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El
ejercicio de la docencia conlleva una responsabilidad en la construcción
educativa actual. Para muchas autoridades, la docencia se mide a través de
parámetros de medición estadísticos. Desde las aulas se describe la docencia
como una pasión hecha profesión.
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Fuente: Redacción "Diálogo Educativo".
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas
Fuente: Redacción "Diálogo Educativo".
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas
Recuerdo a mis docentes de primaria como
unos seres extraordinarios. A veces los confundimos como una prolongación de
nuestros padres, que velan por nosotros y nos guían por la senda de la vida.
Con el tiempo, los recordamos como unos héroes, ¡cuánta paciencia!
Ser docente va más allá de trabajar como
docente. Ser docente requiere cualidades como el amor, la entrega y la
dedicación. Supone renovarse constantemente para alentar un proceso de
crecimiento humano, académico y social en cada uno de los estudiantes.
Las políticas educativas han forjado un
perfil docente sistémico. Desde las autoridades educativas se trata de
reglamentar la labor del docente controlando la cantidad de horas, los
contenidos que debe disponer, las metodologías y ritmos de aprendizaje.
Incluso, hasta las métricas de valoración y evaluación están “impuestas” desde
una oficina aislada.
El espíritu de la enseñanza queda relegado
ante el rigor del cumplimiento.
Dejemos algo muy claro: saber de una
disciplina no significa que uno sepa enseñarla. La docencia, como profesión, se
distingue por tener un conocimiento especializado: el de la Didáctica.
Como tal
requiere de estudio y formación, como cualquier otro campo de conocimiento. La
formación en el conocimiento especializado es indispensable. Es necesario dejar
de confundir el hecho de ser “buenos transmisores o divulgadores” con ser
docentes.
La enseñanza como transmisión es parte de
un modelo ya agotado. Recuerdo una de mis primeras experiencias como docente de
aula, cuando veía a “las maestras” rellenar cuidadosamente los cuadernos de los
estudiantes para que repliquen el ejercicio hasta el cansancio. En la era de Internet, la información se
obtiene más rápido y mejor en segundos, que escuchando en vivo y en directo.
Todo lo que se puede decir como exposición dentro de una clase se puede grabar
y subir a Youtube, claro que nunca podríamos tener la misma interacción aunque
todos dejaran sus comentarios.
Las estrategias de enseñanza además no se
restringen al intercambio: promover, sostener y coordinar un buen debate
respecto de los contenidos que se abordan. Observo cantidad de docentes que
creen estar haciéndolo pero solamente alientan las “buenas respuestas” y
descartan las que no les gustan, haciendo sentir muchas veces a sus estudiantes
que son incapaces de aprender o comprender y obturando toda posibilidad de
continuar avanzando en el conocimiento.
El profesor apasionado descubre en cada
estudiante una historia, un potencial por explotar. Conocedor de una variedad
de estrategias didácticas, organiza las sesiones para despertar el potencial de
cada uno de ellos. El docente centra su pasión en el crecimiento de cada uno de
los estudiantes.
Trabajar con grupos no es tarea fácil:
algunos docentes parecen conformarse con que uno o dos estudiantes los “sigan”
sin importarle qué pasa con el resto, o atribuyéndoles a ellos el “fracaso”
debido a condiciones personales. Esto puede verse sencillo solamente si el docente
no se preocupa por el aprendizaje de sus alumnos y cree que la enseñanza se
reduce a sus “excelentes explicaciones” y a aplicar exámenes. Lamentablemente
luego sufrimos en todos los sentidos las consecuencias de estos modelos
didácticos.
Las habilidades prácticas que debe
desarrollar un docente, provienen sustancialmente de su enfoque didáctico: cómo
concibe al estudiante, al conocimiento y cómo plantea la enseñanza en función
de ello. Este posicionamiento requiere necesariamente de un análisis desde
modelos teóricos: las prácticas pedagógicas no son homólogas, sencillamente
porque ni los grupos a los que se atiende ni los docentes son iguales y, como
si fuera poco, varían de acuerdo al contenido a enseñar. ¿Es acaso posible
saber de todo esto sin haberse formado?
La subestimación con que algunos
profesionales de otros campos se acercan a la enseñanza es la raíz de muchos
problemas que tenemos en el sistema educativo. Muchos “especialistas en educación” se han quedado dentro de las
universidades o se han instituido en funcionarios del sistema, habiendo perdido
hace rato la referencia de lo que pasa en un aula real y desde allí
“evangelizan en verdades absolutas” y frases crípticas de carácter inaplicable.
En la era de la transdisciplinariedad es
imposible pensar el avance del conocimiento desde compartimientos estancos. Resulta
raro que conservemos las mismas mañas y prejuicios de ambos lados y no logremos
tender puentes para poder usar lo mejor de cada campo de manera complementaria
e integrada.
Quienes ocupamos de la enseñanza tenemos mucho para ofrecer desde
la Didáctica y quienes trabajan desde las disciplinas o campos del conocimiento
tienen la expertiz del contenido específico. El “combo” depende indudablemente
de un trabajo de equipo. Tener un trabajo docente en el que se enseña, sin
contar con la formación específica para hacerlo, es un exceso de confianza o
tal vez un acto de poca conciencia. Los profesionales responsables lo saben y
por eso buscan contar con el conocimiento especializado. Espero que los
profesionales de la educación estemos a la altura de sus necesidades para poder
enseñarlo.
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Fuente: Redacción "Diálogo Educativo".
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas
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