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La UNESCO planteó el objetivo de educación de educación inclusiva y de calidad
para el 2015. El catedrático Jesús Beltrán reflexiona sobre los alcances
obtenidos y la evolución de los modelos educativos.
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas
La
modernidad está envuelta en un frenesí de cambios. La constante innovación
tecnológica provoca una epidemia de cambios en la cual está inmersa la
educación. Con frecuencia, los impulsores de estos cambios buscan la
rentabilidad como indicador de validez. Factores como la calidad o la igualdad
quedan relegados en esta escala. Al parecer, sólo se concibe una sociedad de
éxito, de líderes.
En
el entorno escolar se han vivido múltiples transformaciones en búsqueda de la
llamada educación de calidad. En los últimos 40 años se han renovado los
modelos educativos para garantizar la mejor educación.
El
catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, Jesús A. Beltrán Llerá,
califica estos cambios como evoluciones de forma que provocan un incremento
excesivo de burocracia. Sin embargo, no se ha logrado transformar el corazón de
la educación y seguimos trabajando con un modelo tradicional.
Se
ha invertido mucho dinero en busca de intervenciones educativas,
valora
Beltrán, que apenas han significado modificaciones en los
resultados
anteriores. Para muchos padres, la educación está peor que antes.
La verdad es
que pocos sistemas funcionan como sería deseable.
El diseño de proyectos de
mejoramiento de los sistemas educativos se implementa de manera incompleta en
los centros escolares. En definitiva, “se sufren muchas reformas y pocos
cambios”, sentencia el mencionado catedrático.
La
mayoría de los cambios educativos han sido propuestos desde la administración
pública, sin tener en cuenta el proceso de implementación que debe adecuarse a
cada realidad escolar. Los parámetros políticos que priman en el diseño de
estos proyectos dejan de lado las exigencias reales de profesores y
estudiantes. Estas “imposiciones” generan un rechazo natural al mismo.
Con
más frecuencia de la deseada se tratan de copiar modelos exitosos en otros
contextos. Se puede copiar el modelo, pero no el resultado obtenido. La
imitación de ideas exitosas implica la capacidad de adaptarlas a las
circunstancias de cada región.
Beltrán
hace un repaso de los diversos modelos educativos que
se han consolidado a lo
largo de la historia. La implementación de cada
uno de estos modelos se
caracteriza por sus aciertos y errores.
Actualmente, el modelo inclusivo que ha
sido alentado por la UNESCO rescata los valores positivos de las propuestas
anteriores y rectifica los errores detectados. En general, se plantea una
educación con profesores altamente preparados que reducen la burocracia e
impulsan la autonomía de aprendizaje acompañada de la participación de padres
de familia. Es decir, un modelo de comunidades de aprendizaje.
La
Asociación Americana de Psicología (APA), publicó en 1995 los “Principios del
aprendizaje”. En el citado texto, se presenta una revisión de los paradigmas
educativos anteriores (institucional, administrativo e instruccional) para
concluir con una propuesta de un paradigma educativo integrador. El eje del
proceso educativo se direcciona desde la persona que aprende y su aprendizaje
logrado. El docente centra su accionar en ayudar a aprender. Los procesos
externos del aprendizaje (recursos, tiempo, currículo), tan importantes en
modelos anteriores, adquieren un rol secundario en este paradigma.
Con
anterioridad, Gardner y Sternberg ya habían propuesto la educación diferencial
adecuada a la inteligencia de cada estudiante. La enseñanza de inteligencias se
complementa con la enseñanza de contenidos para que todos los estudiantes
puedan desarrollarse en un marco de aceptación mutua. Parte de este modelo
potencia la integración de todos los estudiantes en un espacio de aprendizaje
compartido. Por ello, se habla del paradigma de Educación Inclusiva.
Los
estudiantes con habilidades de aprendizaje diferente comparten procesos
educativos similares. La educación inclusiva elimina los efectos negativos de
la segregación educativa provocados en anteriores paradigmas.
La
UNESCO define la educación inclusiva como “un proceso permanente
que trata de
ofrecer una educación de calidad para todos mientras se
respeta la diversidad y
las diferentes necesidades, habilidades,
características y expectativas de
aprendizaje de los estudiantes y
comunidades, eliminando toda forma de
discriminación”.
También propone replantear el término dificultades de
aprendizaje y hablar de barreras de aprendizaje, comprometiendo de esta manera
a la comunidad en las dinámicas de enseñanza de todos los estudiantes.
La
educación inclusiva se identifica por cuatro características diferenciales.
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Enseñanza de
calidad para todos.- La educación desempeña un papel esencial en el
desarrollo económico, científico y social de los pueblos. Para la UNESCO, el
objetivo de una educación universal y de calidad para todos forma parte de los
principios necesarios para el desarrollo de los pueblos. La educación de
calidad reclama una visión global, a través de las redes de conocimiento que
las nuevas tecnologías de información y comunicación plantean y, ante todo,
democrática, permitiendo que todos tengan acceso real a un mismo grado
educativo en igualdad de oportunidades.
Algunos
países han buscado homogeneizar el currículo escolar para garantizar que todos
los estudiantes tengan acceso a un mismo sistema educativo. Estas propuestas
tienen aspectos positivos como la equidad, la nivelación de estándares y la
mejora en los resultados de test internacionales. También es bueno considerar
que estos programas unificados pierden la riqueza del valor de la comunidad
local y limitan la creatividad de los estudiantes y docentes. En opinión de
Beltrán, el estudiante aprende a no desviarse con los modelos de educación
unificadores.
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Respeto a la
diversidad.-
Durante mucho tiempo se ha concebido la diversidad como una desviación de la
norma, algo negativo. La diversidad es compatible con la calidad educativa, es
más, la enriquece constantemente al requerir nuevas formas de enseñar.
Gardner
ha descrito la existencia de nueve inteligencias diferentes que nos acercan al
aprendizaje desde caminos diferentes. La enseñanza tradicional destinada a una
“inteligencia general” ha dominado los procesos escolares. Un único proceso de
enseñanza que se aplica a todos los estudiantes por igual, sin distinción.
Actualmente
se reconocen 9 tipos de inteligencia que deben ser formadas dentro de los
procesos de aprendizaje para consolidar un crecimiento intelectual y emocional
adecuado. Como docentes, tenemos la obligación de despertar cada una de estas
inteligencias en nuestros estudiantes y garantizar un aprendizaje integrador.
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Eliminación de
actitudes y conductas discriminativas.- la escuela se
convierte en el espacio idóneo para formar una sociedad sin exclusiones. Los
modelos educativos tradicionales se han caracterizado por segregar a estudiantes
con dificultades de aprendizaje. Para estos estudiantes se creaban centros
especializados con atención y dedicación diferente. Esta exclusión provocaba un
concepto mental de diferencia (tanto para unos como para otros) en los niños,
un concepto que es difícil revertir en el contexto social diario.
La
comunidad escolar está llamada para normalizar la presencia de todos
los
estudiantes en un mismo espacio compartido. Los estudiantes se
apoyarán entre
ellos para lograr el aprendizaje. La normalización y la
convivencia en el aula
será el mejor aporte para una normalización social.
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Autonomía
responsable de los estudiantes.- La escuela debe proponer a los
estudiantes convertirse en socios del cambio, personas capaces de diseñar sus
propias experiencias de aprendizaje que desarrollen su potencial personal. El
papel del estudiante es mucho más activo que en modelos anteriores. Las
tecnologías refuerzan esta posición de privilegio que se genera en el contexto
escolar a favor de los estudiantes.
Los
currículos centralizados se diseñan en virtud de un perfil compartido de
estudiante. Estas propuestas unificadoras limitan el valor personal del
estudiante, puesto que lo conciben igual a todos. La autonomía de aula permite
al estudiante vivir sus propias experiencias de aprendizaje y desarrollar, así,
sus talentos.
Concluye
Beltrán resaltando la importancia que los docentes adquieren para la
implementación del paradigma de educación inclusiva. El buen profesor,
considera, “puede despertar la magia que se esconde dentro de cada estudiante.
El profesor entusiasta contagia esa emoción en los estudiantes para provocar
experiencias educativas creativas”. Así, pues, los cambios son cuestión de
buena voluntad.
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas
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