"Muchos casos de bajo rendimiento académico tienen su origen en problemáticas de tipo emocional y no en falta de capacidad cognitiva de los alumnos", afirma la psicóloga Begoña Ibarrola.
Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"
Una producción de la Casa Editorial Bienaventuranzas
La educación emocional, apoyada por los estudios
de la neurociencia, ha incursionado en todos los ámbitos humanos. Cada vez es
más frecuente encontrarse con especialistas en neuromarketing o
neurolingüística. Los ámbitos políticos y empresariales han sido los primeros
en asumir estas estrategias de acción basadas en la inteligencia emocional. La
escuela es, todavía, reacia a incorporarla en sus dinámicas.
Begoña Ibarrola se ha destacado como
investigadora en inteligencia emocional. Por más de 20 años ha enfocado sus
estudios de psicología para aportar a la mejora de la formación docente. Sus
indagaciones han sido acompañadas por libros que fomentan la educación
emocional: 'Cuentos para sentir, Cuentos para
educar a niños felices', o 'Cuentos para descubrir sus
inteligencias' son un ejemplo de sus aportes.
De acuerdo a la experiencia de Ibarrola, se ha
demostrado que “en los centros donde han incorporado educación emocional en las
aulas prácticamente no hay problemas de conducta ni de acoso”. Los estudios
revelan que muchos problemas de conducta y bajo
rendimiento académico tienen su origen en problemáticas de tipo emocional y no
en falta de capacidad cognitiva de los alumnos.
Para la investigadora, el sistema educativo no contempla la
educación emocional como parte de la formación integral de los estudiantes.
Como adultos no nos han formado en este ámbito del desarrollo humano y, quizá
por ello, no le otorgamos la importancia que requiere.
La neurociencia ha demostrado como las emociones afectan al
aprendizaje. Los científicos han explorado el mundo de las emociones y su
influencia en el comportamiento humano. En ramas como el marketing se ha
profundizado múltiples estudios que demuestran el valor determinante de las
emociones en la toma de decisiones. Del mismo modo, hay emociones que
dificultan el aprendizaje y otras ayudan a formarse. Como docentes, nos damos
cuenta de que muchos niños se pueden bloquear ante una ansiedad y unos nervios
por un examen y no poder demostrar lo que saben; otros tienen miedo a una
asignatura y se enfrentan a su aprendizaje desde un punto de vista muy
deficitario, con mucha tensión e incluso preparando su mente para no entender
para que rechace esos contenidos por miedo al resultado. Ibarrola sintetiza los
resultados de sus estudios al certificar la “interferencia de las emociones en
la conducta y en el aprendizaje”.
La escuela ha centrado sus esfuerzos en profundizar la parte
cognitiva del aprendizaje. Ha dejado de lado otras facetas y dimensiones del
ser humano. La parte académica y los planes de estudio se enfocan en el
desarrollo de la dimensión cognitiva, dejan de lado la parte emocional. Se debe
enseñar a niños, desde bien pequeños, a regular sus emociones y a saberlas
expresar y servirse de ellas para sentirse mejor y para convivir mejor con los
demás. Esta parte formativa está fuera del sistema educativo.
Al trabajar con la educación de las emociones, los profesores dotan
de herramientas útiles a los estudiantes para evitar problemas de conducta y
fracaso escolar, que se perciben con mayor frecuencia en la secundaria. También
ha mostrado un rendimiento aprovechable para capacitar a los estudiantes y
combatir situaciones de bullying de manera responsable. Tanto desde el punto de
vista del acosador, como del acosado, el cuidado de las emociones permite
comprender y resolver estas situaciones.
Begoña Ibarrola ha desarrollado
diversos cursos de capacitación a docentes. Detecta una preocupación creciente
en colegios para considerar la educación emocional como parte de la labor
integral de un docente. Por ahora “siguen siendo iniciativas particulares y
debería estar incluso en el plan de estudios de la facultad de educación. Es
necesario formar a los futuros maestros para que sepan educar las emociones en
el aula”, confirma la psicóloga especializada.
La asertividad, la
autoestima, la empatía y otras habilidades sociales pueden
practicarse y aprenderse de la misma forma que otros tipos de conocimiento. No
obstante, tradicionalmente no se ha tendido a darles la atención que se
merecen, razón por la cual en la actualidad pueden llegar a ser competencias
desconocidas y apenas desarrolladas en muchas personas.
Con actividades, juegos y dinámicas adaptadas a su edad, la
etapa de infantil es fabulosa para empezar a entrenarles en determinadas
habilidades emocionales. Lo ven como un juego, como algo divertido y lo van
incorporando sin darse cuenta
El sistema educativo "estará cojo" mientras no
incorpore esta asignatura pendiente, "porque el ser humano tiene que
educar diferentes dimensiones, no solamente la cognitiva", concluye Begoña
Ibarrola.
ENSAÑAR CON EMOCIÓN
El investigador Francisco Mora ha trabajado
durante años en el área de la neurociencia en la Universidad estadounidense
de Iowa. Desde su campo, es capaz de describir cómo funciona el cerebro
durante el proceso de aprendizaje.
La figura del docente es clave en el
aprendizaje de los estudiantes. Cuando el profesor está embargado por la
pasión, transmite ese sentimiento a los estudiantes que, despierta la emoción,
aprenden de manera más natural.
El aprendizaje es una actitud natural. De
acuerdo a Mora, estamos programados genéticamente para aprender como parte de
la supervivencia del individuo y de la especie. En esencia, aprender
significa hacer asociaciones de eventos que
producen cambios en las neuronas y sus contactos con otras neuronas en redes
que se extienden a lo largo de mu-chas áreas del cerebro. Y, en su esencia,
todos los cerebros usan los mismos mecanismos neurales de aprendizaje.
Los
niños aprenden desde su nacimiento. En los primeros años, la forma de
aprender se centra en mecanismos básicos como la imitación, la atención
compartida y la empatía. “Sólo se puede aprender aquello que se ama”,
corrobora Francisco Mora.
Los padres juegan un papel fundamental en el
aprendizaje de actitudes y valores. Desde su lenguaje y conducta marcan el
desarrollo del cerebro de su hijo. “El maestro, sentencia Mora, colabora en
el proceso de aprendizaje de manera esencial”.
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Fuente: Redacción "Diálogo Educativo"
Una producción de la Casa Editorial Bienaventuranzas