Dedicada a los docentes

Revista Digital de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas, un proyecto de la Conferencia Episcopal de Bolivia.

jueves, 21 de enero de 2016

Reflexiones acerca de cómo evaluamos a los escolares




Llega fin de año y, ansiosos, esperamos la libreta escolar. Unos números sintetizan el esfuerzo y trabajo de un año. Unos números separan el logro del fracaso.


Como padres, deseamos ver a nuestros hijos con las calificaciones más altas. Consideramos que las notas más sobresalientes corresponden a los estudiantes más inteligentes. Paralelamente, las notas más bajas se han convertido en sinónimo de torpeza y falta de capacidad.

¿Es posible resumir el trabajo, esfuerzo y aprendizaje de un año escolar en una calificación final? ¿El crecimiento humano y académico de un estudiante se puede valorar con una cifra? Son preguntas que refuerzan su inquietud a la conclusión de cada gestión escolar.


El profesor de la Universidad de Massachusetts (Estados Unidos), Robert Swartz, reflexiona sobre el sistema de calificación y evaluación que se utiliza de manera común en los centros escolares. Desde su perspectiva, percibe un interés general en crear indicadores sencillos para validar la calidad de la educación. Los organismos tradicionales, nacionales e internacionales, que trabajan en pro de la educación, centran sus esfuerzos en mejorar estos resultados básicos. En la medida que mejoran los indicadores logran aumentar sus presupuestos de ejecución y obtener medallas de reconocimiento.


Las investigaciones realizadas por Swartz le permiten afirmar que las evaluaciones escolares están direccionadas para probar puntualmente la memoria del estudiante. Los docentes, insiste, “preparan a los estudiantes para las pruebas”.

El sistema educativo generalizado ha implementado el método de la repetición para garantizar resultados positivos. Las metodologías de trabajo repiten una y otra vez los conocimientos aprendidos para obtener niveles satisfactorios a fin de año. Este sistema valora el resultado antes que el rendimiento.


El Centro Nacional para la Enseñanza del Pensamiento (NCTT, siglas en inglés) avala los estudios de Robert Swartz. A raíz de los resultados obtenidos, proyectan nuevas formas de calificación escolar que valore efectivamente las “capacidades, habilidades y conocimientos” de los estudiantes, es decir, pruebas que se centren en el crecimiento de la persona.

Proponen una renovación del modelo educativo en favor de las generaciones futuras. “Hay que tomarse seriamente la manera en que se educa” expresa Swartz y superar la tradición examinadora que impera. La enseñanza orientada por las pruebas “de memorización” provocan un aprendizaje aburrido.


El docente se debe transformar en un “guía de aprendizaje” para “abrir la mente” de los estudiantes. El nuevo docente se transforma en un compañero de viaje que alienta la “capacidad creativa y crítica” de cada estudiante, capacidades que debe descubrirlas y desarrollarlas por su propio impulso motivador.

El contexto actual en el cual se desarrolla la educación alienta esta “verdadera revolución”, tal y como lo expresa Swartz. La entrada de las tecnologías de información y comunicación en los espacios educativos permite nuevas ventanas al conocimiento. Los estudiantes tienen la oportunidad de acceder fácilmente a una infinidad de preguntas y respuestas que iluminan el aprendizaje.


Los docentes ayudan el descubrimiento que cada estudiante activa. Orientan sus búsquedas para despertar la inquietud y el valor crítico que les facilite la selección de contenidos. “No se trata de censurar” el uso de las nuevas tecnologías, sino de orientar sensatamente para que el estudiante conozca los riesgos y pueda utilizarlas “como herramientas útiles” para el conocimiento, sentencia Swartz.



Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"
Una producción de la Casa Editorial Bienaventuranzas









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