“En mis tiempos, se
aprendían todas las capitales de los países” recuerda un padre de familia al
tiempo de cuestionar ¿qué es lo que su hijo aprende en aula? Las comparaciones
son constantes y, casi siempre, elogian los sistemas educativos anteriores.
Fuente: Redacción "Diálogo Educativo".
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas
Los padres de hoy se
formaron bajo una corriente enciclopedista. En sus épocas de escuela se
acostumbraba a memorizar los textos y acumular conocimientos. El profesor se
consagró como la figura referencial de la educación, aquel que poseía el
contenido. En la escuela se exigía aprender contenidos expresados en los
libros. Y esa era la labor de los estudiantes, aprender lo que los libres
acumulaban.
Leonora Arditti, madre de
tres hijos, siente que “había más orden cuando estudiábamos nosotros”.
La escuela actual invita a
los estudiantes a trabajar el razonamiento, los incita a informarse, debatir,
tomar decisiones. Son dinámicas que pueden lograrlas gracias a un mayor acceso
a las nuevas tecnologías.
Los padres nos encontramos
confundidos al comparar nuestra experiencia
con las actuales pedagogías de
aula. Varios padres se cuestionan por qué sus
hijos no aprenden a estudiar y no
acumulan los conocimientos que ellos adquirieron
para esa edad. Con más
frecuencia de la deseada, se culpa a la escuela por
la falta de formación que
ofrecen.
Flavio Buccino, consultor
en educación y docente, recalca la importancia de recuperar las cosas simples.
Durante décadas se ha problematizado demasiado alrededor de los modelos
pedagógicos que se deben proponer. “No renuncio a la pedagogía, y menos a las
estrategias didácticas, pero no las creo un objeto en sí mismo. Creo que parte
de la solución para por despertar el deseo, el apetito. Volver a dar sentido a
aprender”, reflexiona.
Similar argumento plantea
la especialista en educación, Roxana Perazza. Confirma que es necesario una
escuela que enseña a estudiar, que disponga consignas para los trabajos y
sustente en aprendizaje con exposiciones, resúmenes y cuadros. Pero amplía la
responsabilidad del aprendizaje a la familia quienes “ayudan y acompañan en
este proceso para que sus hijos adquieran autonomía en el estudio a medida que
avanza en su escolaridad”.
"Aprender
a estudiar es un proceso que debe ir complejizándose con los años. La escuela
sola no puede, pero debe recuperar un papel importante en esta cuestión y
orientar y ayudar a sus estudiantes a que puedan estudiar en y fuera de
ella", añade Perazza.
“LA FILOSOFÍA ABRE LOS OJOS
DE LOS NIÑOS AL MUNDO QUE LOS RODEA”, DESCATES
La función esencial de la
escuela, revela Mohr Lone se centra en capacitar a los niños con las
habilidades necesarias para sortear la vida adulta. Lone es profesora de
filosofía y directora del “centro de filosofía para niños” de la Universidad de
Whasington. Parte de su trabajo de
experimentación educativa ha consistido en visitar una unidad educativa para
impartir filosofía a los niños durante una hora a la semana. Los beneficios a
medio y largo plazo repercuten en las otras asignaturas.
Una actividad similar se
realizó en Inglaterra. El estudio realizado a cerca de 3.000 estudiantes de
cuarto y quinto de primaria reveló que los estudiantes que participaron de las
clases de filosofía demostraron una mejora en las habilidades matemáticas y en
la comprensión lectora.
Desde la mirada de los
profesores que implementan estos cursos de filosofía en niños, se destaca el
fortalecimiento de habilidades que pueden aplicarse en otros salones de clases.
Consideran que se amplía la perspectiva para ver nuevos puntos de vista ante
una situación de aprendizaje.
Más allá de ayudar a los niños a
entenderse a sí mismos, la filosofía también los ayuda a entender a los otros.
Algunos de los programas escolares favoritos
de Mohr Lone son aquellos donde
niños de escuelas predominantemente
blancas se juntan con niños de escuelas predominantemente
afroamericanas para discutir asuntos raciales de Estados
Unidos.
Un foro abierto donde los niños de áreas más pobres pueden hablar acerca
de las dificultades de crecer, puede iluminar bien a los que tienen esos
privilegios. La Filosofía puede servir como un gran ecualizador.
“La gente no se percata del hecho
de que hacemos filosofía todo el tiempo”, dice Mohr Lone.
MÁS ALLÁ DEL AULA
El espíritu explorador de los
niños se extiende a todas las facetas de la vida. Poseen una curiosidad innata.
La rutina de la escuela propone normas de cumplimiento obligatorio que limita
esa curiosidad y fuerza la uniformidad en el aprendizaje priorizando el
conocimiento sobre el entendimiento.
El acceso a los dispositivos
digitales, y mediante ellos a la gran aula que supone internet, facilita a los
estudiantes nuevas formas de acceder al conocimiento. “La gran mayoría de los
estudiantes conectados aprende cosas preguntándole a YouTube” sentencia Vera
Rexach, especialista en Tic y educación de la Organización de Estados
Iberoamericanos.
El resultado de esa curiosidad,
complementa Rexach, se traduce en acciones de aprendizaje directas: buscan, se
esfuerzan en entender, repiten, anotan. Son formas de resolver un interés
genuino y, por ende, interiorizan el aprendizaje de manera inmediata. La clave
del aprendizaje moderno reclama a los docentes que venzan la tradición del
trabajo repetitivo de aula para incentivar a los estudiantes a descubrir su
propio aprendizaje. “A estudiar se aprende, claro, si alguien te lo enseña”,
concluye Vera Rexach.
Fuente: Redacción "Diálogo Educativo".
Una producción de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas
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