- El entrevistado de este
mes es responsable del proyecto de transformación de Plena
Inclusión y experto en autismo. Desde hace más de 50
años, La organización Plena Inclusión contribuye a la inclusión plena de las
personas con discapacidad intelectual o de desarrollo junto a la de sus
familias en la sociedad.
Fuente: Redacción "Diálogo Educativo".
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas
La Misión de Plena inclusión es “contribuir, desde su compromiso ético,
con apoyos y oportunidades, a que cada persona con discapacidad intelectual o
del desarrollo y su familia puedan desarrollar su proyecto de calidad de
vida, así como a promover su inclusión como ciudadana de pleno derecho en una
sociedad justa y solidaria”.
La institución, explica Javier Tamarit, trabaja por el respeto de los
derechos y fomenta la calidad de vida de las personas con discapacidad
intelectual o del desarrollo y su familia.
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¿Qué
es y de qué se encarga el área de calidad de vida de Plena Inclusión?
En Plena
Inclusión creímos que debíamos apostar por una estructura que
orientara todo el sentido de nuestra organización hacia la calidad de
vida. Esto significa asegurar que las organizaciones y los servicios de apoyo a
las personas con discapacidad de desarrollo se orientan a logros significativos
en la vida de la gente.
¿Cómo
llegaron a esta conclusión?
Nuestros servicios
se generaron y se construyeron en una época y una cultura en la que la mirada
estaba orientada a la discapacidad, al déficit, al trastorno. Construimos
servicios para afrontar la patología. Conforme se han ido desarrollando modelos
científicos y tratados sobre derechos, nuestra forma de verlo ha sufrido un
cambio inmenso. Ahora tenemos más en cuenta a la persona y sus proyectos
de vida, contando con sus limitaciones y dificultades. Nos dimos cuenta
que debíamos cambiar los servicios que ofrecíamos en base a ello,
centrándonos en las personas, en sus derechos, su ciudadanía, y no
solo en su trastorno. Si hoy empezásemos a crear servicios, no lo haríamos
como en los años 70, está claro.
¿Qué
le motivó a involucrarse en este mundo?
Yo me licencié en
psicología en 1977 y en la universidad tuve la ocasión y la oportunidad de
formar parte de un proyecto que buscaba cómo ayudar a niños y niñas con
importantes alteraciones en su desarrollo, como alteraciones de la salud
mental, autismo, dificultades de comportamiento, etc. Vi la oportunidad de
poner en práctica aquello que me apasionaba en el ámbito de la teoría. Además,
desde niño he tenido contacto con este mundo, ya que desde bien pequeños
en el colegio nos permitían jugar un día con un grupo de niños que se
encontraban en la institución donde estudiaba. Yo no sabía que eran niños
con discapacidad. Los integramos en nuestro mundo, empezaron a formar parte de
nuestro universo.
Actualmente
su trabajo gira más entorno a las organizaciones, ¿verdad?
Nunca había pensado
que me apasionaría algo que tuviera que ver con la psicología de las
organizaciones, pero este proyecto, al permitirme contribuir a que las
prácticas que se hacen en los servicios reviertan en el bienestar de las
personas, me parece apasionante. Y a estas alturas de mi profesión, un regalo.
¿Cómo
se gestiona actualmente la escolarización de niños y niñas con autismo?
Yo creo que todos tenemos en mente un modelo de escolarización, pero en la práctica no es tan sencillo implementarlo. Me explico: por un lado sabemos que lo que tiene mayor impacto en niños y niñas con autismo o con alguna otra dificultad en su desarrollo es la escuela inclusiva. Tenemos evidencias de ello en las prácticas que se llevan a cabo a nivel internacional. Pero la escolarización actual no responde en la práctica al 100% con esto y hay muchos niños que no pueden acceder a este tipo de educación porque el sistema no tiene suficientes recursos. De todos modos, debemos tener en cuenta que no buscamos una escuela inclusiva sólo en beneficio de los niños y niñas con autismo, sino una escuela que aborde y enfrente la diversidad y las necesidades especiales que tiene cada alumno.
Yo creo que todos tenemos en mente un modelo de escolarización, pero en la práctica no es tan sencillo implementarlo. Me explico: por un lado sabemos que lo que tiene mayor impacto en niños y niñas con autismo o con alguna otra dificultad en su desarrollo es la escuela inclusiva. Tenemos evidencias de ello en las prácticas que se llevan a cabo a nivel internacional. Pero la escolarización actual no responde en la práctica al 100% con esto y hay muchos niños que no pueden acceder a este tipo de educación porque el sistema no tiene suficientes recursos. De todos modos, debemos tener en cuenta que no buscamos una escuela inclusiva sólo en beneficio de los niños y niñas con autismo, sino una escuela que aborde y enfrente la diversidad y las necesidades especiales que tiene cada alumno.
¿Hay
falta de profesionales?
Hay profesionales en
centros especiales o en instituciones dedicadas a ellos, profesionales
altamente preparados. Si pusiéramos esos profesionales al servicio de una
educación única para todos, sería lo idóneo.
Y
cuando terminan la escolarización, ¿qué recursos tienen?
Tradicionalmente,
cuando empezó el enfoque de apoyo específico al autismo, casi el 100% de las
personas que tenían un trastorno del espectro de autismo tenían vinculada o
asociada una importante limitación en su funcionamiento intelectual. Eran
personas que no entraban en lo que ahora llamamos rangos de altas
competencias. Como eran personas con tantas necesidades, lo que
hicimos fue crear centros de día. El conocimiento del autismo se ha agrandado y
ya hace tiempo que se habla de que al referirnos al autismo podemos hablar de
un espectro. Hay muchas personas muy diferentes, y cada persona es singular y
única, y el autismo es una parte de su persona, pero hay muchas más
condiciones.
Los niños y niñas a
los que la sociedad les da la oportunidad de estar en una escuela con los
apoyos que requieren, pero en contextos de relación con iguales, con otros
niños, no tendrán los recorridos que tradicionalmente se han tenido una vez
sean adultos.
¿Esto
genera nuevas necesidades?
Sí. Por ejemplo:
cómo asegurar el acceso al empleo, cómo gestionar la transición a la vida
adulta, cómo asegurar apoyos para la vida y el conocimiento en comunidad, cómo
asegurar apoyos al ocio específico y singular para cada uno de ellos… Todo
esto está configurando una nueva cartera de servicios que maximicen la
inclusión y que tengan en cuenta el proyecto de vida de cada persona, con lo
que la persona quiera. Los servicios que se van configurando son muy
personalizados.
¿Las
escuelas ordinarias están preparadas para atender a niños y niñas con autismo?
Depende. Hay
escuelas que sí y otras que no. Es como una lotería. Cuando un docente dice que
no está preparado para atender a un niño con dificultad en el desarrollo, debe
plantearse que la pregunta no es si está preparado, sino si está dispuesto. Hay
escuelas dispuestas y escuelas que no lo están, a veces no depende tanto de los
recursos. Las escuelas deben contar con conocimiento y con expertos para
atender las necesidades de cada niño. Ahí está el valor que pueden tener las
personas que están dentro de las redes de los centros de educación especial.
¿Qué
necesita un centro para ser inclusivo?
Lo que necesita es
creer en el valor de la inclusión de todo ser humano. En entender que los seres
humanos nos hacemos humanos en interacción con otros seres humanos, no nos
educamos como humano en la soledad de la vida. Somos como somos porque nos
relacionamos con nuestro entorno. La escuela inclusiva es un modelo orientado
al bienestar de todo alumno, una escuela que construye su conocimiento con la
colaboración del entorno y la sociedad en la que vive. La escuela se diluye en
el barrio y todos pueden colaborar en la educación de todos los integrantes
para su proyecto de vida. La escuela inclusiva debemos desvincularla de la
existencia de alumnado con necesidades específicas, porque va mucho más allá.
¿Hasta
dónde va?
Nosotros tenemos un
modelo al que llamamos “La educación que queremos” y que trata sobre el
poder de cada persona para construir su proyecto de vida en un entorno de una
sociedad justa. Pero esta no es la educación que queremos para los niños y
niñas con dificultades en el desarrollo, sino que es la que queremos para todos
los niños. Estamos llevando a cabo un programa de transformación de los centros
de educación especial. Estos centros tienen un conocimiento muy valioso
acumulado y sería crucial que esto lo pudiéramos incorporar a un único sistema
educativo.
¿Tienen
sentido hoy en día los centros de educación especial?
No. Si hoy
tuviéramos que crear de nuevo estos centros, no los haríamos así. Estamos
orgullosos del papel que han tenido durante todos estos años, por
supuesto. Durante este tiempo han cubierto una necesidad, pero entendemos que
el sentido futuro es un único sistema educativo. Y, eso sí, los conocimientos
expertos que se han construido en estos centros hay que absorberlos.
Los
compañeros de niños y niñas con autismo, ¿cómo suelen reaccionar ante ellos en
clase?
Las experiencias que
tenemos es que cuando se lleva una buena relación, la experiencia es de
normalidad. No llegan a tener la etiqueta del trastorno. Tiene la del niño
inquieto, el niño amable, el niño sonriente, pero no la del niño autista. No
construyen una situación de diferenciación per se, se convierten en apoyos
naturales para el aprendizaje. Pero si el propio contexto genera una situación
de diferenciación con ellos, sí que puede generar situaciones complicadas. Si
nos empeñamos en decir “ojo que tenemos un niño con autismo”, “cuidado que el
autismo es muy complicado”, acabaremos generando una imagen totalmente negativa
del niño. El contagio cultural de los estereotipos es muy perverso.
¿Se
ha dado una buena comunicación a nivel social sobre lo que es el autismo?
Lamentablemente, se
han dado los dos polos. Se ha llegado a decir que es todo un orgullo que
un niño tenga autismo porque es muy inteligente, y el mito de que está
continuamente autolesionándose, cerrado en sí mismo. Ninguna de las dos cosas
responde a la realidad. Lo que sí es verdad es que los procesos de detección
temprana están cambiando drásticamente la vida de los niños.
¿Qué
3 consejos darías a los docentes de aulas inclusivas?
El primer consejo
sería que no dejen que se oculte al niño detrás de las etiquetas, que crean en
las fortalezas del niño por encima de sus limitaciones. Lo segundo es que crean
en el éxito de este niño, en que puede progresar. Toda persona puede progresar
si cuenta con el apoyo adecuado. Por último, les diría que hagan equipo, con la
familia, con los otros docentes, con los compañeros del niño, con el propio
niño… y que orienten la educación a la vida del niño, no de su conocimiento.
*Entrevista extractada de blog.tiching.com
Fuente: Redacción "Diálogo Educativo".
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas
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