Escribir a mano requiere un
esfuerzo mayor del cerebro. Por un lado,
reclama la atención necesaria para presentar una caligrafía correcta. Un
esfuerzo por hacer bien las cosas. A eso se debe sumar que, para la escritura
manual, es necesario representar mentalmente las letras que se deben escribir.
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El desarrollo frenético de
las tecnologías, y su inclusión en el aula de aprendizaje, ha revolucionado
muchos procesos de enseñanza. Hoy en día, las escuelas más prestigiosas apelan a su innovadora
infraestructura tecnológica como atractivo. Con el lema “un ordenador para cada
estudiante” elogian su estilo formador de vanguardia.
Esta cultura de la
tecnología se refuerza con el avance logrado por las tabletas y los teléfonos
inteligentes.
El desarrollo de estos
recursos pedagógicos contrasta con otros datos significativos que alertan sobre
los riesgos que provocan en el aprendizaje.
Días atrás, el periódico de
mayor tirada en Europa (más de tres millones de ejemplares impresos por día)
sorprendía con una portada inusual. EL tabloide popular alemán “BILD” sustituía
sus fotografías y titulares de portada por una media página manuscrita.
“¡Alarma!, la escritura manual se extingue”. Y completaba la noticia con un
dato sobrecogedor: en los últimos seis meses, uno de cada tres adultos no
escribió de forma manuscrita.
Esta realidad también ha
sido estudiada por diversos neurólogos y psicopedagogos con un resultado
similar. La escritura manual aporta significativamente al proceso de
aprendizaje, ofrece múltiples beneficios que deberían reforzarse en las
dinámicas académicas.
El psicopedagogo Pablo
Canosa valora la escritura manual puesto que “provoca mejores aprendizajes, más
profundos y duraderos”. Remarca su importancia debido a que activa más áreas
cerebrales que la escritura digital.
Escribir a mano requiere un
esfuerzo mayor del cerebro. Por un lado,
reclama la atención necesaria para presentar una caligrafía correcta. Un
esfuerzo por hacer bien las cosas. A eso se debe sumar que, para la escritura
manual, es necesario representar mentalmente las letras que se deben escribir.
Este segundo esfuerzo potencia la capacidad lectora.
Los estudios desarrollados
en la Universidad de Granada por el doctor en Neurociencia Cognitiva, Juan
Lupiáñez, desvelan otras ventajas que la escritura manual aporta. El ejercicio
mental que supone la escritura permite una mayor fluidez de ideas para
enriquecer la redacción. Al escribir manualmente, el ingenio creativo
despierta, la memoria se potencia y se provoca una necesidad de aprendizaje
mayor.
Los mismos estudios
propiciados por Lupiáñez demuestran que la escritura digital se centra en la
memorización del mapa de teclado, en reconstruir en la mente un teclado
imaginario para reconstruir las palabras.
La revista especializada
“Frontiers in Psychology” revela un estudio realizado en la Universidad de
Indiana sobre el proceso de aprendizaje en la universidad. Los resultados
ofrecidos por la investigación son similares. Las personas que recogían las
notas de clase de manera manual mostraron un aprendizaje más profundo y
duradero.
«Cuando escribes a
mano no tomas nota de todo, porque no da tiempo. A cambio, haces muchos
procesos de integrar y seleccionar
lo más importante y vas elaborando el contenido», explica el doctor
Lupiáñez. Contrapone este proceso con aquellos que registran las clases con el
apoyo de un ordenador. Estos últimos, centran su atención en retener, lo más
literalmente posible, las palabras del profesor. El ejercicio mental que
desarrollan se centra en la transcripción de esas palabras a la pantalla de
computadora. La rapidez de tecleo garantiza la fidelidad del mensaje.
En contra, los
estudiantes que, papel y lápiz en mano, deben registrar la clase, centran su
atención en las explicaciones del docente. Tratan de llegar a los conceptos
expuestos, dejando de lado las expresiones que se utilizan para ello.
Al
apuntar las notas, éstas serán más escuetas pero más sustanciosas que las de
sus compañeros. Durante el proceso, interiorizaron el aprendizaje deseado y lo
reflejaron en ayudas memoria para el recuerdo. Incluso, gracias a la agilidad
que la escritura manuscrita permite, se puede jugar con la creación de flechas,
gráficos y enlaces de forma más dinámica.
La inclusión de
tecnología en el aula no se debe considerar como un retroceso al aprendizaje.
Es importante destacar que la escritura manual o digital no determina, por sí
solo, el aprendizaje. Ambos tipos de escritura reflejan un proceso mental para
captar la realidad. La importancia radica en desarrollar en el estudiante la
capacidad de discernir el aprendizaje con la agilidad necesaria para captar los
conceptos expuestos. “Para que el cerebro aprenda tienes que retarlo, ponerle
al límite de lo que sabe y lo que no. Y así es como va adquiriendo nuevos conocimientos de forma
sólida», concluye Lupiáñez.
Una experiencia
llamativa ha sido desarrollada en el colegio San Carlos de Madrid. La directora
del centro, Carmen Pascual, ha preferido sustituir los libros de primaria por
los nuevos textos manuscritos que los mismos estudiantes elaboran. Para la
profesora, los libros actuales reducen la capacidad creativa de los
estudiantes, ya casi todo está hecho. En estos textos, el estudiante
simplemente debe completar algunos renglones faltantes. Según la directora, esta metodología resulta muy
pasiva para unos niños que demuestran un nivel alto de curiosidad y un voraz
apetito por el aprendizaje.
La creación de los
textos de aprendizaje por parte de los estudiantes logra retener de manera más
profunda los conceptos básicos de cada lección, permite mejorar el nivel de
lectoescritura y ayuda a “procesar los pensamientos coherentes en un orden
lógico”. Remarca Carmen Pascual que, mediante esta actividad, “se piensa más de
lo que se está diciendo”.
Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"
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