El investigador italiano
Franceco Tonucci propone cinco afirmaciones fundamentales para transformar la
educación. Cada docente debe asumir su papel de “ayudar a los niños a
desarrollar sus capacidades”. Así se define la escuela abierta.
La inquietud docente no
lleva a probar dinámicas y actividades nuevas en el aula. Reconocemos las
deficiencias de la educación tradicional, la del maestro que instruye a los
estudiantes. Y buscamos modelos de enseñanza que permitan otro tipo de relación
más abierta. El investigador sobre educación e innovación, Francesco Tonucci,
sintetiza algunas claves de la educación moderna.
Tras varios años
recabando información sobre procesos educativos innovadores, prepara ahora
cinco afirmaciones que ayudan a crear un espacio de aprendizaje diferente.
La innovación y
renovación educativa alimentan los discursos de muchos docentes. Aterrizar
estos propósitos en acciones concretas y sustentables, además de acordes a los
sistemas establecidos, es el reto diario. La escuela abierta propone el diálogo
horizontal entre docente y estudiante, un relacionamiento que permite al
docente aprovechar y nutrir las capacidades de cada estudiante. La
participación, el tiempo de juego y la colaboración entre todos son otros
elementos que ayudarán en la comunidad escolar.
“La escuela, reafirma
Tonucci, es el lugar idóneo para que el niño pueda encontrar su naturaleza y
luego desarrollarla”. El centro educativo genera un espacio amigable para el
estudiante. Durante casi 12 años se convertirá en su nuevo hábitat. Y por tanto
deberá estar condicionado para provocar la inquietud y despertar las
cualidades.
La adecuación escolar
reclama tanto un espacio físico agradable como un acompañamiento docente
humano. “Los maestros están para ayudar a los niños a desarrollar su
capacidades”, insiste Francesco Tonucci.
SÍ A LA CONFIANZA EN LOS NIÑOS
Saber que los
niños saben es la primera premisa. Tenemos que confiar en la competencia y la
capacidad de los niños.
El
fortalecimiento de la autoestima se convierte en el motor del aprendizaje.
Tradicionalmente se envía un mensaje negativo a los estudiantes. La escuela
sirve para enseñarte lo que no sabes. Se percibe como un castigo por la culpa
de ser “niño”. Consolidar la confianza en el niño derrumba la idea de que la
escuela está hecha para niños que no saben y que por tanto ellos tienen que
escuchar y los maestros, hablar (ordenar).
Las aulas son
laboratorios que exploran las cualidades que germinan en cada estudiante, son
espacios para despertar las inquietudes de cada uno de los estudiantes. Ese
espacio amigable que proponía Francesco Tonucci en el cual el estudiante se
siente en potencia.
SÍ A ESCUCHAR A LOS NIÑOS
Consecuencia inmediata
de SÍ anterior, el docente se transforma en el interlocutor del estudiante. Su
labor como guía educativo empieza por escuchar y abrirse al mundo de los
estudiantes. A partir de ahí, el maestro está convocado para descubrir las
potencialidades del estudiante. De acuerdo a su desarrollo intelectual y
emocional, el docente interacciona con cada estudiante para que germine el
impulso inquieto y explorador de los estudiantes.
La capacidad de abrir los oídos al mundo
interior de cada alumno lleva implícita una tercera consecuencia:
SÍ A LA DIVERSIDAD
Las
diversidades son la riqueza, la igualdad es la pobreza de la educación,
defiende Tonucci. El quehacer tradicional del maestro está dirigido a nivelar a
todos los estudiantes en un mismo nivel de aptitudes. Si bien en algunos
centros se trata de premiar a los más destacados, la valoración de estos
méritos se centra en un solo indicador: ¿quién cumplió de manera más exitosa
las normas trazadas?
El intercambio
de experiencias en el aula tiene que enriquecer las experiencias de los
estudiantes. La diversidad alimenta las inquietudes. Tonucci propone, incluso,
disponer aulas o espacios educativos que involucren el relacionamiento con
estudiantes de otras edades.
SÍ A LOS MUCHOS LENGUAJES
La proyección
de la diversidad en la escuela es que ésta reciba a cada alumno con sus
distintas particularidades y en función de ellas, ofrezca posibilidades de
expresión diferentes. Así se prevé en el artículo 13 de la Convención de los
Derechos del Niño que hace referencia a la libertad de expresión.
El docente
despierta la capacidad expresiva y artística de los estudiantes. Cada uno
gozará de una sensibilidad distinta, de una creatividad diferente; pero todos
poseen un mundo interno por expresar.
SÍ A LOS ÚLTIMOS
Anteriormente
se mencionó cómo el sistema educativo tradicional alienta la búsqueda del
promedio como norma. Al tiempo que se premia a los más destacados, este sistema
también sanciona a los “últimos”. Las limitaciones más severas se sancionan con
la repetición del curso, en otras ocasiones se reclama los reforzamientos
pedagógicos.
Los últimos
deben ser los preferidos, los que necesitan más que todos, porque no tienen una
posibilidad alternativa. Solo la escuela puede ayudarles a recuperar las
lagunas que la vida le ha dado naciendo con dificultades económicas, culturales.
Deben ser los estudiantes preferidos.
Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"
Una producción de la Casa Editorial Bienaventuranzas
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