Samaipata
propone un modelo de educación alternativo. Un grupo de padres ha consolidado
un proyecto formativo novedoso. Los niños, el entorno y la relación entre ellos
forjan una estructura educativa innovadora.
Todo
empezó en 2012. Un grupo de padres de familia buscaba actividades para
complementar el tiempo libre que la escuela dejaba a sus hijos. Más allá del
tradicional fútbol o de las clases de inglés o computación, perseguían una
formación diferente que conectara a sus hijos con el entorno natural donde
vivían.
Samaipata
es un enclave intercultural singular. Históricamente se ha convertido en un
punto de encuentro entre oriente y occidente. Su fuerte precolonial da muestras
de la riqueza cultural histórica que posee. En los tiempos actuales, ha acogido a una multitud
de extranjeros que han hecho de Samaipata su residencia.
La
suma de todas estas influencias alentó a un grupo de padres a promover talleres
de formación que orientarán a sus hijos a una forma de vida armónica con el
entorno natural donde viven. Así nació LiverArte, una propuesta de talleres en
musicoterapia, cerámica, arte, etc. La iniciativa fue tomando cuerpo y
consolidándose como una alternativa para otros padres de familia. Así, a fines
de 2012, consideran que esta forma de educación enmarcada en el entorno de vida
se podía convertir en una comunidad educativa establecida.
La
asociación educativa “Flor de Montaña” se inaugura el 18 de febrero de 2013
como un centro educativo establecido. Su directora, la profesora Neda, elogia
la actitud de los padres de familia. “No nos bastaba con criticar – recuerda-,
sentíamos que debíamos movernos y hacer algo”. La disconformidad con el sistema
educativo vigente ha alentado a la creación de un nuevo modelo escolar. Todavía no cuenta con
la aprobación plena por parte de las autoridades educativas nacionales, aunque
los trámites están avanzados y esperan que pronto se logre el reconocimiento
pleno.
“Flor
de Montaña” se proyecta como una iniciativa de formación educativa para la
vida. Las bases pedagógicas que sustentan la propuesta educativa recogen tres
pilares experimentales comprobados: la pedagogía Waldorf, el pensamiento de
Krishnamurti y los postulados de la “pedagogía 3000”. En conjunto, pretenden
una mejor educación en coherencia con sus creencias, su visión del mundo y de
la vida.
Los
documentos constitutivos de Flor de Montaña describen el objetivo como un “despertar las facultades latentes del educando y del educador, con el
propósito de aportar al crecimiento de seres autónomos y libres, seres
vigorosos e inquietos, ansiosos por desarrollar su potencial en las diversas
áreas, apasionados por aprender y conocer, felices e inspirados en el amor,
portadores de valores morales inquebrantables, capaces de enfrentar la vida
desde el respeto a sí mismos y a su entorno”.
Apenas
un 2% de los estudiantes de Samaipata acceden a la universidad. La falta de
esperanza por superar o alcanzar la meta universitaria desalienta a los
estudiantes para participar de modo activo en su formación. Flor de Montaña
ofrece nuevos contenidos útiles para la vida en la comunidad. Actualmente, la
escuela alberga a estudiantes de los tres grados de formación: inicial,
primaria y secundaria.
La
educación que se trabaja en Flor de Montaña se sustenta en fuertes lazos
humanos de confianza. La formación más académica se centra en tres pilares fundamentales:
lenguaje, matemáticas y ciencias de la vida. Con este sustento, se satisface
los requerimientos que la educación formal (establecida por el sistema
educativo) dispone. Junto a estos aprendizajes, Flor de Montaña alienta las
enseñanzas en otras áreas de la vida, relacionadas directamente con el entorno
natural y social de Samaipata. Las aulas se complementan con clases como artes,
actividades curativas, agroecología y otros contenidos tecnicoproductivas. Incluso,
es frecuente disponer el tiempo de aula para compartir contenidos de Feng Shui,
Tai Chi o ajedrez.
La
singularidad de Flor de Montaña también se extiende a su sistema de
calificación. Por un lado, deben mantener el sistema de calificación propuesto
por las autoridades educativas, y adecuarse a las normas establecidas. Por otro
lado, el profesor envía una carta personalizada a cada estudiante, en la cual
reflexiona sobre el desempeño del estudiante y comparte las experiencias
vividas en la gestión. Una evaluación a partir del crecimiento personal. El
docente se convierte en un acompañante para los estudiantes.
La
consolidación de Flor de Montaña requiere un proceso de adaptación. Para la
directora del colegio, Neda, ha sido importante transitar por una fase de
desestructuración y desaprendizaje; liberarse de las pautas establecidas por la
educación tradicional para provocar nuevas formas de aprendizaje.
En la
actualidad, la sostenibilidad del proyecto es la mayor amenaza que afronta la
escuela. El proyecto se financia gracias a algunas donaciones que reciben y al
aporte mensual que realizan las familias. Cada familia realiza un aporte de 330
bolivianos que ayudan a mantener las actividades escolares.
La
expectativa que poseen los directivos del colegio consideran que la autosostenibilidad
del centro se equilibraría con unos 200 a 300 estudiantes. Incluso, sueñan con
un centro o albergue que permita a los estudiantes de las zonas más alejadas
gozar de un espacio para alojarse.
El
concepto de solidaridad con la comunidad también se plasma en el sistema de
becas que ofrece. La profesora de educación física Nora Ibahimpasic, defiende
la igualdad de acceso a la educación. Fruto de este planteamiento, disponen de
un 40% de estudiantes becarios, y aspiran a incrementar este porcentaje al
menos un 10% más.
UN PASEO POR LA ESCUELA
Flor de Montaña llama la
atención por su infraestructura diferente. Una parte importante del
equipamiento se ha obtenido a partir de los talleres de reciclaje. Sentirse
en armonía con el entorno supone, también, construir el entorno.
El profesor catalán Eduard
Comas, ha realizado un viaje por el conteniente para compartir experiencias
educativas. Su paso por Flor de Montaña está relatado en un blog personal.
Entre los aspectos más llamativos de su relato seleccionamos algunos pasajes.
“Los
lunes, a primera hora, se empieza siempre con una armonización: es decir, una
actividad conjunta en la que todos –alumnos, profesores y, a veces, algunos
padres- se toman de la mano alrededor del árbol más alto y donde alguien
agradece o comparte sus deseos para los días que vienen, dando espacio a
cualquier otra persona que se quiera pronunciar. Suele acompañarse, también,
de un pequeño baile o canción”.
“Los
viernes, en cambio, se concluyen las clases con la asamblea, dónde l@s niñ@s
toman la iniciativa para hablar y tomar conclusiones sobre aspectos de la
vida comunitaria que no están funcionando o que podrían mejorar. El control o
la moderación de la reunión corresponde a uno de los cuatro grupos-clase”
Destaca
otras actividades que alientan la solidaridad entre compañeros:
“Cada
miércoles durante el tiempo de recreo tiene lugar el apthapi (compartir en
quechua), donde cada niñ@ lleva alguna fruta o alimento natural/artesanal en
cantidad suficiente para después ponerlo todo en común y comer juntos.
Vinculado a este hecho está el trabajo bien logrado de inculcar hábitos para
una alimentación sana, responsable. Sea el día que sea, está prohibido llevar
como desayuno productos envasados o que contengan cualquier tipo de aditivo
artificial”.
Finalmente,
refleja el compromiso de los padres de familia en la construcción del
colegio. “Un sábado o domingo al mes se organiza una minga de la cual
participan los padres y madres de Flor de Montaña, aunque también asisten
personas ajenas a la comunidad educativa, voluntarios de otros proyectos
samaipateños, turistas… Durante los días previos, se elabora una lista de
tareas que luego se ordenan según prioridad: básicamente cosas a arreglar y
materiales a crear para un correcto desarrollo de la actividad pedagógica y
diaria de la escuelita. Pude comprobar el compromiso de todos y el agradable ambiente
de trabajo que se genera”.
La
directora del proyecto Flor de Montaña resume esta experiencia desde el valor
espiritual que otorgan a la enseñanza. “No hay comunidad que se sostenga en
el tiempo sin un fundamento espiritual”, sentencia.
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Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"
Hay varios colegios en zapopan que lamentablemente sufren de carencias y ojalá pudieran tener una iniciativa similar.
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