- Son diversas las formas que tenemos para acercarnos a la lectura.
Algunos llegan a una edad temprana, otros en su adolescencia. Pero todos,
descubren en la lectura una forma de abrirse al mundo de la imaginación y crear
nuevos espacios.
Fuente: Redacción "Diálogo Educativo".
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas
“Mi abuela nos reunía
a todos en el salón y nos contaba multitud de historias. Algunas eran cuentos
que leía, otras eran fabricados por su imaginación” recuerda Giovanna. “Sufría
de asma cuando era niño. No podía salir a la calle a jugar con mis primos.
Descubrí un libro de Julio Verne y empecé a leerlo. Sentí la emoción de la
aventura” confiesa Federico.
Son diversas las
formas que tenemos para acercarnos a la lectura. Algunos llegan a una edad
temprana, otros en su adolescencia. Pero todos, descubren en la lectura una
forma de abrirse al mundo de la imaginación y crear nuevos espacios.
El profesor de
literatura Manuel Mena (Colegio Alemán en Santa Cruz) revela cómo provoca en
los estudiantes la inquietud por la lectura. Durante la clase comparte con
ellos un breve relato extraído de un libro. Trata de que el relato tenga la
suficiente fuerza para que el estudiante proyecte una historia completa. La
diversidad de historias que surgen en el aula impulsa a más de un estudiante a
buscar el libro y “salir de la duda”. Así, logra despertar el gusto por la
lectura en los jóvenes.
Los expertos
consultados consideran que el cuento es el primer paso para
el hábito de la
lectura. Giovanna Rivero, escritora y periodista,
valora la importancia del
cuento por la intensidad que contiene.
En pocas palabras se sintetiza un relato
simple. El lector, en este caso el estudiante, completa las partes narrativas
ausentes con el aporte de su imaginación. Sueña el cuento. Mena respalda esta
propuesta y comenta el interés que despiertan las fábulas no solo para
incentivar la lectura, sino también para reflexionar sobre la vigencia de
valores. “El cuento es muy asequible al iniciante”, concluye el profesor Mena.
“El cuento gana a la
novela por KO” declaraba orgulloso Cortázar. La fantasía vuela en la narración
invitando al estudiante a sentir experiencias literarias como propias.
De sobra
son conocidos los beneficios de la lectura. El enriquecimiento del vocabulario
conlleva una mejora en la capacidad expresiva. La suma de ambos aporta al
conocimiento de los recursos gramaticales y narrativos; fortalece
la capacidad expresiva. La lectura también activa las competencias de
comprensión. El estudiante que lee de manera habitual edifica un sentido de
abstracción sustentado en la imaginación. La narrativa escrita, a diferencia de
la audiovisual, “obliga” al estudiante a recrear los personajes, escenarios y
ambientes.
Este ejercicio simple de construir las imágenes
mentales de la historia repercute directamente en la capacidad de abstracción
y, a la larga, en el sentido de observación. En resumen, la lectura abre la
mente y alienta el espíritu crítico.
Violeta Adorno,
asesora pedagógica de la Editorial Bienaventuranzas,
detecta que los índices de
lectura en los colegios han disminuido.
“El cumplimiento del programa resta
tiempo de lectura. Ya no es viable
la hora de la lectura”, observa la
licenciada.
Para la experta en
educación infantil, el docente debe trabajar el hábito de lectura en el aula.
Refuerza las ideas que expresó anteriormente el profesor Manuel Mena y sugiere
promover espacios de lectura compartida. El reto docente consiste en provocar
en los estudiantes el “gusto por la lectura”, un afecto hacia los libros y las
historias que esconden.
El acceso a los libros
suele ser el principal problema que nos encontramos en los centros educativos.
Las bibliotecas carecen de libros y, rara vez, los ceden abiertamente para que
los estudiantes dispongan de ellos. Adorno sugiere practicar la idea del “libro
viajero”. Mediante esta dinámica, el aula dispone de un pequeño conjunto de
libros que rotan de mano en mano entre los estudiantes. Cada día (o semana) un
estudiante se lleva un determinado libro a casa y a su retorno comparte algo de
la lectura con los compañeros. El libro, como un testigo de carrera de relevos,
pasa a otro compañero que continua la lectura. En poco tiempo, los estudiantes
sentirán la necesidad de leer en primera persona la historia, sin esperar a un
turno futuro.
Los profesionales
consultados coinciden en despertar la inquietud para lograr un buen hábito de
lectura. La “técnica” de obligar y controlar la lectura mediante pruebas y
controles es, ante todo, reactiva. Únicamente consigue enemistar a los
estudiantes con la lectura. La sienten como un castigo, algo desagradable.
La dotación de una
biblioteca de aula se perfila como una actividad grupal integradora. Cada
estudiante aporta un libro de su preferencia. La suma de todos los libros
permitirá compartir gustos diferentes bajo un mismo criterio: el respeto.
La lectura de nuevas
ofertas narrativas, diferentes a las elegidas por uno, ayuda a cada estudiante
a expandir su conocimiento y forjar nuevas maneras de percibir el mundo. Poco a
poco, se logrará nuevos lazos de interrelación entre los estudiante. Se pasará
de compartir libros a compartir experiencia.
La biblioteca
compartida de aula será un espacio gestado y gerenciado por los propios
estudiantes. La lectura será, más que nunca, un tesoro que todos cuidarán celosamente.
UN
LIBRO A MEDIDA
Incentivar
la lectura es factible a cualquier edad. Violeta Adorno aconseja algunas
pautas para diversas etapas del crecimiento. Eso sí, despertar el interés por
la lectura es la única receta que garantiza los resultados.
-
Niños
El
ejemplo que los padres puedan inculcar a los hijos es el principal incentivo
para que vean la lectura como algo agradable. Un padre que lee transmitirá a
sus hijos el gusto por los libros.
La
lectura compartida es otra práctica interesante para incentivar el gusto por
la lectura. En la actualidad existen libros direccionados para cada edad,
llenos de dibujos e incluso interactivos. Permite a los niños sentir los
libros.
Adorno
sugiere que los niños toquen los libros, se apropien de ellos. Como padres de
familia, y en un afán por conservar el libro, tratamos de prohibir al niño
que acceda a los libros ¡sería una barbaridad que los manchen o rompan! Al
alentar esta prohibición se despierta un temor en el niño hacia el libro, y
por tanto, hacia la lectura.
-
Adolescentes
El
joven ansía tomar sus decisiones propias. Conviene que disponga de un espacio
propio donde conforme su biblioteca personal. Sus libros, su ambiente, su
tiempo de esparcimiento. Debe ser un espacio divertido.
Más
allá de ser un espacio de aislamiento del joven, los padres deben buscar un
punto de encuentro. Cada jornada de lectura debe acompañarse de un momento de
conversación. El diálogo servirá para fortalecer la comprensión del texto y
extraer un aprendizaje de cada lectura.
Una
forma de incentivar y motivar la lectura consiste en celebrar cada libro
concluido. Un “premio” alentará al joven a continuar y disfrutar este espacio
de lectura.
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Adultos
Iniciarse
en el hábito de lectura en la edad adulta resulta una labor compleja. La
falta de tiempo, el exceso de obligaciones y las prioridades diversas reducen
el espacio dedicado a la lectura.
Un
detonante suele ser un buen inicio para empezar. Un libro sobre cómo encarar
la paternidad, una novela compartida con el hijo o un libro sobre
curiosidades pueden servir para despertar las sensaciones. Y es que resulta
complicado competir con un recuerdo negativo provocado por algún libro
(normalmente vinculado con la época escolar). Despertar a la lectura supone abrirse a un
mundo de maravillas. Nunca es tarde para dar el primer paso.
Fuente: Redacción "Diálogo Educativo".
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas
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