Una experiencia adoptada por una madre de familia, se ha convertido en una tendencia mundial que invita a la reflexión. Los expertos analizan los beneficios del “método del bolígrafo verde”.
Una de las cosas que más me marcó en mi
época de colegio era recibir un examen con esos círculos rojos remarcando los
errores en las respuestas. EN más de una ocasión, cada marca roja equivalía a
una bofetada, suponía un golpe a la estima propia. Tantas horas de estudio y
trabajo, tanto esfuerzo para realizar un buen trabajo. Y esos círculos rojos se
sentían como una lacra pesada que anulaba el trabajo.
¿Cuántos estudiantes de colegio ha
llegado a odiar ese lapicero rojo que siempre adornaba el bolsillo de camisa
del profesor?
Una madre de familia experimentó una
dinámica diferente. Cada jornada, desarrollaba ejercicios de estimulación y
escritura con su hija para prepararle al preescolar. En la tranquilidad del
hogar, replicaba ejercicios como los que ella realizó en el colegio. Palitos,
círculos y letras fueron llenando el cuaderno.
Al corregir cada ejercicio, esta madre
rodeaba con un lapicero verde los palitos, círculos y letras mejor elaboradas.
De esta manera, resaltaba las respuestas adecuadas, centraba la atención de su
hija en estos ejemplos y promovía un sentido de autoestima más sólido. Sin
saberlo, ha motivado una reflexión profunda en pedagogos para evaluar este
cambio de patrón en la corrección.
La educación tradicional se ha centrado
en mostrar a los estudiantes los errores que cometen en el proceso y
profundizar en su corrección. Rara vez se ha enfatizado en los logros
obtenidos, en las cosas bien hechas. Ejercicio a ejercicio, año a año, hemos
resaltado los comportamientos incorrectos y se ha relegado la premiación al
comportamiento adecuado.
“El método del bolígrafo verde” ha sido
reconocido como un empujón para el aprendizaje.
La acción de destacar los logros positivos que cada estudiante presenta
en un trabajo implica, directamente, demostrar a todos los estudiantes que son
capaces de hacer las cosas bien. Y, en consecuencia, eleva la motivación de los
estudiantes por los logros adquiridos.
Otro elemento de reflexión que ha sido
destacado por los pedagogos considera el factor de equidad que promueve. La
comparación, natural entre los niños, develará que todos han logrado un
resultado satisfactorio. Cada estudiante obtuvo una señal de que su meta fue
conseguida. Es decir, todos lograron cumplir satisfactoriamente. No hay, por
tanto, vencedores y derrotados.
Y, como afirman los expertos, señalar
los aciertos produce felicidad y alienta a proseguir el camino iniciado, es un
factor central de motivación. Los desaciertos, esos que tanto nos traumatizaron
en nuestra época, se convierten ahora en algo pasajero, en algo sin
trascendencia. Con este sistema, ya no llaman nuestra atención los errores.
Sólo resaltamos y recordamos los logros conseguidos positivamente.
El color rojo que caracteriza al
profesor tradicional está asociado al peligro y la precaución. Al recibir la
devolución de un trabajo con círculos y marcas en rojo, es probable que el
estudiante genere una sensación de miedo, de fracaso. La lectura de cada una de
esas marcas despertará un sentido de culpa y vergüenza. El estudiante se acostumbra
a descubrir los errores en el trabajo, se centra en evitar dichos errores. Poco a poco, esta actitud
cala en el subconsciente del estudiante provocando una actitud poco favorable
para el emprendimiento. Le enseñamos a estar más pendiente del fallo que del
acierto.
El verde, tal y como señalan las
teorías del color, está ligado a la esperanza, a la tranquilidad. Un trabajo
con círculos y marcas de color verde, que además resalten los aspectos más
positivos del trabajo, invita al estudiante para que se centre en los factores
de corrección del trabajo. Los errores, lo negativo, queda de lado. Es una
invitación directa para repetir los aciertos; una motivación a la superación
individual.
La repercusión de este “cambio de color” en el estudiante implica un cambio sustancial en el proceso de comprensión. Las marcas en rojo envían un mensaje de que lo que está bien hecho no sirve, no se destaca. El esfuerzo del estudiante no recibe recompensa. En el fondo, genera un sentido de insatisfacción ante el trabajo y ante la vida. Por el contrario, el énfasis que las marcas verdes ponen en los resultados positivos alienta al estudiante a superarse.
De a poco, se percibirá cómo
disminuye las muestras fallidas y se construye una actitud de hacer bien las
cosas como proceso normal. En resumen, se fortalece un sentido de autoestima
más sólido en el estudiante. Es
la hora de que nuestros errores dejen de ser más importantes que nuestros
logros.
Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"
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