Recientemente se conoció que el
servicio postal de Estados Unidos ha creado una estampilla de homenaje al
educador de origen boliviano. Recordemos en este artículo cuáles eran las
claves que tenía este docente cuya experiencia se hizo mundialmente conocida a
través de la pantalla grande.
UNA VIDA DEDICADA A LA EDUCACIÓN
La vida de Jaime Escalante refleja
la insistencia de un maestro de corazón. Nació en La Paz en 1930. Sus padres
trabajaban de maestros en la capital boliviana. Su pasión por la enseñanza se
forjó entre pañales y mamaderas. Durante 14 años trabajó de maestro en
Bolivia hasta que en 1963 emigró a Estados Unidos.
Se dedicó a diversos trabajos
mientras aprendía inglés. Pero algo dentro de él le encaminaba hacia su
vocación por la docencia. Por las noches estudió nuevamente la carrera de
magisterio para seguir su instinto docente. Entre 1974 y 1991 se desempeñó
como profesor de cálculo y matemáticas en la escuela Garfield de Los Ángeles,
una escuela ubicada en uno de los barrios más marginales de la ciudad.
La labor educativa del profesor
Escalante en Estados Unidos ha sido reconocida con el premio “mejor maestro
del año”, otorgado por el presidente Ronald Reagan. Su vida ha sido plasmada
en un libro de Jay Mathews (Jaime Escalante: the best teacher in America) y
narrada en las pantallas de cine a través de la película “Ganas de triunfar”.
Ambos relatos reflejan en empeño y dedicación con que Jaime Escalante
abordaba cada día. Enseñar era su pasión, su compromiso. Cuatro universidades
lo reconocieron como Doctor Honoris Causa. Además, en 1988, el presidente de
Bolivia, Víctor Paz Estensoro, le otorgó la medalla Cóndor de los Andes, uno
de los mayores reconocimientos que ofrece el país.
Uno de sus logros más
representativos se refiere a la prueba de Cálculo Avanzado que se requiere
para ingresar a la Universidad. Tras varios años ofreciendo ayuda extra, en
1982, los 30 estudiantes de la Garfield School que se prepararon para
ingresar a la universidad, lograron superar la prueba. La desconfianza de las
autoridades educativas por el logro de un grupo de estudiantes proveniente de
los barrios marginales, más envueltos en el mundo de las pandillas y las
drogas que en el de los cuadernos, llevó a recusar la prueba y acusar de
trampa a los estudiantes. La repetición de la prueba, ya con lo “desconfiados
vigilantes” presentes, demostró el verdadero valor de la enseñanza con
corazón. Todos los estudiantes lograron superar la prueba.
Durante su labor docente en Garfield
logró que 570 estudiantes ingresarán a la universidad al superar la prueba de
cálculo avanzado. Con el cambio de director, el apoyo que Escalante recibía
se bloqueó. Poco a poco, la administración fue limitando su capacidad de
acción. Incluso llegó a dudar de la validez de su método de enseñanza.
Finalmente, en 1991 abandonó el colegio Garfield y decidió continuar su
pasión educativa en otros centros de enseñanza.
En 2001 se trasladó a Cochabamba
junto a su esposa. En la ciudad del Valle participó de manera regular en
cátedras universitarias así como en talleres de capacitación docente. Debido
a su enfermedad, retornó a Estados Unidos para ser tratado médicamente.
Tras su fallecimiento, en 2010, han
continuado diversos reconocimientos. Este 2016, el servicio postal de Estados
Unidos ha decidido reflejarlo en una estampilla como reconocimiento a su
legado.
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El
ejemplo de Jaime Escalante ha dado la vuelta al mundo. Su vida ha sido retratada
en un libro y presentada en el cine. Un modelo de pasión por la educación que
ha calado en la sociedad estadounidense. Trabajó más de 20 años como docente en
dicho país, y logró ser reconocido como “mejor maestro del año” por el
presidente Reagan. ¿Qué método revolucionario implementó el profe Jaime?
“A los estudiantes les encantaba formar parte de los programas
de Escalante”, recuerda Henry Gradillas, director del colegio Garfield (Los
Ángeles).
“En la escuela teníamos por norma forrar los libros de texto. Un día
vi a unas
chicas que no tenían sus libros de álgebra forrados con papel. Les
pregunté
por qué no los habían forrado. ‘¡Ay, Sr. Gradillas, queremos que todo
el mundo
sepa que estamos cursando álgebra!’, me respondieron, así que les
compré plástico transparente para que forraran esos libros.”
Esta anécdota, una de las muchas que pueden significar el
carisma educador, recorren los relatos que destacan la figura de Jaime
Escalante.
Los
logros obtenidos al frente del departamento de matemáticas de la escuela
Garfield han sido mérito suficiente para que trascienda la figura de este
profesor boliviano. Tenía una forma de ser dura y estricta, que se equilibraba
con su vocación docente y la pasión que le vinculaba con cada uno de los
estudiantes. A lo largo de su carrera, despertó simpatías y detractores, generó
apasionamientos y celos entre sus colegas. No se puede negar el resultado de su
sistema de trabajo.
La
escuela Garfield se ubica en un barrio marginal de la zona este de Los Ángeles
(Estados Unidos). El colegio reflejaba los problemas que se vivían en el
entorno: desempleo, disputas raciales, pandillas, violencia y droga. No era el
mejor contexto para ser profesor. Más allá de eso, la pasión y el empeño de
Escalante le permitió transformar el espacio de estudio. Junto a un equipo
docente con una inspiración similar y el respaldo del director del colegio, Henry Gradillas, se logró transformar el ambiento
escolar.
Ángelo Villavicencio, quien compartió con
Escalante varios años de docencia en el colegio Garfield, el profesor Jaime
implementó un método de enseñanza que reflejaba su calor humano, su capacidad
de comunicación y su intensidad frente a la vida. Villavicencio considera que
era un método dedicado para las “personas que tienen ganas de triunfar”.
Para muchos de los que han estudiado y resumido
la vida de Jaime Escalante, es un factor recurrente la concepción que plasma en
sus enseñanzas. Para el profesor boliviano, el desarrollo de las competencias
de cada estudiante no tiene límites. Si se quiere, se puede alcanzar las metas
soñadas. De esta forma destruye el falso estereotipo que condenaba a los
jóvenes de esta zona marginal considerando que no eran capaces de superarse. La
gran mayoría de los estudiantes, contagiados por la visión de sus padres y,
porque no, de algunos profesores, llegaban a la escuela con una autoestima
dañada y una expectativa de crecimiento nula. Se habían autocondenado antes de
pelear por sus sueños.
La mediocridad reinaba en el entorno escolar.
Pocos estudiantes
aspiraban a crecer profesionalmente a través de una carrera
universitaria. Llegaban condenados a seguir en ese ambiente.
Jaime Escalante creía con firmeza que un buen
nivel en matemáticas permitiría a los estudiantes acceder a un mejor trabajo y,
por ende, desarrollar una carrera profesional exitosa. La puerta de ingreso a
ese “mundo de las posibilidades” se visualizaba en la prueba de cálculo
avanzado, requisito para ingresar a las universidades estadounidenses.
El método de educación que implementó estaba
direccionado a superar ese examen y materializar el sueño de llegar a las
universidades más prestigiosas. En resumen, pasar de un barrio marginal a una
universidad de élite, todo gracias a la fe y la entrega en el trabajo propio.
El trabajo de Escalante fue lento pero
constante. Los primeros años trató de acomodar el aula para que sea un espacio
más agradable. La pinto con tonos más agradables, adornó sus paredes con
posters de estrellas del deporte y otros referentes de éxito para los jóvenes.
Como si fuera un entrenador de fútbol, fue
reclutando a los estudiantes para que formen parte del curso de matemáticas
avanzadas. Alentaba a cada estudiante para que ingresase al curso. Les
convencía de las posibilidades reales que tenían para ser mejores. La lección
más importante que dio a sus estudiantes no estaba relacionada con el cálculo;
fue demostrarles que lo que pensaban de ellos no era cierto. No eran
estudiantes mediocres, eran los mejores estudiantes de Estados Unidos.
Su poder de convencimiento, su pasión por la
enseñanza y si insólita manera de enseñar le permitió atraer a jóvenes ansiosos
por alcanzar sus propias expectativas. Ese era el gran secreto del método de
enseñanza propuesto por Escalante: tener ganas y esforzarse para alcanzar las
más grandes expectativas. El reto consiste en transformar la confianza de los
estudiantes para que desplieguen todo su potencial. Tal y como lo expresa
Ángelo Villavicencio “el principal motivo del éxito en Garfield fue que los
profesores, supervisores y administradores creyeran en el potencial de los
estudiantes”.
El entusiasmo proyectado permitió que se
aumente la carga horaria. También se concretó un nivel disciplinario y
compromiso personal de cada estudiante. Todos aportaban para un mejor entorno
de aprendizaje. Los resultados se fueron dando paulatinamente. En menos de 5
años, los estudiantes de Garfield que vencieron la prueba de cálculo avanzado
se duplicaron. Estos datos llamaron la atención de los estudiosos de la
pedagogía y centraron sus miradas en el olvidado colegio de un barrio marginal.
Wayne Bishop, asesor del proceso de admisión de
la Universidad Estatal de California, Los Ángeles, destaca el cambio que se
percibe en los estudiantes. ”Habían perfeccionado sus técnicas de estudio, lo
que le permitió tener éxito a muchísimos de ellos”, reconoce.
Así se resume en el lema que ilumina la Escuela
Secundaria Garfield: “una mente lúcida, un corazón sincero y un brazo fuerte”.
Y, ante todo, tener las ganas de hacer las cosas bien.
PELIGROS DE LA EDUCACIÓN MODERNA
Con la aparición de la película “Ganas de triunfar” han sido
muchos los profesores que han tratado de incorporar el sistema de Jaime
Escalante. También se han incorporado nuevas propuestas pedagógicas que
ayudan a mejorar la educación. Pero no todas alcanzan los éxitos deseados. Es
más, resulta frecuente que fracasen estos intentos.
Algunos indicios de los sistemas educativos actuales permiten
intuir un fracaso en cualquier renovación educativa:
-
Creencia profunda de que las
personas de clase baja no están preparados para el éxito. La actitud
demasiado paternal de profesores y administradores educativos permite
comportamientos mediocres que no reclaman la exigencia del estudiante. Así,
consideran, no se daña la frágil autoestima del estudiante.
-
Sentido equivocado de la
autoridad. Un buen proceso de aprendizaje requiere de un espacio que aliente
el esfuerzo. La actitud de padres de familia, respaldada con normativas
legales, restringe sobremanera las herramientas para mantener el orden en el
aula.
-
Primacía de la burocracia. La
educación moderna se rige por indicadores de calidad. Las autoridades
políticas y educativas han encumbrado estos indicadores por encima de
cualquier otra gestión educativa. Lo humano queda postergado en virtud de la
burocracia.
-
La inversión financiera resuelve
las falencias. La grandeza de Jaime Escalante consistió en hacer las cosas
bien para que la inversión se fije en su propuesta. Actualmente se trabaja en
sentido contrario. Primero se dispone el dinero y luego se buscan las ideas.
De esta manera es fácil desviar dinero destinado a la educación para otros
fines.
“No necesitamos inventar nuevas reglas”, resume Henry
Gradillas.
De hecho, la historia muestra que las reglas de antes funcionaban
muy
bien. La historia también refleja que aunque se aprenda del pasado,
no se
puede depender de él. Lo primero que se requiere, a medida que se produce el
avance, es no olvidar los principios fundamentales del éxito,
los cuales son
el origen de todos los objetivos y planificaciones.
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Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"
Una producción de la Casa Editorial Bienaventuranzas
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