Dedicada a los docentes

Revista Digital de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas, un proyecto de la Conferencia Episcopal de Bolivia.

lunes, 23 de noviembre de 2015

¿Quieres corregir? Abandona ese antipático bolígrafo rojo



Una experiencia adoptada por una madre de familia, se ha convertido en una tendencia mundial que invita a la reflexión. Los expertos analizan los beneficios del “método del bolígrafo verde”.


 

Una de las cosas que más me marcó en mi época de colegio era recibir un examen con esos círculos rojos remarcando los errores en las respuestas. EN más de una ocasión, cada marca roja equivalía a una bofetada, suponía un golpe a la estima propia. Tantas horas de estudio y trabajo, tanto esfuerzo para realizar un buen trabajo. Y esos círculos rojos se sentían como una lacra pesada que anulaba el trabajo.


¿Cuántos estudiantes de colegio ha llegado a odiar ese lapicero rojo que siempre adornaba el bolsillo de camisa del profesor?


Una madre de familia experimentó una dinámica diferente. Cada jornada, desarrollaba ejercicios de estimulación y escritura con su hija para prepararle al preescolar. En la tranquilidad del hogar, replicaba ejercicios como los que ella realizó en el colegio. Palitos, círculos y letras fueron llenando el cuaderno.


Al corregir cada ejercicio, esta madre rodeaba con un lapicero verde los palitos, círculos y letras mejor elaboradas. De esta manera, resaltaba las respuestas adecuadas, centraba la atención de su hija en estos ejemplos y promovía un sentido de autoestima más sólido. Sin saberlo, ha motivado una reflexión profunda en pedagogos para evaluar este cambio de patrón en la corrección.



La educación tradicional se ha centrado en mostrar a los estudiantes los errores que cometen en el proceso y profundizar en su corrección. Rara vez se ha enfatizado en los logros obtenidos, en las cosas bien hechas. Ejercicio a ejercicio, año a año, hemos resaltado los comportamientos incorrectos y se ha relegado la premiación al comportamiento adecuado.


“El método del bolígrafo verde” ha sido reconocido como un empujón para el aprendizaje.  La acción de destacar los logros positivos que cada estudiante presenta en un trabajo implica, directamente, demostrar a todos los estudiantes que son capaces de hacer las cosas bien. Y, en consecuencia, eleva la motivación de los estudiantes por los logros adquiridos.



Otro elemento de reflexión que ha sido destacado por los pedagogos considera el factor de equidad que promueve. La comparación, natural entre los niños, develará que todos han logrado un resultado satisfactorio. Cada estudiante obtuvo una señal de que su meta fue conseguida. Es decir, todos lograron cumplir satisfactoriamente. No hay, por tanto, vencedores y derrotados.


Y, como afirman los expertos, señalar los aciertos produce felicidad y alienta a proseguir el camino iniciado, es un factor central de motivación. Los desaciertos, esos que tanto nos traumatizaron en nuestra época, se convierten ahora en algo pasajero, en algo sin trascendencia. Con este sistema, ya no llaman nuestra atención los errores. Sólo resaltamos y recordamos los logros conseguidos positivamente.


El color rojo que caracteriza al profesor tradicional está asociado al peligro y la precaución. Al recibir la devolución de un trabajo con círculos y marcas en rojo, es probable que el estudiante genere una sensación de miedo, de fracaso. La lectura de cada una de esas marcas despertará un sentido de culpa y vergüenza. El estudiante se acostumbra a descubrir los errores en el trabajo, se centra en evitar  dichos errores. Poco a poco, esta actitud cala en el subconsciente del estudiante provocando una actitud poco favorable para el emprendimiento. Le enseñamos a estar más pendiente del fallo que del acierto.


El verde, tal y como señalan las teorías del color, está ligado a la esperanza, a la tranquilidad. Un trabajo con círculos y marcas de color verde, que además resalten los aspectos más positivos del trabajo, invita al estudiante para que se centre en los factores de corrección del trabajo. Los errores, lo negativo, queda de lado. Es una invitación directa para repetir los aciertos; una motivación a la superación individual.



La repercusión de este “cambio de color” en el estudiante implica un cambio sustancial en el proceso de comprensión. Las marcas en rojo envían un mensaje de que lo que está bien hecho no sirve, no se destaca. El esfuerzo del estudiante no recibe recompensa. En el fondo, genera un sentido de insatisfacción ante el trabajo y ante la vida. Por el contrario, el énfasis que las marcas verdes ponen en los resultados positivos alienta al estudiante a superarse. 


De a poco, se percibirá cómo disminuye las muestras fallidas y se construye una actitud de hacer bien las cosas como proceso normal. En resumen, se fortalece un sentido de autoestima más sólido en el estudiante. Es la hora de que nuestros errores dejen de ser más importantes que nuestros logros.



Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"

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