La
motivación es un motor necesario para garantizar el aprendizaje real y
efectivo. Pero ¿cómo alentar y provocar la sensación de motivación en el
estudiante¿
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Motivar
proviene del latín “movere” que se traduce como poner en movimiento o estar
listo para la acción. La motivación se convierte en la pieza fundamental del
aprendizaje. El estudiante motivado hierve de energía interna para superar las
trabas del estudio.
Queda
claro que la motivación es un motor necesario para garantizar el aprendizaje
real y efectivo. Pero ¿cómo alentar y provocar la sensación de motivación en el
estudiante¿
Los
psicopedagogos diferencian la motivación intrínseca de la extrínseca. Esta
última se caracteriza por su impulso externo. Bien sea por parte de la familia
o por iniciativa del docente, el primer empuje motivador surge desde fuera.
Padres y docentes tienen el compromiso de promover el agrado por el aprendizaje
en el estudiante. Luego, sí, se impone la fortaleza de la motivación
intrínseca. Una vez que el estudiante ha descubierto sus metas y ha conocido el
camino para lograrlas, su impulso interno será la mejor fuerza de avance.
1. Ofrecer una sensación de orden y control
El
docente se convierte en el primer engranaje de la motivación para el
estudiante. El acompañamiento y guía que ofrece a los estudiantes será la clave
principal para alentar el interés por la materia.
El
estudiante busca en el aula un ambiente de seguridad. El docente está llamado
para crear y entregar esas condiciones de control y estabilidad que alentarán
el aprendizaje. Un primer paso para crear este espacio de trabajo radica en las
consignas de interrelación que se dispongan.
La
diferencia entre una escuela de “obligaciones” y una escuela de “motivaciones”
se basa en la disposición de las reglas de comportamiento. Con frecuencia, el
docente dispone, desde su experiencia, las pautas de trabajo y relacionamiento
en el aula. Ante la mirada de los estudiantes, esta asignación de obligaciones
no resulta grata.
Un
docente motivador creará el espacio de diálogo pertinente para que estudiantes participen
en la creación de las consignas de funcionamiento del aula. La acción
propositiva de los estudiantes les involucra en un compromiso compartido para
respetar y hacer respetar las disposiciones. Todos se convierten en
responsables por el buen desempeño del aula.
Con
acciones como ésta, el estudiante siente la confianza de desarrollarse en un
espacio propio.
2. Objetivos definidos
La
definición de unos objetivos claramente trazados marca el norte de las
actividades. Tanto docente como estudiantes saben a dónde avanza y por qué
avanzan. Esta claridad de objetivos ayuda a trazar las expectativas y a diseñar
los medios para alcanzarlos.
El
docente dispone diversas herramientas de aprendizaje que ayuden a los
estudiantes a cubrir los objetivos trazados. La utilización de dinámicas
diferentes permitirá a los estudiantes encontrar su propio sistema de
aprendizaje que les permita alcanzar el objetivo. El profesor que utiliza un mismo
sistema de enseñanza está forzando a los estudiantes en sus métodos de
enseñanza, lo que no solo provoca monotonía, sino que desmotiva a estudiantes
que buscan otras dinámicas de aprendizaje.
La
retroalimentación permanente se convierte en un elemento fundamental para
mantener activos a los estudiantes. Conocer el resultado de sus avances y
recibir información ágil para mejorar los resultados alienta al estudiante en
la búsqueda de su superación.
3. Ambiente cordial
De
sobra es conocida la rebeldía del joven frente a la autoridad. El docente debe
proponer un nuevo sentido de autoridad en el aula para superar esa barrera
emocional y proyectar un espacio de convivencia armónico. La motivación
positiva fortalece el nuevo rol de autoridad.
Se
considera como motivación positiva aquellos actos que emanan de la autoridad y
alientan la superación permanente. El docente alienta a los estudiantes
mediante la entrega de recompensas por los logros o satisfacciones obtenidas.
Se premia el esfuerzo y la consecución de metas. Por medio de la motivación
positiva se instruye en los estudiantes la idea de que cada acto conlleva una
consecuencia, alejando esta idea de la sensación negativa que provoca el
castigo.
Los
incentivos en el trabajo de aula rompen la rutina de una enseñanza basada en la
repetición. La conquista de pequeños logros diarios permite consolidar la
confianza del estudiante y alentar su autoestima. Se siente en un ambiente
seguro que alienta el desempeño de sus habilidades.
Un
ambiente diferente ofrece una motivación permanente.
4. Otorgar responsabilidad a los estudiantes
La
experiencia que un estudiante posee de responsabilidad está ligada a la
sensación de castigo. Con demasiada frecuencia, la responsabilidad ha sido la
palabra usada para sancionar el comportamiento del estudiante.
Proyectar
el concepto de responsabilidad al grupo permite revertir la sensación negativa.
La responsabilidad compartida alienta la integración y la colaboración del
grupo. Los liderazgos internos asumen la necesidad de cooperación para
garantizar el éxito. Se pasa de una responsabilidad individual a un sentido
compartido de la responsabilidad.
Los
trabajos y retos que se dispongan con un propósito didáctico involucrarán el
apoyo colaborativo para la superación. El docente acompaña el proceso elogiando
los méritos logrados y guiando la superación de las dificultades. El docente
también debe involucrarse, de alguna manera, en la responsabilidad grupal.
Las
prácticas educativas que potencian el papel del docente como rector del proceso
y limitan a los estudiantes a la réplica del conocimiento proyectan
comportamientos pasivos y desmotivadores. Estas actitudes pedagógicas diluyen
el interés por superarse del estudiante.
5. Docente entusiasmado
¿Podrá
lograrse un curso activo sin la actitud de un docente motivado? El profesor se
convierte en el modelo a seguir por parte de los estudiantes. Su entusiasmo por
la enseñanza contagiará a los estudiantes las ganas de aprender.
Un
docente motivado conoce a los estudiantes, se preocupa por ellos, les hace
partícipes de los progresos en el aula. La atención que ofrece a los
estudiantes es genuina. No se trata de conocer los nombres, sino de avanzar en
la asimilación de los intereses del grupo y aplicarlos en la enseñanza. Alienta
la atención de los estudiantes involucrándose de manera directa en la
enseñanza; aprender juntos.
Un
docente entusiasta servirá de incentivo para despertar la motivación intrínseca
de cada estudiante. Su ejemplo impulsará a cada estudiante a descubrir el amor
por la superación, tanto personal como en un ambiente grupal.
Le
lenguaje utilizado por el docente infundirá al estudiante sensaciones
personales. Con un lenguaje positivo, alentador, ayudará a crecer. Por el
contrario, la crítica y el rechazo discursivo hundirán al estudiante en el pozo
de la desmotivación.
6. Manejar la ansiedad
El
temor al fallo se ha identificado como el principal limitante en los
aprendizajes. La posibilidad de fracaso genera una ansiedad perjudicial en los
estudiantes. En época de exámenes, es recurrente toparse con estudiantes
paralizados ante la idea de no superar las expectativas trazadas.
Tanto
la familia como la escuela deben asumir el fracaso como un paso del
aprendizaje, un etapa necesaria que debe ser superada sin provocar traumas. El
fracaso obliga al estudiante a conocer sus errores y limitaciones para buscar
una solución que permita superarlos. El docente en su papel de guía y la
familia como sustento emocional, tiene acompañan el proceso de recuperación y
superación de las limitaciones.
En
el aula, se diseñan ciertas actividades como concurso. Estas acciones implican
unos pocos ganadores y varios derrotados. Se abona, de esta forma, la sensación
de derrota. En lugar de estas competencias, el reto docente es trazar metas
altas para que cada estudiante las supere y se sienta ganador. Son metas altas
pero alcanzables para las cuales, el docente empuja a los estudiantes en la
conquista del desafío.
La
retroalimentación permanente entre docente y estudiante ayudará transformar los
errores en oportunidades de superación. Un impulso para continuar aprendiendo.
7. Crear espacios de distención
El
ambiente de estudio atrapa el interés del estudiante. Un aula agradable alienta
la participación activa; un aula oscura induce sueño y distracción. El espacio
de trabajo académico tiene que resultar agradable. Así aliente la motivación de
los estudiantes.
Las
actividades lúdicas y dinámicas provocan una experiencia de aprendizaje
agradable. El docente diseña diversas actividades de aula que enriquezcan el
aprendizaje mediante juegos o retos. Un aprendizaje atrayente.
La
imagen de la escuela como espacio obligado de trabajo, marcada por el rigor y
la disciplina cuasi militar quedaron en la historia. El espacio de aprendizaje
ofrece muchas alternativas que ayudan a romper la monotonía del aula. Salidas
al exterior, visitas en la biblioteca, acceso a computadoras son algunas
alternativas que cambian el espacio de enseñanza y renuevan la expectativa del
estudiante.
8. Mayor atención al aprendizaje que a la nota
La
libreta de calificaciones refleja una parte de los logros adquiridos. El
resultado numérico de las calificaciones resulta un indicador comparativo en
muchos hogares. Es necesario comprender cómo se llega a esa situación para valorar adecuadamente los
aprendizajes.
El
docente planifica las pruebas de evaluación a partir de las dinámicas de
enseñanza aplicadas en clase. Tanto las dinámicas como las pruebas priorizan el
valor del aprendizaje deseado. En este sentido, los exámenes se diseñan en
virtud del aprendizaje obtenido y no de la facilidad de corrección que ofrecen
al docente.
Uno
de los factores principales de evaluación se centra en el criterio de autoevaluación por parte del
estudiante. La satisfacción lograda por parte del estudiante en torno a los
nuevos saberes adquiridos, y la capacidad de vincular esos saberes en contextos
cotidianos de la vida requieren una plasmación en el criterio de calificación
final.
El
sistema de evaluación debe conectarse con el plan de aprendizaje dispuesto. Ya
en cursos superiores, el docente puede incluir la evaluación entre pares, la
evaluación entre compañeros como otro elemento de valoración del aprendizaje.
9. Fortalecer la automotivación del estudiante
La
motivación externa tiene un alcance temporal. Aquel docente que hace de sus clases
un espacio idóneo para el aprendizaje concluirá el año y pasará a ser
responsable de otro curso. Por ello, el mejor aliento motivador genera el
ímpetu personal del estudiante por seguir superándose.
Un
buen docente destinará tiempo suficiente para promover el aprendizaje
reflexivo, el que supera el valor de la nota y se centra en el conocimiento
adquirido. La automotivación pasa por la capacidad del estudiante para evaluar
los logros personales, identificar las dificultades y proponer medidas de superación
a las mismas.
Como
docente, la tentación de hacer la vida más fácil al estudiante está latente. La
capacidad de alentar al estudiante para que genere sus propios procesos de
aprendizaje invita al docente a evitar las soluciones rápidas y las respuestas
directas. La alternativa frente a este facilismo educativo requiere consolidar
la idea en el estudiante de que él solo también tiene las competencias
necesarias para superar los problemas y buscar la respuesta a los problemas
educativos planteados.
10. Permitir las condiciones óptimas para el estudio
La corresponsabilidad de la familia en el proceso de motivación
conlleva la obligación de alentar en todo momento el aprendizaje del
estudiante. La función de los padres no se limita simplemente a “manda al hijo
al colegio”. Además de participar del proceso de crecimiento y aprendizaje, con
sus comentarios, deben priorizar la educación como la actividad central del
estudiante.
En el hogar, resulta interesante crear un espacio “de trabajo”
amplio que le permita estudiar en condiciones adecuadas. Si además se permite
que el estudiante lo personalice con su estilo propio, encontrará ahí un
complemento ideal para el desempeño escolar.
Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"
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