La interacción en el aula genera un vínculo entre docente y estudiantes.
Las empatías entre ellos fortalecen un ambiente educativo idóneo para el
aprendizaje. Como docente, estamos llamados a despertar las emociones de los
estudiantes.
El maestro siente una pasión única por la docencia. En un contexto poco
favorecedor, la motivación personal impulsa a cada docente a superarse y
construir un mejor espacio de aprendizaje para los estudiantes. En el momento que
logramos transmitir nuestra pasión a los estudiantes los emocionamos par que
vivan la sensación de un aprendizaje intenso.
La docencia requiere un equilibrio entre la inteligencia intelectual y
la inteligencia emocional. A la par que
compartimos con los estudiantes los conocimientos curriculares establecidos,
debemos provocar en ellos un componente emotivo que les despierte la inquietud.
El aula se convierte en un espacio motivante cuando docente y estudiante
sienten la pasión por aprender. Algunos recursos útiles permiten emocionar a
los estudiantes para involucrarlos en el proceso de aprendizaje.
1. Recuerdo.- echar una mirada para atrás y evaluar el avance obtenido resulta un
recurso interesante para levantar el ánimo del curso. El recuerdo ayuda a repasar
el aprendizaje alcanzado. Permite evidenciar un crecimiento personal y grupal
que siempre es alentador. El recuerdo también emociona, hace presente
sensaciones anteriores que, desde la perspectiva actual, tiene una lectura
positiva.
El docente busca la oportunidad en el aula para hacer una pausa y
rescatar ese acontecimiento anterior que el curso debe releer. La nueva
interpretación del hecho alentará al grupo por los logros alcanzados, p la
forma de superar el conflicto que se ha conseguido. Esta dinámica del recuerdo
ayuda a cohesionar el grupo y crear una red de aliento permanente.
Algunos recuerdos interesantes que pueden apelarse con cierto humor y emoción
se centran en las fechas significativas como el primer día de clase, la primera
salida del grupo o algún evento de relevancia en la vida escolar.
2. La anécdota.- posee una carga menos emocional, pero un sentido de curiosidad tan
intenso que atrapa con facilidad a los estudiantes. La clave de una buena
anécdota radica en rescatar una enseñanza fácil rodeada de un contexto de
humor. El docente filtrará el ritmo de la clase para insertar la anécdota en el
momento oportuno: una pausa en el tema, un cambio de dinámica.
La anécdota genera un momento mágico en el aula. Permite una relajación
de la tención intelectual para recibir un aprendizaje más emocional a través de
la curiosidad y el humor. La anécdota provoca una complicidad entre quien la
cuenta y quien la escucha, una sensación de compañerismo que se extenderá
fácilmente al resto del aprendizaje.
La selección del hecho anecdótico evitará referencias directas a los
estudiantes. Podría sentirse como un ataque y agresión poco agradable. Algunas
pautas para encontrar la anécdota indicada se pueden encontrar en las
respuestas graciosas, los lapsus linguae o las confusiones inocentes, las
sorpresas que cautivan a los docentes.
3. La imagen.- La imagen genera un mensaje directo y agradable. La visualidad de la
imagen provoca una sensación gratificante en un contexto de aprendizaje. Rompe
la rutina del libro y el texto. Una imagen, con una buena frase o lema, queda
grabada en la memoria de los estudiantes.
El recurso de la imagen como elemento motivante puede convertirse en una
constante en la clase. Los estudiantes, habituados a ella, encontrarán en la
imagen diaria un detonante motivante para la participación.
4.
Expectativa.- trabajar el
componente emocional de los estudiantes mediante la expectativa supone un reto
creativo para el docente. Con antelación, el docente sugiere a los estudiantes
que habrá algo especial para cierto día. La preparación del curso para dicho
evento, así como la expectativa generada por los anuncios provoca la atención
de los estudiantes. La responsabilidad
del docente requiere un acto especial que esté de acuerdo a la altura de
la expectativa. Una buena campaña de expectativa, con la debida preparación y
participación de los estudiantes los mantendrá activos e involucrados en la
actividad. Si se manejan estas experiencias de acuerdo a un plan de trabajo
relacionado con la materia, se obtendrán resultados interesantes.
5.
Confesión.- un recurso
sencillo para desertar el sentir emocional de los estudiantes consiste en la
teatralización o escenificación en clase. Con una dramatización básica por
parte del docente se transforma el ambiente de la clase. Los estudiantes
activan nuevas formas de percepción que facilita el aprendizaje desde los
componentes de diversión.
La confesión invita al docente para que represente un papel teatral
dentro del espacio del aula. De entrada, la disposición del docente y del aula
rompe la rutina y atrapa el interés del estudiante. Un ejemplo inicial de
confesión invita al docente a subirse en una silla. Con papel en mano, confiesa
a los estudiantes la importancia que para él posee cada uno de los estudiantes.
Les agradece todo lo que ha crecido y aprendido gracias a ellos. Al concluir la
lectura, puede dejar un tiempo breve de silencio para provocar la respuesta de
los estudiantes. La confesión ayuda a conectar las emociones mutuas entre docente y
estudiantes.
6.
Dinámica.- las
dinámicas de aula suponen otra manera de dar un giro en el aula y renovar el
entusiasmo por el aprendizaje. Las actividades grupales permiten la
colaboración mutua entre estudiantes. Una buena dinámica sirve para recuperar
el entusiasmo dentro del aula.
Para despertar
las emociones en los estudiantes se sugiere una dinámica sencilla pero
constructiva. Se hace un círculo entre todos. Cada estudiante debe poner en un
papel una cualidad positiva del compañero que está a su lado. La cabo de un
tiempo, se van leyendo las cualidades en voz alta, a la vez que se abraza al
compañero. Al finalizar la exposición de todos, se procede con el abrazo
grupal. Esta dinámica ayuda mucho para enriquecer la estima entre los
compañeros y rehacer lazos de unión que se fragmentan.
7.
El regalo.- el regalo es
una forma de agradecer a un estudiante o grupo de estudiantes. Supone una forma
de recordar algún hecho trascendente en la clase y reconocerlo con el premio.
La entrega de un obsequio o un regalo al estudiante posee un alto valor
emocional. Si el regalo logra ser individualizado (uno para cada uno de acuerdo
a su forma de ser y gustos) se eleva la carga emocional.
Fuente: Redacción Diálogo Educativo
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