Entrevista
con Mónica R. Martínez, asesora de Educación de la Casa Blanca y experta en «deeper
learning»
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Fuente: Redacción "Diálogo Educativo".
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas
En las
escuelas del siglo XXI, no se puede seguir enseñando como en el siglo XX. Ese
es el punto de partida del «deeper learning», un movimiento nacido en el seno
de la Fundacion Hewlett que trata de llamar la atención sobre la imperiosa
necesidad de darle la vuelta a las clases si no queremos desconectar la escuela
de la realidad del mundo en el que se desenvuelven nuestros jóvenes.
¿Qué es el «deeper learning»?
Una
forma de enseñanza que busca dotar a los alumnos con el conjunto de habilidades
que necesitan para tener éxito en el mundo actual.
¿Y cuáles son esas habilidades mágicas?
Son
seis. Las dos primeras, de carácter cognitivo, son la adquisición práctica de
los conceptos básicos del contenido académico y el desarrollo de un pensamiento
crítico que les permita analizar, sintetizar y relacionar esos conceptos. Luego
están las habilidades interpersonales, que son la capacidad de realizar un
trabajo colaborativo y de comunicar con eficacia. Y por último, las
intrapersonales, que son el aprendizaje reflexivo -aprender cómo aprender- y el
desarrollo de una mentalidad académica que les haga comprender la importancia
del conocimiento para afrontar cualquier tipo de reto futuro.
¿Eso no se aprende en la mayoría de las aulas?
La
educación tradicional está basada y centrada en la figura del profesor como
autoridad y como fuente de conocimiento. En memorizar los contenidos que el
docente transmite. Nosotros ponemos el acento en que el alumno entienda los
hechos claves, su impacto en otras áreas y en su propia vida. En las
implicaciones que hay entre las diferentes disciplinas. Tratamos de integrar el
conocimiento.
¿Pero tan malo es memorizar?
Para eso
está Google
¿Y si no estoy conectado?
¿Dónde no
estás conectado hoy en día? En serio, hay que memorizar solo lo básico. No
puedo esperar conocer cada pedazo de la Historia, pero sí enseñarles a los estudiantes
a buscar información solvente de fuentes creíbles; a analizarla críticamente, a
utilizarla correctamente. Hoy en día hay demasiados datos y nuestros jóvenes
están permanentemente conectados, por eso hay que enseñarles habilidades para
que exploren. ¿Queremos formar buenos estudiantes o buenos seguidores del
profesor?
Suena muy bien. ¿Pero eso saben hacerlo todos los docentes?
No, los
tenemos que formar. Hay que convertirlos en facilitadores, en entrenadores del
aprendizaje, en creadores de redes de conocimiento. Hay que enseñarles a
conectar de otra manera con los estudiantes, a trabajar con otros profesores
las relaciones que tienen las diferentes asignaturas, a apoyarse en otros
expertos para que, por ejemplo, los niños vean para qué sirven las Matemáticas
y la Física. Para que sepan qué hace un ingeniero. Deben convertirse en
coordinadores y líderes de equipos. No es fácil.
Realmente… no parece fácil de aplicar en un aula
La
principal causa del abandono escolar temprano es el aburrimiento. La siguiente
es no seguir el ritmo académico del curso, y eso sucede porque se aburren,
pierden la información básica, se desmotivan y abandonan. El profesor debe
conseguir que el estudiante confíe en él no como autoridad sino porque este
reconoce que le está ayudando a aprender. Entonces se consigue una atmósfera de
auténtico respeto, los estudiantes se enganchan a las clases y se convierten en
estudiantes activos, en los que cualquier profesor desea.
¿Cómo introducimos en nuestras clases el «deeper learning»?
Con
pequeños cambios. Por ejemplo, chequeando continuamente si los estudiantes han
asimilado los conocimientos impartidos. Haciendo que escriban lo que han
aprendido para ayudar a otros compañeros. Dándoles oportunidades para demostrar
en público el conocimiento adquirido durante el curso. Hay que trabajar mucho
las presentaciones, los trabajos en equipo, el aprendizaje con proyectos y
retos. Se trata de ir inculcándoles que ellos son los principales responsables
de su formación y que el profesor es su guía.
DE LA PELÍCULA A LA ESCUELA
El Dr. Raúl Arrabales, experto en ciencia congnitiva y conciencia
artificial explica el alcance del “deep learning”
Desde los años 50 del siglo pasado y hasta
hace muy pocos años el terreno habitual de la Inteligencia Artificial (IA) avanzada era mayoritariamente
el laboratorio de investigación y la ciencia ficción. A excepción de casos
contados, la práctica totalidad de sistemas con una inteligencia similar a la
humana han aparecido en películas futurísticas u obras como las de Isaac
Asimov. Sin embargo, este panorama está cambiando radicalmente en los últimos
años.
El gran impulso tecnológico al que solemos referirnos bajo el término Big Data ha revolucionado el entorno
empresarial. Las organizaciones sometidas a la necesidad de la transformación
digital se han convertido en criaturas sedientas de cantidades ingentes de
datos; y por primera vez en la historia de la IA existe una demanda generalizada de
sistemas con una inteligencia avanzada, equivalente a la de un humano, que sean capaces de procesar
esos datos. Esto está ocurriendo en prácticamente todos los sectores, pues es
rara la actividad empresarial o de la administración pública que no se pueda
beneficiar de un análisis inteligente y automatizado de los datos.
Vivimos un momento histórico, no porque las organizaciones quieran
incorporar algo radicalmente nuevo, sino porque ahora son conscientes de que existe tecnología capaz de procesar
todos los datos de los que disponen, hacerlo en escalas de tiempo inferiores
a las humanas e incluso proporcionar la inteligencia necesaria.
Podríamos decir que el Big Data ha sido simplemente la primera ola y
el gran tsunami está a punto de llegar. Las nuevas arquitecturas Big Data han
aparecido de la mano de las grandes compañías de Internet, organizaciones
nativas digitales y completamente conectadas desde su concepción. En la
actualidad estamos viendo como el Big Data prolifera rápidamente para abarcar
todas las organizaciones y todos los sectores, pues en un ecosistema digital
y global las compañías que no son nativas digitales también necesitan
convertirse en devoradoras de datos.
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