Como educadores, los docentes son los principales
orientadores para interpretar los valores y costumbres característicos de una
sociedad. El docente debe poner al educando en las condiciones de edificar
incesantemente su propia personalidad.
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La edad escolar coincide con la etapa de consolidación de la
personalidad del joven. Las actitudes de rebeldía o de sumisión se forjan en
las aulas. El ejemplo de vida del docente influye en la concreción de valores
por parte de los estudiantes. Más que ser profesores, en esta etapa, se
convierten en educadores para la vida.
La convivencia permanente que envuelve a estudiantes y
docente genera una relación especial. Además de la faceta de enseñanza, el
docente representa para el estudiante una figura confiable a la que puede
acudir para resolver diversos aspectos de su vida. Como educador, se transforma
en asesor y confidente de estudiantes. Como docente, se convierte en modelo de
disciplina y cumplimiento para el estudiante. Sin duda, una influencia en la
consolidación de la personalidad del joven.
La doctora en pedagogía de la Pontificia Universidad Católica
de Perú, Giovan María Ferrazzi indaga en la conformación de la personalidad del
joven desde una perspectiva de aula. En su estudio “El acompañamiento del
educador en la edificación de la personalidad” describe las etapas que se
desarrollan para forjar el carácter.
De acuerdo a sus investigaciones, el docente actúa como “un
compañero” en el crecimiento del joven. Esta etapa, desde la preadolescencia
hasta la juventud, se caracteriza por la búsqueda de valores y principios sobre
los que sustentar la personalidad. Tras liberarse de la protección paterna,
comienza un proceso de autodeterminación de la identidad. Junto a sus
compañeros, comienzan a experimentar comportamientos y actitudes para afrontar
la vida. La observación de comportamientos cercanos, tanto en la escuela como
en el entorno social, suponen un aliciente para la imitación.
Como educadores, los docentes son los principales
orientadores para interpretar los valores y costumbres característicos de una
sociedad. Para Piero Viotto, autor del libro “Pedagogía de la persona”, el
docente debe “poner al educando en las condiciones de edificar incesantemente
su propia personalidad”. Define la personalidad como la integración de
conductas y experiencias de vida.
El término carácter alude al concepto griego de “grabado”.
Era usado, explica María Ferrazzi, como identificativo de la herencia biológica
recibida por el hijo. Aludía tanto a aspectos físicos como al comportamiento.
Actualmente, el término carácter ha evolucionado para referirse a la
“adherencia de la persona a los valores y costumbres de la sociedad en la que
vive”.
El proceso de desarrollo de la personalidad se produce en un
entorno de múltiples influencias. Contrariamente a la percepción griega, la
herencia genética no es la única influencia en la conformación del carácter
personal. Los contextos de convivencia de los jóvenes se convierten en los
espacios formadores que definen la personalidad.
El educador manifiesta una actitud de acompañamiento en el
proceso de consolidación de personalidad. La relación cotidiana de aula
convierte al docente en modelo de profesional y de persona. Formar a los
estudiantes como seres humanos es parte del proceso educativo. Las actividades
de aula se tornan en oportunidades para crear sinergias educativas que aporten
al crecimiento del estudiante. El aula representa un espacio ideal para sembrar
los valores morales.
La labor desarrollada en la escuela supera la acción
instructiva. El pedagogo Denis Santana considera que “enseñar es crear las
condiciones para que quien aprende pueda desarrollar todo su potencial como ser
humano, ayudando a los demás en su crecimiento personal”.
Los espacios de interacción y convivencia escolar crean un
entorno microsocial. La actitud y comportamiento de los estudiantes refleja los
hábitos sociales. Como docente, el reto consiste en hacer partícipe a los
estudiantes de la reflexión de estos hábitos. La imposición de valores y
comportamientos resulta contraproducente. La formación de la personalidad del
joven se consolida mediante la convicción de las decisiones asumidas. El
docente acompaña la reflexión colectiva sobre las ventajas o desventajas de
ciertos comportamientos. Desde el
diálogo, se busca que el estudiante valorice el ejercicio de su responsabilidad
y asuma la responsabilidad de sus decisiones.
Ferrazzi resalta la importancia de la formación espiritual
como uno de los pilares en la construcción de la personalidad. La mejor manera
para comprender el valor de la libertad y responsabilidad nace de la concepción
solidaria de la vida. La esencia individual del estudiante se enriquece en el
espacio de convivencia con el otro. El respeto y adecuación a las normas
comunes impulsa el cambio social.
El educador escolar ayuda a cada niño a conquistar los más
grandes horizontes para su propia vida
Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"
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NO ME SERVIO :(
ResponderEliminarME FUE MUY UTIL!
ResponderEliminardecidete
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