El aprendizaje es la meta de todo proceso
educativo. Como docentes, queremos que todos los estudiantes alcancen esa meta.
Aplicamos diversas metodologías en el aula para facilitar dicho aprendizaje.
¿Es suficiente este esfuerzo?
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Fuente: Redacción "Diálogo Educativo".
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas
Una frase de Tracey Tokuhama-Espinosa
matiza, de manera explosiva, la labor del docente: “los docentes debemos darnos
cuenta que no nos pagan por enseñar, nos pagan por garantizar el aprendizaje”.
Es indudable que la gran mayoría de los
docentes trabajamos para facilitar el aprendizaje de los estudiantes. Con
demasiada frecuencia, nos involucramos en los procesos formativos de los
jóvenes. Buscamos nuevas dinámicas, cambiamos los ejercicios de aula,
perfeccionamos nuestra forma de educar. Perseguimos una metodología que nos
acerque más a su experiencia de vida.
Pero llegan las evaluaciones y “el
sistema” nos obliga a apelar a las formas tradicionales de calificación. Toda
la iniciativa impulsada durante el curso desaparece para dejar paso a los estresantes
exámenes.
La neurociencia se ha consolidado como
una ciencia de amplia
expansión en la actualidad. Se estudian las reacciones
cerebrales ante
diversas acciones cotidianas. Cuando el estudio del
funcionamiento
neuronal se centra en la actividad cerebral que provocan los
procesos
de aprendizaje se trata de la neuroeducación.
La orientación de los psicopedagogos que
apoyan estos estudios ha permitido el análisis, sobre manera, de la evolución
del cerebro en los procesos de evaluación de estudiantes. De todos es conocido
la tensión y nerviosismo que los exámenes provocan. Pero, ¿sabemos que provoca
este estrés en cada estudiante?
El examen despierta una reacción
extenuante en el estudiante. Para resistir ese torbellino de miedos y amenazas,
el cuerpo produce una mayor cantidad de cortisona y adrenalina. Se provoca una
fatiga cerebral. A la larga, el estrés repercute en una pérdida de las
habilidades ejecutivas y una disminución en la capacidad de almacenamiento de
información.
¿De qué sirve trabajar una metodología de
enseñanza y aprendizaje amigable si la evaluación nos devuelve al tradicional
sistema memorístico?
Judy Willis sostiene que cuando involucramos
a los estudiantes en pruebas de evaluación que sólo estimulan la memorización,
“olvidamos que lo que realmente nos importa es desarrollar habilidades como la
resolución de problemas o la capacidad de gestionar información”.
Las nuevas formas didácticas de trabajo
en aula reclaman renovadas dinámicas de evaluación. Tohuhama-Espinosa considera
que el feedback (retroalimentación) se presenta como una propuesta adecuada a
las nuevas corrientes.
Cuando el feedback se realiza de manera frecuente,
cuando se convierte en una acción propia del trabajo diario, permite a los
estudiantes discernir entre lo que sabían y lo aprendido, les ofrece una visión
personal del avance logrado. Poco a poco, “ellos mismos solucionan sus propias
lagunas de conocimiento”.
El aprendizaje y la evaluación formativa
reclaman una continuidad sistémica. La evaluación se transforma en una acción
habitual y consistente en el aula, una evaluación que valore el desarrollo del
estudiante.
Existen herramientas de evaluación
adecuadas para registrar el progreso de cada estudiante. El portafolio, diarios
de aprendizaje, elaboración progresiva de proyectos son algunas alternativas
que permiten observar la evolución del estudiante. El propio estudiante es
consciente de su proceso evolutivo y, por tanto, se fortalece su capacidad para
la toma de decisiones, la gestión de problemas o el trabajo en equipo.
Todo ello sin caer en el estrés del
examen de final de trimestre y conseguir centrarnos más en el proceso de
enseñanza, más que en el de calificar.
Un detalle relevante que destaca Eric
Jensen para un adecuado feedback dentro del aula consiste en el manejo del
error. Muchos autores han reflexionado sobre la importancia del error dentro
del proceso de aprendizaje. Todos coinciden en la validez del error en el
aprendizaje, pero cuando la resolución de dicho error se produce de manera
inmediata y permite evaluar al estudiante las formas de enmendar el error. Por
ello, Willis insiste en la aplicación del feedback de manera continuada. Se
trata de que el estudiante adquiera la información necesaria para enmendar el
error, pero guiado de cerca para que no se produzcan lagunas con información
inadecuada.
Para profundizar un proceso de evaluación
amigable, John Hattie plantea cinco aspectos prioritarios:
-
Fomentar la
mentalidad de crecimiento en el estudiante. El trabajo docente para fortalecer
la autoimagen o el autoconcepto facilitan la obtención de mejores resultados.
-
Confianza en el
estudiante y en sus cualidades para ser mejores personas y mejorar su
rendimiento en el aula.
-
Generar un ambiente
de aula agradable, con un docente motivado y apasionado. El aula se transforma
en un espacio que estimula el trabajo cooperativo. En este escenario, la
evaluación no se tiñe como un trauma “por el que debemos pasar”, sino como una
gestión más del aprendizaje adquirido.
-
Centrar la atención
en el proceso y no tanto en el resultado. La mejor evaluación del aprendizaje
se determina por el progreso que cada estudiante ha adquirido. Begoña Ibarrola
reclama oportunidades de éxito para toda el aula, para que puedan desarrollar
el circuito de la recompensa y relacionarlo con el aprendizaje.
-
La autoevaluación y
la coevaluación son acciones que fomentan la metacognición. Enseñan a
reflexionar sobre lo aprendido.
Anna Forés lo resume de este modo: “ha de
haber coherencia entre la metodología y la evaluación, si pretendemos enseñar
de una manera diferente pero la evaluación es clásica, aún les sometemos a los
chicos a más estrés y no han aprendido las reglas del juego”.
LOS TIEMPOS DEL
APRENDIZAJE
Eric Jensen
propone una temporalización del aprendizaje. Los ritmos actuales de
estimulación sugieren limitar los tiempos máximos de atención a periodos no
mayores de 12/15 minutos. Para que el conocimiento se almacene en la memoria
a largo plazo se necesita tiempo. Lo ideal consisten en trabajar diferentes
procesos de repetición: la preexposición, la vista previa, la revisión y el
repaso, de modo que afiancen el aprendizaje.
a) dar tiempo
para almacenar la información. Incluyendo el hecho de dormir bien, comer
saludablemente y hacer ejercicio como factores esenciales del afianzamiento
en la memoria a largo plazo.
b) intercalar con otras actividades, por ejemplo, el etiquetado conceptual estudiado por Fabricio Ballarini.
c) trabajar los
contenidos de múltiples modos: dramatización, actividades físicas, juegos,
bailes, música, creación de canciones, ya que así habrá más vías para recuperar
esa información y que ésta se memorice. A eso habría que unir los múltiples
beneficios, tanto directos como indirectos, para el aprendizaje: oxigenación
del cerebro, fomento de la neuroplasticidad, mejora de la gestión emocional.
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