Dedicada a los docentes

Revista Digital de la Fundación Casa Editorial Bienaventuranzas, un proyecto de la Conferencia Episcopal de Bolivia.

martes, 12 de septiembre de 2017

Dime cómo evalúas a tus alumnos…



El aprendizaje es la meta de todo proceso educativo. Como docentes, queremos que todos los estudiantes alcancen esa meta. Aplicamos diversas metodologías en el aula para facilitar dicho aprendizaje. ¿Es suficiente este esfuerzo?


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Una frase de Tracey Tokuhama-Espinosa matiza, de manera explosiva, la labor del docente: “los docentes debemos darnos cuenta que no nos pagan por enseñar, nos pagan por garantizar el aprendizaje”.

Es indudable que la gran mayoría de los docentes trabajamos para facilitar el aprendizaje de los estudiantes. Con demasiada frecuencia, nos involucramos en los procesos formativos de los jóvenes. Buscamos nuevas dinámicas, cambiamos los ejercicios de aula, perfeccionamos nuestra forma de educar. Perseguimos una metodología que nos acerque más a su experiencia de vida. 

Pero llegan las evaluaciones y “el sistema” nos obliga a apelar a las formas tradicionales de calificación. Toda la iniciativa impulsada durante el curso desaparece para dejar paso a los estresantes exámenes.



La neurociencia se ha consolidado como una ciencia de amplia 
expansión en la actualidad. Se estudian las reacciones cerebrales ante 
diversas acciones cotidianas. Cuando el estudio del funcionamiento 
neuronal se centra en la actividad cerebral que provocan los procesos
 de aprendizaje se trata de la neuroeducación. 

La orientación de los psicopedagogos que apoyan estos estudios ha permitido el análisis, sobre manera, de la evolución del cerebro en los procesos de evaluación de estudiantes. De todos es conocido la tensión y nerviosismo que los exámenes provocan. Pero, ¿sabemos que provoca este estrés en cada estudiante?
El examen despierta una reacción extenuante en el estudiante. Para resistir ese torbellino de miedos y amenazas, el cuerpo produce una mayor cantidad de cortisona y adrenalina. Se provoca una fatiga cerebral. A la larga, el estrés repercute en una pérdida de las habilidades ejecutivas y una disminución en la capacidad de almacenamiento de información.

¿De qué sirve trabajar una metodología de enseñanza y aprendizaje amigable si la evaluación nos devuelve al tradicional sistema memorístico?
Judy Willis sostiene que cuando involucramos a los estudiantes en pruebas de evaluación que sólo estimulan la memorización, “olvidamos que lo que realmente nos importa es desarrollar habilidades como la resolución de problemas o la capacidad de gestionar información”.



Las nuevas formas didácticas de trabajo en aula reclaman renovadas dinámicas de evaluación. Tohuhama-Espinosa considera que el feedback (retroalimentación) se presenta como una propuesta adecuada a las nuevas corrientes. 

Cuando el feedback se realiza de manera frecuente, cuando se convierte en una acción propia del trabajo diario, permite a los estudiantes discernir entre lo que sabían y lo aprendido, les ofrece una visión personal del avance logrado. Poco a poco, “ellos mismos solucionan sus propias lagunas de conocimiento”.

El aprendizaje y la evaluación formativa reclaman una continuidad sistémica. La evaluación se transforma en una acción habitual y consistente en el aula, una evaluación que valore el desarrollo del estudiante. 

Existen herramientas de evaluación adecuadas para registrar el progreso de cada estudiante. El portafolio, diarios de aprendizaje, elaboración progresiva de proyectos son algunas alternativas que permiten observar la evolución del estudiante. El propio estudiante es consciente de su proceso evolutivo y, por tanto, se fortalece su capacidad para la toma de decisiones, la gestión de problemas o el trabajo en equipo.



Todo ello sin caer en el estrés del examen de final de trimestre y conseguir centrarnos más en el proceso de enseñanza, más que en el de calificar.
Un detalle relevante que destaca Eric Jensen para un adecuado feedback dentro del aula consiste en el manejo del error. Muchos autores han reflexionado sobre la importancia del error dentro del proceso de aprendizaje. Todos coinciden en la validez del error en el aprendizaje, pero cuando la resolución de dicho error se produce de manera inmediata y permite evaluar al estudiante las formas de enmendar el error. Por ello, Willis insiste en la aplicación del feedback de manera continuada. Se trata de que el estudiante adquiera la información necesaria para enmendar el error, pero guiado de cerca para que no se produzcan lagunas con información inadecuada.

Para profundizar un proceso de evaluación amigable, John Hattie plantea cinco aspectos prioritarios:

-       Fomentar la mentalidad de crecimiento en el estudiante. El trabajo docente para fortalecer la autoimagen o el autoconcepto facilitan la obtención de mejores resultados.

-       Confianza en el estudiante y en sus cualidades para ser mejores personas y mejorar su rendimiento en el aula. 

-       Generar un ambiente de aula agradable, con un docente motivado y apasionado. El aula se transforma en un espacio que estimula el trabajo cooperativo. En este escenario, la evaluación no se tiñe como un trauma “por el que debemos pasar”, sino como una gestión más del aprendizaje adquirido.

-       Centrar la atención en el proceso y no tanto en el resultado. La mejor evaluación del aprendizaje se determina por el progreso que cada estudiante ha adquirido. Begoña Ibarrola reclama oportunidades de éxito para toda el aula, para que puedan desarrollar el circuito de la recompensa y relacionarlo con el aprendizaje.

-       La autoevaluación y la coevaluación son acciones que fomentan la metacognición. Enseñan a reflexionar sobre lo aprendido.



Anna Forés lo resume de este modo: “ha de haber coherencia entre la metodología y la evaluación, si pretendemos enseñar de una manera diferente pero la evaluación es clásica, aún les sometemos a los chicos a más estrés y no han aprendido las reglas del juego”.


LOS TIEMPOS DEL APRENDIZAJE


Eric Jensen propone una temporalización del aprendizaje. Los ritmos actuales de estimulación sugieren limitar los tiempos máximos de atención a periodos no mayores de 12/15 minutos. Para que el conocimiento se almacene en la memoria a largo plazo se necesita tiempo. Lo ideal consisten en trabajar diferentes procesos de repetición: la preexposición, la vista previa, la revisión y el repaso, de modo que afiancen el aprendizaje.

a) dar tiempo para almacenar la información. Incluyendo el hecho de dormir bien, comer saludablemente y hacer ejercicio como factores esenciales del afianzamiento en la memoria a largo plazo.

b) intercalar con otras actividades, por ejemplo, el etiquetado conceptual estudiado por Fabricio Ballarini. 

c) trabajar los contenidos de múltiples modos: dramatización, actividades físicas, juegos, bailes, música, creación de canciones, ya que así habrá más vías para recuperar esa información y que ésta se memorice. A eso habría que unir los múltiples beneficios, tanto directos como indirectos, para el aprendizaje: oxigenación del cerebro, fomento de la neuroplasticidad, mejora de la gestión emocional.


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