El
fracaso y abandono escolar está considerado como uno de los principales
problemas que toda administración educativa debe afrontar. No sólo refleja una
falla en el propio sistema educativa, también provoca una cadena cuyas
consecuencias seguirán plasmándose a lo largo del tiempo. La deserción escolar afecta directamente al ámbito académico; e
indirectamente a los ámbitos de formación personal, emocional, social y profesional.
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El sistema educativo, en
cualquier contexto y nivel, busca el desarrollo personal global de cada
estudiante. La escuela se considera responsable de acompañar el proceso de
maduración de los estudiantes para que se formen como ciudadanos. Cuando un
estudiante abandona el sistema educativo, la sociedad en su conjunto, es
responsable de esta situación. Atajar anticipadamente las situaciones de
abandono escolar y motivar a los estudiantes para continuar en el proceso de
formación requiere la implicación activa de padres de familia y profesores. La
comunidad educativa en su conjunto asume el compromiso de encaminar a los
jóvenes para que alcancen el éxito en sus estudios y completen su formación
integral.
La deserción escolar plantea
una multitud de causales difíciles de combatir. Cada historia, cada estudiante
plantea una situación diferente y requiere un seguimiento y acompañamiento
particular. La mayoría de los varones argumentan su retiro bajo la necesidad de
trabajar. Ya sea para ayudar a su familia o por el sentido de independencia que
provoca el dinero propio, deciden traspasarse al horario nocturno para poder trabajar durante el día. Es el paso previo al
abandono definitivo.
El caso de las mujeres refleja que, en América
Latina, el 40% de las deserciones escolares se relaciona con embarazos. La
falta de apoyo familiar o la necesidad de convertirse en cuidante de sus
hermanos menores son otras causales de abandono escolar.
En el otro lado de la balanza, las consecuencias se
unifican en una misma dirección: la
falta de una educación sólida restringe las oportunidades de los jóvenes tanto
en el ámbito laboral como en los entornos sociales. A la larga, se convierten
en personas socialmente dependientes.
EL PANORAMA NACIONAL
La deserción escolar se presenta como uno de los grandes problemas de
la educación boliviana. A lo largo de muchos gobiernos se han dibujado
políticas públicas que permitan y garanticen la permanencia de los estudiantes
durante el proceso educativo.
La apuesta planteada por el actual gobierno a través del bono Juancito
Pinto ha mejorado notoriamente los índices de permanencia en el colegio. De
acuerdo a los datos expresados por el viceministro de educación regular, Juan
José Quiroz, el 95% de los estudiantes que acceden al nivel primario culminan
sus estudios.
La explicación de la autoridad refuerza el papel del Juancito Pinto
como un estímulo para la permanencia en la escuela. En los últimos 6 años, el
índice de deserción ha disminuido del 7 % al 1,4 % que registra en la
actualidad.
Los datos ofrecidos por la autoridad de gobierno no coinciden con los
resultados presentados por Programa de Investigación Estratégica de Bolivia
(PIEB). Las investigaciones sobre educación realizadas en 2012 revelan que el
82 % de la población con edad estudiantil asisten a centros educativos de
manera regular. El ausentismo y abandono escolar se acrecienta en la
secundaria. Según el mismo estudio, el 40 % de los estudiantes que culminan
la primaria no concluyen la secundaria.
Las políticas educativas tienen la responsabilidad de potenciar la
participación activa de los estudiantes durante el proceso de formación
regular. Deben presentar diversas oportunidades de formación profesional y
humana, que ayuden a los jóvenes a definir su integración en la sociedad.
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COMBATIR LA DESERCIÓN DESDE EL AULA
Las estadísticas reflejan que las principales causas de abandono
escolar surgen en el entorno social y familiar del estudiante. Más allá de
esa determinación final que empuja al joven a ausentarse del colegio, el
verdadero detonante de la deserción escolar nace en las mismas aulas. Cuando
el estudiante no logra el estímulo necesario para acudir cada mañana al
colegio, buscará este estímulo en otros espacios.
Los docentes deben asumir una actitud de alerta para detectar los
riesgos de abandono y trabajar con ellos para fortalecer la presencia del
estudiante al colegio. Siempre que las circunstancias lo permitan, es
conveniente involucrar a los padres en este proceso de seguimiento escolar.
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