las ventajas o desventajas de ciertos comportamientos.  Desde el diálogo, se busca que el estudiante valorice el ejercicio de su responsabilidad y asuma la responsabilidad de sus decisiones.

Ferrazzi resalta la importancia de la formación espiritual como uno de los pilares en la construcción de la personalidad. La mejor manera para comprender el valor de la libertad y responsabilidad nace de la concepción solidaria de la vida. La esencia individual del estudiante se enriquece en el espacio de convivencia con el otro. El respeto y adecuación a las normas comunes impulsa el cambio social.
El educador escolar ayuda a cada niño a conquistar los más grandes horizontes para su propia vida

Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"
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