-
El interés y la motivación despiertan las ganas de aprender. Los estudiantes
reclaman un espacio de estudio que despierte sus emociones positivas. Los
docentes estamos llamados para convertir las aulas en espacios agradables.
Fuente: Redacción "Diálogo Educativo".
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas
Con
demasiada frecuencia, los estudiantes reclaman cierto desinterés por el trabajo
de aula. Para muchos, las asignaturas se convierten en algo tedioso. Las aulas,
aburren. Los indicadores de fracaso escolar señalan como causal esta desmotivación
en los estudiantes.
Los
docentes debemos revertir este panorama. Está en nuestras manos animar la clase
para elevar los indicadores de rendimiento escolar y disminuir los casos de
fracaso escolar. “Debemos, como docentes, cambiar el aburrimiento por
diversión, por curiosidad y por entusiasmo” reitera la psicóloga y pedagoga
Celia Rodríguez Ruiz. El aprendizaje responde a una necesidad natural del ser
humano. La curiosidad de un niño le lleva a descubrir los sonidos. “Aprender
puede y debe ser natural”, sentencia la mencionada psicóloga.
Las
emociones influyen de manera directa en la actitud frente al estudio. Despertar
emociones provocará un ambiente de aula agradable y propicio para el
aprendizaje. Si logramos generar emociones positivas facilitaremos sensaciones
de bienestar. De esta manera incidiremos beneficiosamente en los procesos
educativos.
Como
ha destacado Rodríguez Ruiz, el ser humano es un gran aprendiz por naturaleza.
Gran parte de estos aprendizajes se producen de maneta natural, no reclaman un
esfuerzo para adquirirlos. Lo llamativo de estos procesos de aprendizaje
natural se sustenta en la sensación de agrado y placer que producen al
asumirlos. Aprendemos de manera divertida.
Para
Celia Rodríguez Ruiz resulta fundamental trasladar estas dinámicas de
aprendizaje natural y divertido a los espacios de trabajo en el aula.
Las
emociones positivas alientan un estado de ánimo activo y atento. Este tipo de
emociones activan el interés por las actividades que se desarrollan en ese
momento. Trabajar la motivación del estudiante por medio de emociones positivas
repercute en un mejor desempeño.
La
capacidad de incentivar dinámicas de disfrute en el aprendizaje provocará
emociones positivas. A partir de ahí, el docente deberá trasladar esa emoción
en motivación e interés por aprender.
Un
niño que se divierte es un niño despierto. Las emociones positivas, explica la
psicóloga Celia Rodríguez Ruiz, contribuyen al bienestar. El docente debe
construir un ambiente agradable en el aula, un ambiente de trabajo que provoque
disfrute se transforma en un refuerzo para el aprendizaje. Los estudiantes se
divierten en el aula mientras realizan actividades vinculadas al desarrollo
escolar. Es normal para ellos acudir al aula con una actitud expectante.
El
docente debe convertir la “fiesta por el aprendizaje” en una forma cotidiana de
enseñanza. Tiene que normalizar esta forma de trabajar para que se aliente las
ganas de acudir al aula. El estudiante descubrirá el atractivo de esta forma de
aprender. Por consiguiente acudirá con una predisposición natural para
estudiar.
De
forma puntual, el docente puede transformar los procesos de aprendizaje con
experiencias divertidas. Rodríguez Ruiz sugiere algunos aspectos que permiten
aplicar estas experiencias:
·
Diseñar actividades
de trabajo agradables que despierten curiosidad, el estado natural del
aprendizaje.
·
Proponer ejercicios
que mantengan a los estudiantes activos durante nuestro aprendizaje.
·
La exploración, la
indagación y la práctica son exponentes comunes al aprendizaje.
·
Disponer actividades
de aula que provoquen entusiasmo y no generen tensiones ni en el estudiante ni
entre los estudiantes.
·
Animar a los
estudiantes a construir significados y crear aprendizajes propios.
·
Escuchar activamente al niño o niña. Se trata de
escuchar lo que dice y lo que no dice, de llegar a lo que siente.
·
Ceder el espacio de
protagonismo a los estudiantes, que ellos mismos propongan acciones, provoquen
ilusión e intervengan para definir ciertos temas de trabajo y aprendizaje.
·
Habilitar espacios
para que los estudiantes hablen, pregunten y se expresen. Serán espacios sin
límites que coarten la espontaneidad (dentro de ciertos márgenes de
disciplina).
·
Alentar un clima de cordialidad que permita
sentirse cómodos a los estudiantes. La acogida en el aula es clave para romper
los miedos adquiridos. Saludar a los estudiantes, preocuparse por ellos,
dedicarles un tiempo de atención ayuda a construir la confianza. Es importante
remarcar que un estudiante en tensión no tiene una predisposición para el
aprendizaje.
·
Provocar emociones
positivas a través de bromas, humor y risas. Aprender es divertido, esa debe
ser la constante dentro del aula. Las clases magistrales que refuerzan la
autoridad del docente solo consiguen distanciar al docente del estudiante. Se
trata de humanizar la relación de aula.
·
Evitar las tensiones innecesarias y desterrar las
emociones negativas de la educación como el miedo, la vergüenza, la rabia. El
docente actúa desde la comprensión, desde la empatía con los estudiantes.
·
Proyectar tiempo para la relajación, el descanso
y la asimilación.
APRENDER LA FELICIDAD
El aula es un espacio que genera múltiples emociones. Parte
del trabajo docente consiste acompañar a los estudiantes y guiarles para que
asimilen naturalmente las emociones. Un curso en Harvard enseña a ser feliz.
¡Sí, como lo ha visto, clases para ser feliz!
El filósofo estadounidense Tab Ben-Shahar se ha convertido en
un referente con su propuesta de clases sobre felicidad. Cada semestre, más
de 1400 estudiantes asisten a su curso en la universidad de Harvard. Las
experiencias han sido replicadas también en algunos centros escolares con un
resultado interesante.
“La felicidad es una sensación general de placer y
significado: una persona feliz disfruta las emociones positivas al mismo
tiempo que considera que su vida está llena de significado”, afirma
Ben-Shahar.
En Inglaterra, el colegio Wellington establece una hora
semanal para “las clases de felicidad”. Los profesores, con ayuda de
expertos, han implementado un contenido de trabajo que enseña a los
estudiantes a gestionar sus emociones y sobrellevar la tensión y el estrés
que se deriva de su accionar en el aula. El director del centro, Sir Anthony
Seldon observa que “el Gobierno del Reino Unido, al igual que otros de todo
el mundo, comete un error al plantear una disyuntiva entre los resultados
académicos y la buena salud mental y el bienestar de los estudiantes. Las
buenas escuelas son capaces de combinar ambas cosas”.
Efectivamente, el excesivo énfasis que se pone en las
calificaciones provoca la tensión en los estudiantes por obtener un resultado
satisfactorio. El espacio de aprendizaje queda a un segundo plano. Padres,
docentes y estudiantes alientan una cultura de la competencia que aleja el
valor verdadero de la educación.
El objetivo detrás de las clases que se imparten en el
internado pretende dotar a los estudiantes de las herramientas necesarias
para conocerse a sí mismos, además de enseñarles a autogestionarse. Seldon
presume de que, en los últimos años, el rendimiento académico de su centro ha
mejorado de manera notable.
Jeffrey Sachs, profesor de la Universidad de Columbia y uno de
los autores del Informe Mundial de Felicidad, defiende que garantizar
felicidad y bienestar debería estar en la agenda de todos los países. “La
educación, incluida la educación moral, puede jugar un papel fundamental para
conseguir una mayor satisfacción vital”. Al respecto, muchos especialistas
sostienen que la verdadera felicidad es síntoma de una mente sana y
equilibrada, al igual que el bienestar físico es signo de un cuerpo sano.
“La felicidad es íntima, no exterior; y por lo tanto no
depende de lo que tenemos, sino de lo que somos”, afirmó una vez el escritor
estadounidense Henry van Dyke.
Fuente: Redacción "Diálogo Educativo".
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario