La formación religiosa contribuye al crecimiento y maduración de la personalidad de los alumnos. La religión asume como eje formador la orientación de la conducta humana en la búsqueda de la virtud, del bien. Ser bueno no es tan fácil, no dependen de una voluntad individual. La consolidación de valores vivenciales en los jóvenes reclama tiempo y profundidad, apela a un conocimiento del ser humano en sus dimensiones históricas y sociales muy ligado al crecimiento de la humanidad.
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La enseñanza de la religión católica en los centros
educativos está perdiendo protagonismo. Tanto a nivel nacional, como en los
escenarios internacionales, se considera un privilegio innecesario en la
actualidad. ¿Debe un Estado laico y aconfesional suspender la educación de la
religión?
Las reformas educativas que ha impulsado el actual gobierno
boliviano han promovido la supresión de la enseñanza de religión en el aula. El
argumento de la descolonización cultural avala esta medida. Similares actitudes
se observan en países vecinos quienes también debaten la retirada de esta
asignatura de los planes de estudio. En el bando contrario, la mayoría de los
países europeos, salvo Francia y recientemente España, defiende la presencia de
la enseñanza religiosa en el sistema educativo.
¿Qué aporta la religión en el proceso de enseñanza?
El objetivo educativo, reconocido unánimemente en las
legislaciones nacionales, plantea la formación integral del ser humanos en
todas sus dimensiones: intelectual, física y espiritual. Las matemáticas, las
ciencias, el lenguaje permiten desarrollar competencias intelectuales en los
educandos. A través de la educación física se logra potenciar las cualidades
deportivas y de interacción social. Pero, ¿cómo consolidamos la formación
espiritual y moral en los jóvenes?
La formación religiosa, plantea Antonio Peña, Catedrático de
Historia Moderna y Contemporánea, “contribuye al crecimiento y maduración de la
personalidad de los alumnos”. La religión asume como eje formador la
orientación de la conducta humana en la búsqueda de la virtud, del bien. Ser
bueno, enfatiza Peña, no es tan fácil, no dependen de una voluntad individual.
La consolidación de valores vivenciales en los jóvenes reclama tiempo y
profundidad, apela a un conocimiento del ser humano en sus dimensiones
históricas y sociales muy ligado al crecimiento de la humanidad.
El catedrático Antonio Peña realza la figura de Jesús como el
modelo donde los valores sociales deseados se enraízan y manifiestan. Desde su
perspectiva de historiador, considera que la falta de valores sólidos ha
provocado la crisis moral, económica, social y política actual. Y concluye que
la recuperación de sólidos valores como la verdad, la justicia y el bien
encuentran en la escuela la tierra fértil para su germinación.
La educación religiosa en la escuela asume el modelo de vida
de Jesús como contenido central. La interiorización de valores de vida para
afrontar los entornos de relacionamiento humano encuentran en la experiencia de
Jesucristo el ejemplo perfecto. Para la profesora Luz Omeira López esta
necesidad educativa “genera cambios positivos en la labor educativa para formar
personas de bien para la sociedad”.
La misma Iglesia Católica reconoce que la educación religiosa
en los colegios no se debe confundir con la labor catequética de las
parroquias. La escuela, como centro formador de un ser humano integral,
prioriza la educación de la responsabilidad, la libertad y la sociabilidad como
rasgos identificativos del ser humano. El Padre Antonio Cañizares, pedagogo y
educador, considera que la educación religiosa potencia “una visión armónica
del mundo y de la vida humana”, una formación necesaria para la verdadera
convivencia social.
A pesar de estos argumentos, las voces en contra de la
enseñanza de religión en los colegios son persistentes. Con frecuencia apelan a
la laicidad del Estado como principal razón para suprimir la asignatura de
religión de los planes de estudio. Esta eliminación garantizará “el libre y
pleno desarrollo de la personalidad humana”, argumentan con firmeza. E
incrementan su apuesta al afirmar que la educación católica es una imposición a
la sociedad. Como alternativa presentan contenidos temáticos más aconfesionales
como historia de las religiones o formación para la civilidad. Estas
alternativas llenan un vacío en cuanto a la carga horaria, no así en referencia
al aporte real de conocimiento y contenido que se espera de la materia.
El religioso Antonio Cañizares considera que los Estados no
deben tomar parte directa por ninguna confesión religiosa. Así se reconoce en
sus constituciones, las mismas que avalan el libre culto a sus ciudadanos. La
falta de una determinación religiosa por parte del Estado con conlleva la
restricción de las manifestaciones religiosas a los ámbitos privados, sino, más
bien, la garantía para que la sociedad pueda manifestar, expresar y educar su
religiosidad en un contexto de respeto.
La inclusión de la religión en los planes de estudio responde
al respaldo que el Estado otorga a sus ciudadanos apoyando y preservando sus
creencias. La religión, en la escuela y en la universidad, considera el hecho
religioso humano- cristiano de manera racional, intelectual y científico.
La enseñanza religiosa en los centros educativos se desmarca
de la labor doctrinal y catequética de las parroquias. La escuela centra su
conocimiento en el valora racional y científico. Por ello, la religión indaga en el factor cultural y la
representatividad social que ha adquirido a la largo de la historia. El diálogo
fe y cultura involucra a creyentes y no creyentes en el fortalecimiento de
principios de vida, de derechos humanos y respeto al medio ambiente.
Los padres, como primeros educadores, determinan el tenor educativo
que quieren para sus hijos. La sociedad y el Estado juegan, en este contexto,
un papel aliado para la consecución de este sentir educativo.
Es necesario potenciar la enseñanza religiosa para edificar
las bases sociales de una comunidad con valores firmes. Más allá de una visión
ideológica, la enseñanza religiosa se centra en un derecho social y humano que
procura una mejor convivencia humana, al estilo de Jesucristo.
PROYECTO EDUCATIVO CATÓLICO
La educación desempeña un papel muy importante para la Iglesia
Católica. En sus manos se deposita la
formación de los seres humanos más influyentes, que, además, serán el impulso
de la sociedad del futuro.
La Congregación para la Educación Católica, encabezada por el cardenal
polaco Zenon Grocholewski, invita a los fieles para velar por la vigencia de
una educación católica de calidad.
En la circular difundida para los responsables de las diversas Conferencias Episcopales, valora la
naturaleza especial de la enseñanza religiosa en la escuela. Reconoce la
difícil situación actual que se vive con un debate abierto para reemplazar la
educación católica en favor de una enseñanza multiconfesional de la cultura
religiosa.
La congregación para la educación católica identifica a “la familia
como la primera, pero no la única y exclusiva, comunidad educadora”. El papel
de la educación formal y estructurada afronta grandes desafíos propios de la
sociedad moderna. En este contexto de cambios permanentes, la misión de la
escuela se mantiene constante en pro de la “formación integral de la persona
humana”. Como centro formador, está
llamada a armonizar el crecimiento intelectual, físico, moral y espiritual de
los estudiantes y convertirlos en jóvenes preparados para participar en la
vida social. La escuela se convierte en la “ayuda primordial para los padres
en el cumplimiento de su deber de educar”.
La pérdida de esta visión complementaria provocará un obstáculo en la
formación completa e integral del ser humano.
El Cardenal Grocholewski reclama el apoyo permanente de la comunidad
católica, especialmente del ordinario diocesano, para vigilar la correcta
implementación de las propuestas educativas. Como comunidad católica se debe
velar para que el espíritu del evangelio impregne el ambiente escolar y
fortalezca la vivencia de actitudes tan humanas como la caridad y la libertad.
Juan Pablo II había manifestado con anterioridad que la esencia
católica impulsa una educación de calidad, una educación integrada e
integradora que destaque por su buen hacer. Los colegios católicos, alentaba
el Santo Padre, deben convertirse en modelo educativo para la sociedad.
La enseñanza religiosa no debe confundirse con la catequesis. La
escuela, como centro del saber, invita a transmitir los “conocimientos sobre
la identidad del cristianismo y de la vida cristiana”. Como conocimiento
intrínseco al aprendizaje escolar, la enseñanza religiosa exige el mismo
rigor que el resto del programa escolar. Remarca que esta exigencia debe
estar acompañada de la seriedad y profundidad con las que se afrontan los
demás saberes.
Finalmente, para hacer real esta idea educativa, la Iglesia invita a
promover la sintonía entre escuela y familia “con el fin de evitar tensiones
o fracturas en el proyecto educativo”. La colaboración entre padres y
profesores tiende a ser estrecha. Anima a los padres para que asuman un papel
más activo y protagonista en la educación.
También reconoce la libertad religiosa y la tolerancia debida a otros
credos, a quienes invita a sumarse a esta propuesta “abierta a todos aquellos
que quieran compartir el proyecto educativo inspirado en los principios
cristianos”.
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Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"
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