Dedicada a los docentes

Revista Digital de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas, un proyecto de la Conferencia Episcopal de Bolivia.

martes, 28 de julio de 2015

Siete cosas que jamás debe hacer con sus estudiantes




Ser docente requiere una vocación especial. Cada una de las actividades que afronta están cargadas de un amor especial. Con frecuencia, los profesores se convierten en unos padres dentro de la escuela. Más allá de este amor y dedicación a la educación, las tensiones y los problemas externos irrumpen en el aula y perjudican la actuación docente.

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El escritor brasileño Augusto Cury revela los siete pecados capitales de los educadores en un libro titulado “Padres brillantes, profesores fascinantes”.

1

Corregir al alumno públicamente.

La corrección es una parte importante del aprendizaje. El estudiante interpreta el error y construye, desde ese punto, el nuevo conocimiento. ¿Cómo indicar al estudiante que ha cometido una equivocación y dar paso al aprendizaje? El docente no debe exponer a un estudiante ante el conjunto de la clase. La observación de un error se plantea a partir de la actividad. En todo momento, es preferible anteponer el valor de la persona ante la equivocación.

2

Expresar autoridad con agresividad.

El docente construye una relación de autoridad en el aula. La forma de consolidar esta voz de mando es múltiple. Se recomienda que el diálogo permanente construya un ambiente de confianza donde todos los estudiantes se desarrollen con libertad y responsabilidad.  Los educadores que imponen su autoridad con actitudes agresivas y prepotentes son aquellos que le tienen miedo a sus propias fragilidades. Suplen con cierto despotismo la falta de confianza. Para que se tenga éxito en la educación, es necesario considerar que el diálogo es una herramienta educacional insustituible.



3

Obstruir a la infancia del niño  con actitudes críticas.

Estar al frente de un grupo de 25 estudiantes es complejo. Como docente, tratamos de encarrilar las actividades bajo una programación previamente dispuesta. Nos cuesta replantear las cosas para generar nuevas propuestas.
La creatividad de los estudiantes rompe las líneas acordadas para el trabajo del aula. La reacción del profesor es clave en estos momentos. Cury identifica dos perfiles para atender estos casos. Los débiles condenan, los fuertes comprenden, los débiles juzgan, los fuertes perdonan. Los débiles imponen sus ideas a fuerza, los fuertes las exponen con afecto y seguridad.

4

Castigar cuando se esté con rabia y poner límites sin dar explicaciones.

La madurez de una persona se revela por la manera inteligente con que corrige a alguien. El orden dentro del aula corresponde al docente y debe saber disciplinar los comportamientos. En cada acción de orden se refleja un valor de convivencia. La reacción del docente será un espejo donde los estudiantes maduren sus comportamientos.
Las reacciones hormonales, airadas proyectan un comportamiento irritable. El estudiante se retraerá y desconfiará del docente. En la educación, es aconsejable guardar silencio primero y después proponer las acciones de disciplina. Es bueno exponer los argumentos para que se comprenda la relación causa efecto dentro del aula.
Augusto Cury aconseja elogiar al estudiante y realzar la importancia de su participación correcta en los procesos. La receptividad del estudiante será más amable ante este comportamiento que ante un docente que lo observa, resalta sus defectos y lo corrige.


5

La impaciencia no educa.

El ambiente de trabajo colaborativo resulta clave en el aula. El docente impone un estilo de relacionamiento. La capacidad de comprensión permite conocer las individualidades y tratar a cada estudiante de una manera diferente. El afecto es la herramienta ideal para ablandar los comportamientos difíciles. El docente descubre los problemas que acechan a los estudiantes “difíciles” y con afecto busca resolverlo.
La impaciencia que nos desborda en algunas ocasiones tensa la relación entre estudiante y docente. Detenerse un instante, recuperar la calma y actuar con sabiduría ayudará a revertir las situaciones desagradables que se padecen en las aulas.

6

Incumplir con la palabra ofertada.

El margen de actuación del docente está establecido por la credibilidad que provoca en los estudiantes. La honestidad y la franqueza son exámenes que todos los días evalúan la relación. La coherencia entre lo predicado y lo actuado será la pauta de comportamiento que los estudiantes asuman.
Cumpla lo que promete. La confianza, expresa el libro “Padres brillantes, profesores fascinantes”, es un edificio difícil de ser construido, fácil de ser demolido y muy difícil de ser reconstruido.

7

Destruir la esperanza y los sueños.

La mayor falla que los educadores pueden cometer es destruir la esperanza y los sueños de los jóvenes. Sin esperanza no hay caminos, sin sueños no hay motivación para caminar. El mundo puede caer sobre una persona, ella puede haber perdido todo en la vida, pero, si tiene esperanza y sueños, ella tiene brillo en los ojos y alegría en el alma.


  Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"

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