La vinculación entre saber y cotidianidad marca el
proceso de educación. Los estudiantes desarrollan sus aprendizajes en contextos
concretos. En estos espacios, la réplica al conocimiento aprendido se vuelve
insuficiente.
Las reformas educativas que se han planteado en
varios países del continente proponen la descolonización como el eje
fundamental del cambio. Parece que, lo logrado hasta ahora no alberga nada
positivo y es necesaria una vuelta atrás para consolidar la propuesta educativa
nacional. Bolivia tampoco es ajena a esta corriente y la implementación de la
ley Aveliño Siñani/Elizardo Pérez abogan por la descolonización en los procesos
educativos.
Un ensayo propuesto por Sylvia Contreras y Mónica
Ramírez, realizado en Chile, desvela algunas incógnitas sobre la necesidad de
descolonizar la educación. Las autoras proponen diversos retos que debe asumir
la reforma educativa con el objetivo de que “la vida buena se asocie al bien
saber”.
El enfoque que los gobiernos ofrecen para las
reformas educativas se sustenta en el cambio de estructuras. Para generar una
educación renovadora y capaz de retribuir a la sociedad con una formación
sólida es necesaria una “re-fundación” más profunda.
El trabajo recupera las propuestas de Bauman sobre
los retos que la educación deberá vencer. La educación actual padece el
síndrome de la impaciencia. Tanto el conocimiento como el proceso de
aprendizaje se producen en el marco de la instantaneidad, de la fugacidad del
saber. Este conocimiento no permite al estudiante aplicar lo adquirido en sus
relaciones de vida, tanto personales como sociales o productivas. La educación
debe formar, de acuerdo a Bauman, personas capaces de resolver problemas a
futuro, debe trabajar con un saber universal y duradero.
La educación deja de lado las diferencias
contextuales o locales para darle un sentido más etnocéntrico. La vinculación
entre saber y cotidianidad marca el proceso de educación. Los estudiantes
desarrollan sus aprendizajes en contextos concretos. En estos espacios, la
réplica al conocimiento aprendido se vuelve insuficiente. Hace falta
desenvolverse en el contexto cotidiano, y para ello, es fundamental la
aplicación del conocimiento a las circunstancias de vida que acompañan a cada
estudiante. La validez de los saberes se demostrará en el equilibrio entre la
educación para adentro de las comunidades y para afuera de las mismas, en la
adaptabilidad del estudiante a los diversos contextos en los cuales interactúa.
En la búsqueda de una educación desde la vida, las
currícula integran un componente nuevo para mejorar la calidad de vida y,
así, fortalecer la integración entre ser
humano y naturaleza. La pedagogía de la tierra. Las propuestas avaladas por
organizaciones internacionales vinculadas a la educación reflejan la importancia
de trabajar culturas ecológicamente equilibradas. Como ejemplo, apelan a las formas de vivir en comunidades rurales,
por su respeto e integración entre ser humano y naturaleza. La educación
ecológicamente sustentable, plantean las autoras del ensayo, “propone una nueva
forma de ser y de pensar que debería generar nuevos estilos de vida”.
Complementan esta necesidad de convivencia con el
valor del aprendizaje que se debe proyectar. La educación desde la vida plantea
un conocimiento que conlleve acciones de respuesta reales. “Piensa, actúa,
decide” se convierte en una especie de síntesis que resume la educación
descolonizadora. La responsabilidad, la solidaridad y el compromiso con la
comunidad se presentan como valores centrales de la nueva estructura educativa.
Como expresa Dewey, en un artículo sobre democracia
y educación, “el mismo proceso de convivir educa”.
Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"
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